Desde el Exilio

Miguel Font Rosell

El golpismo patrio. De dignidades e indignidades

 

En el último siglo y medio, han tenido lugar en España, al menos 16 intentos o consecuciones de golpe de Estado contra la legalidad establecida, o contra los gobiernos oficiales, con resultados diversos, lo que nos da una media de menos de 10 años por intento, aunque concentrados principalmente en la primera mitad del pasado siglo. Cuatro de ellos triunfaron, concretamente los de Pavía, Martinez Campos, Sanjurjo y Franco y el resto corrieron suerte diversa en cuanto a sus autores de refiere, algunos abortados, otros fallidos, y otros siquiera planeados y abandonados posteriormente, con las consiguientes demostraciones de dignidades o indignidades por parte de los variopintos golpistas que los protagonizaron, de manera que dejando aparte la calidad civil o humana de cada uno, las muestras de valentía o cobardía asumiendo fracasos, han sido diversas.
En un resumen muy escueto de cada una, estas son sus autores, sus motivos y sus consecuencias:
1874. Golpe de Estado de Pavía
España se encontraba en ese momento entre la vicisitud de una República Federal y una Unitaria. El general Manuel Pavía y Rodriguez de Alburquerque, quien ya había participado en la revolución de 1868 que destronó a Isabel II, era partidario de ésta última y ante la posibilidad de que el Gobierno de Castelar promoviera la primera, decidió ponerse al frente de un grupo de Guardias Civiles y asaltar el Congreso disolviendo el Gobierno.
Tras reunir a los diferentes partidos políticos, dejando fuera a carlistas, cantonalistas y federalistas, nombró al general Serrano como 5º presidente de la I República Española, lo que llevaría poco después al fin de la república, cuyo descrédito era notorio, acuciado por las tensiones independentistas de Cuba, el carlismo y el caos evidente.
1874 Golpe de Martínez Campos
Ante esta situación, el partido alfonsino, partidarios de Alfonso XII, hijo de Isabel II, fue ganando en popularidad por la creencia de que la restauración borbónica traería estabilidad al país. Así que Cánovas del Castillo, dirigente del partido alfonsino, hace el pronunciamiento de Sandhurst donde proclama la reinstauración de la monarquía, de manera que el general Arsenio Martínez Campos Antón, inicia el alzamiento que triunfa, al no encontrar ningún tipo de resistencia en Serrano.
1923 Golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera
España estaba sumida en una situación de desgobierno que ni la reposición del Rey (primero en la figura de Alfonso XII y ahora en la de Alfonso XIII) lograba controlar. Además, España sufría una impopular guerra contra Marruecos que resultó convertirse en calamitosa tras el conocido desastre de Annual, donde el rifeño Abd el-Krim acabó con la vida de casi 10.000 soldados españoles.
Ante esta situación, el Rey apoyó el Golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, comandante de Barcelona, cuyo objetivo en sus propias palabras era “poner España en orden” para después ser devuelta al pueblo. Nunca especificó cómo devolvería el poder, pero en cualquier caso disolvió todos los ayuntamientos, derogó la constitución y prohibió partidos políticos, convirtiéndose así en dictador.
Para mantener al Ejército fiel, promovió una nueva campaña en Marruecos que acabó con la victoria española en el desembarco de Alhucemas, donde se consiguió la rendición del cabecilla rifeño Abd el-Krim. A pesar de todo, la situación de agitación era insostenible, puesto que los grupos de izquierda anhelaban una república socialista, comunista o anarquista, según los gustos, y una parte del Ejército no estaba de acuerdo con muchas de las políticas de Primo de Rivera, quien finalmente dimitiría en enero de 1930, exiliándose en París.
1926 La Sanjuanada
Golpe propiciado por los capitanes generales liberales Valeriano Weyler y Nicolau, y Francisco Aguilera y Egea, con amplio apoyo tanto de militares como civiles constitucionalistas de distintas procedencias, entre los que estaba Alvaro Figueroa y Torres Mendieta, conde de Romanones. No fue a mayores y los golpistas fueron condenados a fuertes multas, especialmente Romanones, al ostracismo para Weyler y al ascenso posterior para Aguilera, ya de la mano de Azaña.
1926 Sucesos de Prats de Molló
Francesc Macià i Llussa, pretendía penetrar en Catalunya desde Francia con dos columnas armadas y proclamar así el Estado Catalán, independiente del Reino de España. Pero el plan fue descubierto por las autoridades francesas quienes desbarataron el plan y juzgaron a Macià y a otros dirigentes de Estat Català, expulsándolos posteriormente a Bélgica. Ya en Cuba fundó en La Habana el Partido Separatista Revolucionario de Cataluña (de ahí proviene la “estelada”) y posteriormente Esquerra Republicana de Cataluña.
En 1931 proclamó la República Catalana, a la que renunció a cambio de la preparación de un Estatuto de Autonomía para Cataluña y a que el gobierno fuera conocido como Generalitat, de la que fue su presidente.
1929 Golpe de Sánchez Guerra
Debido a cuestiones internas dentro del Ejercito y por desavenencias con Primo de Rivera, los golpistas pretendían implantar un nuevo sistema parlamentario y constitucional. José Sánchez Guerra y Martínez, fue sometido a un Consejo de Guerra y tras ser encarcelado en un barco-prisión en Valencia, ante el apoyo militar de parte de quienes le juzgaron, resultó absuelto.
1930 Sublevación de Jaca
La inestabilidad previa y durante la II República fue evidente. Unos meses antes de su proclamación, en 1930, en la ciudad oscense de Jaca, se produjo una primera sublevación contra el régimen de la restauración borbónica, por parte de los militares Fermín Galán Rodríguez y Angel García Hernández. En enero de 1930 el dictador Miguel Primo de Rivera puso fin a su mandado y dimitió, iniciándose lo que se conoce como la “dictablanda” a cargo del general Berenguer y de Aznar-Cabañas. Esta situación de inestabilidad política animó a estos dirigentes republicanos a su proclamación, sin embargo fue algo prematuro y desorganizado, por lo que no contó con el suficiente apoyo y fueron condenados a 6 años de prisión y posteriormente fusilados, dándose el caso de que Fermín Galán llegó a dar la orden de su propio fusilamiento. Un año más tarde, tras la celebración de unas elecciones donde las fuerzas republicanas ganaron en las grandes ciudades, el Rey Alfonso XIII decide abdicar, proclamándose así la II República Española.
1932 Golpe de Estado de Sanjurjo (La Sanjurjada)
El general José Sanjurjo Sacanell, el 10 de agosto de 1932, como Capitán General de Andalucía, declaraba a esta región zona de guerra, con el objetivo de derrocar la República y reinstaurar una monarquía. La intentona fue un fracaso por el escaso apoyo recibido, ya que muchos oficiales antirrepublicanos sostenían que el plan no estaba lo suficientemente bien planteado.
Sanjurjo fue condenado a muerte por rebelión militar, pero el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, le conmutó la pena por una de reclusión. Fue exiliado a Estoril (Portugal) donde conspiraría para el Golpe de Estado de 1936, aunque no llegó a participar directamente en la Guerra puesto que el avión donde viajaba se estrelló al despegar y perdió la vida.
1934 Golpe de Alfonso XIII
En 1934 el rey en el exilio pidió apoyo al dictador italiano, Benito Mussolini para «un eventual golpe de Estado que se produjera en España para restaurar la Monarquía», consiguiendo que el gobierno fascista italiano se comprometiese a aportar 1.500.000 pesetas, 200 ametralladoras, fusiles y granadas de mano. Firmaron el acuerdo por parte española el general Barrera y representantes de los partidos Renovación Española (monárquico) y Comunión Tradicionalista (carlista). Finalmente el asunto no tuvo mayores consecuencias.
1934 Revolución de Asturias
El segundo bienio de la República trajo la victoria del centro-derecha formado por el Partido Republicano Radical de Alejandro Leroux y las CEDA de Gil Robles. Esta victoria incomodó e impresionó mucho a la izquierda, quien impulsada por el socialista Francisco Largo Caballero, promovió una huelga insurreccional que triunfó en Asturias, promovida por la CNT, UGT y el PSOE. La insurrección controló gran parte de la región, formando un “Ejército Rojo” que llegó a contar con cerca de 30.000 efectivos, donde el colectivo minero tuvo una importancia fundamental. El Gobierno de la República decidió acudir al Ejército, que puso al mando a un tal Francisco Franco, quien sofocó la rebelión.
Este golpe de Estado o insurrección, apoyado por socialistas y comunistas, tenía como objetivo desalojar primero a la derecha del Gobierno y posteriormente declarar un Estado socialista. Largo Caballero fue hecho prisionero en Francia e incluso en campos de concentración alemanes, aunque nunca fue entregado a la justicia española.
1936 Alzamiento militar de Francisco Franco
En realidad, el alzamiento fue promovido por otros generales como Emilio Mola Vidal, a quien se considera el cerebro, y José Sanjurjo, quien ya había intentado otro golpe cuatro años antes. Sin embargo, Francisco Franco Bahamonde fue al final quien se puso al mando de las operaciones militares, puesto que casualmente tanto Mola como Sanjurjo murieron en sendos accidentes de avión, mucho antes de que acabara la guerra, y a la postre se convertiría en Caudillo de España durante casi 40 años.
Las tropas sublevadas se hicieron con el poder tres años después, en 1939, iniciando la dictadura que perduraría hasta la muerte del dictador en 1975.
1939 Golpe de Segismundo Casado
En el ocaso de la Guerra Civil, en plena desesperación republicana, el coronel socialista Segismundo Casado López decidió rebelarse contra el gobierno de Negrín, quien se encontraba sitiado en Madrid, puesto que éste estaba decidido a entregar el poder al Partido Comunista Español.
Consiguió el exilio del Gobierno de Negrín a Elda y tras varios fusilamientos de dirigentes comunistas, como el del Comandante Barceló, decidieron negociar una rendición con Franco, quien hizo oídos sordos a tal petición. Tras ver que su situación era imposible, se marchó al exilio, aunque volvió en 1961 para ser juzgado por un tribunal militar, quien lo absolvió.
1981 Golpe de Estado del 23-F
El 23 de febrero de 1981 el teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero Molina, asalta el Congreso de los Diputados junto a 200 guardias civiles a su mando, en plena sesión de investidura del nuevo presidente de España, Leopoldo Calvo Sotelo, tras la dimisión de Adolfo Suárez.
La versión oficial culpó de los hechos al propio Tejero y a los generales Alfonso Armada Comín y Jaime Milans del Bosch y Ussía, entre otros amotinados, otorgando el protagonismo del fracaso del golpe al Rey Juan Carlos I, aunque la versión ofrecida por los historiadores más solventes y no comprometidos con lo políticamente correcto, consideran que el golpe fue un acuerdo entre los principales partidos, avalado por el Rey, a quien Tejero esperaba en el Congreso (la máxima autoridad militar) algo que se desmontó cuando habiendo quedado encendida una cámara de televisión, el golpe se abortó, y máxime cuando conocido por Tejero el gobierno provisional presentado por el hombre de confianza del Rey, el general Armada, Tejero se negó a entregar el golpe para que comunistas y socialistas gobernasen el país.
Antonio Tejero, el general Armada y Milans, fueron expulsados del Ejército y condenados a penas de cárcel. Actualmente Tejero se encuentra ya en libertad, mientras Armada y Milans, ya fallecidos, siempre estuvieron en la más absoluta seguridad de la autoría del Rey, a quien, no obstante, guardaron fidelidad hasta su muerte.
1982 Golpe de los coroneles
Luis Muñoz Gutierrez, Jesús y José Crespo Cuspinera, gobernando Calvo Sotelo, pretenden un acto terrorista del que culpar a ETA para intentar un golpe militar de liberación. Fueron condenados a 12 años de cárcel en un proceso que se intentó silenciar.
1985 Golpe militar y civil de la ultraderecha
Gobernando ya Felipe Gonzalez, pretendían culpar a ETA de un atentado a perpetrar en el desfile militar a celebrar en La Coruña, con la muerte de los componentes del gobierno, el Rey (“por perjuro y traidor”), el resto de los componente de la casa Real, etc. Fue abortado a tiempo y no hubo consecuencias.
2017 Independencia fallida de Cataluña
El gobierno de la Generalitat, con Carlos Puigdemont Cascamajó al frente como presidente y Oriol Junqueras i Vies, vicepresidente, junto con la Mesa del Parlamento con su presidenta Carmen Forcadell Lluís como abanderada, y dos organizaciones no gubernamentales, ANC y Omnium Cultural, propician toda una serie de ilegalidades para obtener soporte autonómico a un proceso ilegal de independencia, que finalmente es abortado.
Parte del gobierno huye a Bélgica y el resto está en prisión provisional, al tiempo que la Mesa del Parlamento renuncia a sus acciones anteriores y a su afán de independencia, acatando la legalidad.
Conclusiones.
Si analizamos las consecuencias que para cada uno de los golpistas citados tuvieron lugar, así como su forma, más o menos digna de responsabilizarse, las diferencias son también muy señaladas, pues algunos fueron glorificados, otros absueltos, o condenados a multas, cárcel, o simplemente al paredón por su acciones. Si nos atenemos al significado que el diccionario de la lengua adjudica a la palabra “dignidad” como “Cualidad del que se hace valer como persona, se comporta con responsabilidad, seriedad y con respeto hacia sí mismo y hacia los demás y no deja que lo humillen ni degraden”, o bien “Decoro o reconocimiento hacia el actuar de las personas, bien sea con el prójimo o consigo mismo”, o “Actuar en función del respeto hacia unos valores y hacerlo consecuente y responsablemente”, hemos de considerar que dentro de la gravedad que supone cualquier pronunciamiento contra la legalidad establecida, si obviamos a aquellos golpistas triunfadores, que no precisan por tanto de demasiada dignidad para apechugar con su “acto heroico”, y nos centramos en la actitud de quienes fracasaron en el intento, el grado de dignidad es enormemente variopinto.
Desde una máxima dignidad que pudiéramos encontrar en Fermín Galán Rodriguez, defensor de su causa hasta el final, hasta el punto de dar incluso la orden de su propio fusilamiento, la entrega a la justicia por parte de Segismundo Casado volviendo del exilio, pasando por la fidelidad de Tejero, Armada y Milans hacia la figura del Rey, sacrificándose en su beneficio, y el resto de los encarcelados en otros golpes más o menos punibles, encontramos en las más altas cotas de la indignidad, la de ambos Borbones implicados en estas correrías, descendientes de una saga cada vez más impresentable, desde la existencia del rey felón, ese canalla de Fernando VII, pasando por su hija Isabel II, quien invitaba a su lecho real a todo bicho viviente que atesorase atributos dignos de su desmedida afición al fornicio, plagada de vástagos bastardos de entre los que hizo sucesor a Alfonso XII, hijo del oficial valenciano Puigmoltó, pasando por este y por su hijo Alfonso XIII, quien, entre otras lindezas, no dudó en aliarse con Mussolini para propiciar mediante un movimiento armado, un golpe de Estado en su propio país al que antes había abandonado huyendo a Italia. Y la del otro, el “emérito”, el designado por el dictador para instaurar de nuevo la monarquía, quien niega a su padre la restauración en su figura una vez muerto el dictador, a efectos de restaurar realmente la monarquía, con el único argumento de su propia ambición, alguien que no solo deja colgados a sus colaboradores en la ejecución del golpe, sino que incluso se vale de su fracaso, para dar la imagen del salvador de la patria y del desmantelamiento del golpe en cuestión, actitud por otra parte nada extraña con su trayectoria vital a lo largo de todos sus años de reinado, en prácticamente todas las facetas, tanto públicas, como sobre todo privadas, ya sea con la amistad, el dinero, o las mujeres, ofreciendo al mundo la imagen de una reina adornada en su tocado con todo tipo de ramificaciones, obligado a retirarse para evitar el absoluto descrédito de la monarquía, hoy recuperada por un rey que afortunadamente y para nada, ha salido a la tradicional saga Borbón, experta en todo tipo de indignidades consentidas.
Finalmente y como colofón de la indignidad, el último episodio, en el que un presidente de Comunidad Autónoma se fuga con otros miembros del gobierno, dejando colgados al resto que finalmente son encarcelados, salvo uno de ellos que se desmarca convenientemente, al tiempo que los componentes de la Mesa del Parlamento, con su extremista presidenta al frente, ante la amenaza de ver sus huesos en la cárcel, se desmarcan de sus pasadas acciones, reniegan de ellas y asumen la legalidad del “Estado opresor”, dejando colgada a toda una sociedad soliviantada, partida por ellos en sus afectos, con familias rotas a sus espaldas, la economía hecha unos zorros y todo para salvarse personalmente, llegando a asegurar que lo de la independencia no era otra cosa que una coña marinera, al tiempo que los encarcelados llaman a la puerta de la jueza para que les deje declarar de nuevo a efectos de retractarse de lo anterior y así poder correr la suerte de una absolución momentánea, al estilo de la presidenta del Parlamento. A ello hay que añadir a esa extraña pareja que clama en el desierto del Parlamento español, a esa especie de Beiras a la catalana, con ese adjunto suyo que tanto honor hace a su apellido: Tardá y Rufián, dos caraduras que desprecian a España, pero van a Madrid a cobrar de los impuestos de todos los españoles, personajes a los que nadie ha escuchado una sola propuesta, salvo el permanente insulto y descalificación hacia un país del que viven y al que no se esconden en despreciar. ¿Cabe mayor indignidad?
Cataluña no es esta tropa de canallas, cobardes, perroflautas y fanáticos fascistas que la okupan, pero Cataluña deberá demostrarlo el próximo 21-D.
Un golpista es quien no se contenta con alcanzar sus metas por la vía de la legalidad vigente, sino que bien quebranta la ley, o llega a sus fines por la vía de las armas y de la imposición, algo sin duda más o menos censurable en función de determinadas circunstancias, pero lo que al menos se le pide a tal actitud, es que se lleve a cabo desde una cierta dignidad, con la dignidad que esperan sus seguidores, aquellos que en buena ley o ingenuamente le han apoyado, han creído en la legalidad de la causa, o simplemente en la libertad que con ello le pueda reportar a la sociedad.
Me temo que en estas navidades va a haber más “caganers” que pastores en la fantasía propia de la fecha.

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Miguel Font Rosell

Licenciado en derecho, arquitecto técnico, marino mercante, agente de la propiedad inmobiliaria.

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