Desde el Exilio

Miguel Font Rosell

Con la democracia hemos topado

 

Sobre el concepto de democracia podríamos teorizar largamente, desde sesudos tratados hasta demagógicos panfletos, en los que afrontar la cuestión de forma más o menos subjetiva, en función de la defensa de nuestros particulares intereses.
En teoría, la democracia es un sistema político que defiende la soberanía del pueblo y el derecho de ese pueblo a elegir y controlar a sus gobernantes. Como consecuencia de ello, la democracia atribuye el poder al conjunto de la ciudadanía y no a sus gobernantes, quienes únicamente tienen la misión de materializar ese poder y el deber de someterse al control ciudadano en su actividad.
Hablamos de democracia en puridad, cuando las decisiones son tomadas directamente por el pueblo, algo que ocurrió de inicio en la antigua Grecia y que hoy se mantiene únicamente en los cantones suizos y en algunos estados norteamericanos, aunque en estos, solo para determinadas decisiones.
Debido al crecimiento de los pueblos y a su incapacidad para ejercer la democracia directa, el concepto no solo empezó a adjetivarse (orgánica, indirecta, representativa, delegada, líquida, etc.) en función de las distintas formas de su ejercicio delegado, sino que su aplicación fué relegada cada vez más, hasta llegar a la pantomima de utilizarla, y de forma indirecta, únicamente para la elección de parlamentos y por el tiempo que dura una legislatura (poder legislativo), sin más consultas, de manera que el pueblo acaba cada cuatro años, en nuestro caso, eligiendo a los ciudadanos contenidos en una lista elaborada por las cúpulas de los distintos partidos políticos, parlamentos que luego elegirán a sus presidentes de gobierno, quien a su vez elegirá a sus ministros (poder ejecutivo) y que incluso nombrarán a los órganos de control, quienes teóricamente habrán de controlarlos (poder judicial), siendo así que el ciudadano, teóricamente soberano, ni tiene derecho a elegir a quienes han de elaborar las leyes, ni a su contenido, pues ha de optar únicamente por aquellos que proponen los partidos y en el orden que aquellos proponen, ni a quien ha de ejercer el poder que le corresponde, pues este lo nombran los parlamentarios, ni al equipo de gobierno, nombrado por un presidente que no ha votado para ello, ni a quienes han de controlar, para su bien, a esos gobernantes, con lo que su teórico poder queda, en la práctica, absolutamente en nada.
Como vemos, pues, el concepto abarca desde el blanco al negro pasando por muy pocos matices, aunque casi todos ellos de una negritud alarmante para el propio significado del concepto en cuestión. Desde una democracia directa, pasando por la llamada democracia líquida, en la que el ciudadano tiene la opción de votarlo todo directamente o delegar para ciertas cuestiones en quien considere mas preparado para que le represente, hasta la democracia indirecta, donde prácticamente no pinta absolutamente nada, las opciones son múltiples, dándose la circunstancia de que en nuestro caso, el panorama en partida es de un oscuro altamente destacable.
¿Cuales son las dificultades para la implantación de la democracia directa?. En principio, y a grandes rasgos, tres a saber: Dificultad técnica, voluntad política y formación ciudadana.
De las citadas, hoy en día se puede decir que la que en su día la imposibilitó, está ya resuelta, cual es la de la dificultad técnica. Hoy los avances en la electrónica permiten ya conocer la voluntad popular, de todo el pueblo, de forma inmediata a través de la informática. Hoy si se quisiera, cualquier consulta ciudadana podría tener respuesta en el mismo día. Ese ya no es por tanto el problema.
Hoy la democracia sigue teniendo dos enormes inconvenientes a la hora de dar resultados satisfactorios, la falta de voluntad política y la falta de formación ciudadana, nutriendo esta última a la primera, en una especie de pescadilla que se muerde la cola, de manera que cuanta mayor falta de formación ciudadana, más voluntad política existe en no ejercer la democracia directa para los grandes partidos, convertidos en auténticas mafias de manipulación política, de desinformación y de anulación de la voluntad popular. Un pueblo sin un mínimo de formación política ciudadana, ni interés en adquirirla, ni equilibrio entre sus derechos y deberes al respecto, es absolutamente manipulable y carne de cañón para los partidos políticos. Sin lugar a dudas, hoy en día, se trata de nuestro caso concreto, de España.
No existe ni un solo político en nuestro pais y en ningún partido al uso, que no se proclame, antes que nada demócrata, y la mayoría “de toda la vida”, como tampoco ningún partido que no le tenga un miedo cerval a la democracia, a la autentica democracia, a la que otorga el poder de decisión y de control al pueblo, y se ejerce desde el conocimiento.
Es evidente que la inmensa mayoría de los españoles, y esto no es exclusivamente nuestro, de política en general, no tiene ni la más remota idea, ejerciendo la miseria democrática que le conceden cada cuatro años, de forma absolutamente deleznable, en función de los valores y las querencias mas variopintas, tras impresentables campañas demagógicas plagadas de obviedades, mentiras, vacío de ideas y presencia permanente de lo más mediocre del pais prometiendo bobadas.
Sin embargo, cuando se trata de la democracia interna en los partidos, aunque prácticamente inexistente para casi todo, el asunto cambia en gran medida, ya que por un lado el enemigo está en casa y por otro los votantes ya no están tan desinformados, ya conocen un poco mejor aquello sobre lo que se juegan su participación, siendo ahí donde las cúpulas asentadas adquieren una mayor fobia y terror a la democracia directa, en caso de que algún partido esté dispuesta a implantarla, sobre todo cuando la dictadura interna no está suficientemente impuesta.
Actualmente, la dictadura interna está perfectamente asentada en Podemos (ya definitivamente) y Ciudadanos, donde nadie discute a sus líderes y sobre todo en el PP, un partido en el que nunca ha habido democracia interna y en el que el dictador controla absolutamente todo, salvo la corrupción, sus finanzas y su procedencia, algo que al parecer le es totalmente ajeno, un partido en que nunca habrá, por principio, “previas” de ningún tipo pues el poder se hereda por designación.
Pero, ¿que pasa con el PSOE?. El partido socialista es actualmente un partido roto, un partido que aun no se ha repuesto de las heridas mortales sufridas tras el paso de Zapatero por su liderazgo y por la presidencia del gobierno, un partido que desde entonces, no solo no levanta cabeza, sino que sigue cayendo en intención de voto popular y que finalmente ha optado por llevar a cabo unas previas, hacerlo mediante el voto de sus militantes, y adoptando para ello el procedimiento de la democracia directa.
Por un lado, se enfrenta la candidata oficial de quienes “okupan” el poder tras un golpe de estado interno, de la mano de lo más casposo del partido, de los dinosaurios de toda la vida, quienes han entregado el poder a los conservadores alegando una supuesta necesidad de gobierno, por patriotismo y justificaciones que nadie medianamente normal se cree, sin programa conocido, sin que de su cosecha haya salido nunca ni una sola idea que no sean descalificaciones o inconcreciones, nombrada por los andaluces para su gobierno que ahora abandona dedicándose plenamente a su candidatura, para en el caso de salir elegida, abandonarlos tras obtener allí su mayor cosecha de avales (hay que ser tonto para avalar a quien te deja en la estacada).
Por otra parte, la víctima del golpe de estado, a quien han desbancado por seguir las directrices de los órganos de entonces en el partido, por el conocido “No es NO”, un líder que había sido elegido, que ha sido traicionado por los suyos, y que apoya claramente la militancia por coherencia ideológica.
Como tercero en discordia, y a mucha distancia de las querencias de unos y otros, alguien que ha traicionado al anterior y que juega a la conciliación, sin mayores posibilidades que sacar tajada de una situación intermedia.
Si, con la democracia hemos topado, o al menos eso es lo que piensan, sin expresarlo claramente (anatema), toda la vieja guardia socialista que apoya a la insulsa andaluza: lo de las primarias es un error, pues a ver si en lugar de salir quien nosotros queremos va a salir quien quiere la militancia, y tenemos que optar, de nuevo, por otro golpe más como ya hicimos con Borrell en su momento.
Argumentaba Rodriguez Ibarra, para mi junto con Borrell lo más sensato del partido, en defensa de esa teoría, que el candidato debería salir de un Congreso en el que se eligieran no candidatos, sino política a seguir, programas que proponerse, soluciones a los problemas reales actuales de la sociedad, de la política y de la economía, para luego designar al político que mejor pudiera llevar a cabo ese mandato a través de una democracia delegada, y no peleas internas entre unos y otros en las que no se expone ni una sola idea, ni un programa para afrontar los problemas reales de los ciudadanos. Aseguraba finalmente que ni siquiera votaría, ya que él no estaba en el partido para colocar líderes, sino para ejercer la política a base de ideas, de soluciones y de recetas estudiadas para mejorar la vida de las personas, en un mundo absolutamente cambiante donde ya de nada valen planteamientos ancestrales ni enfrentamientos personales.
Evidentemente lo que Rodriguez Ibarra plantea es una espacie de aristocracia en el sentido político de la palabra, de gobierno de los mejores, o al menos en cuanto a que estos sean quienes decidan finalmente quien ha de ser el líder que ejecute la decisión democrática de valoración de unas ponencias congresales en las que se fije la política del parido en todos los sectores, ya que esperar que salga de la valoración que hacen unos militantes, absolutamente manipulables y en función de valorar exclusivamente cuestiones personales, querencias, odios y rencores, sin idea alguna que valorar, no parece de recibo, ni habrá de aportar nada buen al partido y en definitiva a la sociedad.

Apuntaba con razón Rodriguez Ibarra que lo que hoy necesita el PSOE es actualizar su mensaje, anclado en planteamientos ya my caducos convertidos en tópicos inconcretos del orden de somos el pueblo, amparamos a los más débiles, etc. ¿Que piensan los socialistas en cuanto a soluciones para una economía global, para una industria robotizada, para una regulación del trabajo adaptada a la actividad laboral actual, para una nueva medicina de prevención, para unos hábitos de consumo cambiantes, etc.?
Si, con la democracia hemos topado porque ese es el meollo del asunto cuando con un pueblo, absolutamente manipulable y sin formación política alguna, nos encontramos.
Defiendo la democracia, en teoría, cuando se dan los tres requisitos apuntados para la implantación de una democracia directa, como son sus posibilidades técnicas, su voluntad política y su preparación ciudadana, pero cuando no se dan esas circunstancias, la solución Rodriguez Ibarra me parece mucho más sensata, pues siempre he defendido el gobierno de los mejores, la antigua aristocracia helena, el de los más preparados, lo que todos buscamos en todos los ordenas de la vida, para formar a nuestros hijos, para curarlos, para cuidarlos, para alimentarnos, para todo en general salvo en la política y en los políticos que habrán de posibilitar su campo de actuación, donde vale cualquiera apuntado en una lista y cuya única virtud está en reiré las gracias al capo de turno, por que así lo han querido los más mediocres, los que tienen en sus manos los resortes de la manipulación, los que siempre acabarán mandando, ostentando el poder y haciendo creer al ciudadano que el poder reside en el pueblo, al tiempo que le niegan la información veraz, la cultura y el acceso al cultivo de la inteligencia porque ello es la más pura expresión de la democracia.
Si, con la democracia hemos topado.

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Miguel Font Rosell

Licenciado en derecho, arquitecto técnico, marino mercante, agente de la propiedad inmobiliaria.

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