Desde el Exilio

Miguel Font Rosell

Real Club «Cerca» de Vigo

 

Veamos. Datos objetivos: El Real Club Celta de Vigo, a través de su presidente Carlos Mouriño, lleva más de ocho años solicitando del alcalde de Vigo, Abel Caballero, que le deje acometer en la ciudad su proyecto de ciudad deportiva, en las condiciones que su Junta Directiva considera para poder contar con uno de los clubes mas potentes de España y competitivo a nivel internacional, para lo que necesita construir nuevas instalaciones y adquirir el estadio en propiedad, sin que ello le cueste nada a la ciudad, sino todo lo contrario. En este largo periodo de tiempo, ha presentado varios proyectos, siendo rechazados algunos y sin obtener respuesta otros. En su lugar, el alcalde le ofrece renovar la concesión y lavar la cara del actual estadio, no en función de las necesidades del Celta, sino a su propio gusto, sin entrar para nada en el proyecto de ciudad deportiva, pues a su juicio el estadio, donde solo juega el Celta, es patrimonio de la ciudad, no se vende, y el coste de las reformas lo asumirán los vigueses. Ante esa negativa final, y en el ánimo de no cejar en su proyecto para el Celta, el presidente responde que en esas condiciones buscará emplazamiento para su proyecto en un ayuntamiento limítrofe, donde no encuentre impedimentos.
Este es un claro ejemplo de la conocida fábula del perro del hortelano, que ni come ni deja comer, de mala administración y de una ignorancia absoluta en materia deportiva, aunque aquí se den matices mucho más canallas que en cualquier fábula que podamos considerar.
Quizá para mejor entender el asunto, debamos definir alguna característica propia de la ciudad y a los cuatro elementos que concurren en esta trama, a saber: El Celta de Vigo, Mouriño (presidente del Celta), Caballero (alcalde de Vigo) y el pueblo vigués.
Antes de nada, y para centrarnos, hay que considerar que Vigo es la ciudad más poblada de Galicia (cerca de 300.000 habitantes), que cuatriplica la población de Pontevedra, la capital de la provincia, lo que constituye la única excepción en España con estas diferencias.
Siendo así, Vigo dispone de un peso industrial mayor que su capital, con mayor protagonismo administrativo, donde este reside fundamentalmente en las dos principales instituciones, su Ayuntamiento y la Diputación.
Ya centrándonos en la ciudad, exponer que tradicionalmente en Vigo siempre han existido cuatro entidades que han sido los pilares en los que el vigués siempre se ha apoyado a la hora de definir su identidad: Celta, Caja de Ahorros, Faro de Vigo y Cristo de la Victoria. La caja, otrora todopoderosa y hoy con todos sus ex dirigentes en la cárcel, ya no existe, pues ha sido saqueada y entregada a un venezolano que la explota como banco (Abanca), sin que nada de su inmenso patrimonio haya revertido en la ciudad, ni su alcalde haya movido un dedo para reclamar nada, ni siquiera de su patrimonio pictórico, del que poco se sabe, o edilicio (el cine Fraga, abandonado, etc.), todo ello con los vigueses en la inopia.
El Faro de Vigo hace ya muchos años que perdió su imparcialidad, estando actualmente sometido escandalosamente a la voluntad del alcalde, un periódico propiedad de un grupo que nada tiene que ver con Vigo, vinculado al partido socialista, con su rotativa ubicada en una pequeña parcela en el municipio limítrofe de Redondela, con su acceso principal en medio de una curva en la carretera, deslocalización para la que no se tuvo reparo alguno cuando había suelo suficiente y abundante en la ciudad, aunque más caro, eso si, sin que nadie osara a llevar a cabo crítica alguna. ¿Quien iba a hacerlo? ¿el propio periodico?. No obstante, ahora parecen rasgarse las vestiduras ante el anuncio del Celta de querer hacer lo que ellos hicieron en su día, pero con mucho más sentido.
Mientras, el Cristo de la Victoria, como los reyes magos y todo lo que de manifestaciones populares festivas se trate, sigue desfilando de la mano de Caballero (antiguo miembro del partido comunista), quien encabeza cualquier procesión.
La única entidad no sometida, libre (de momento) y querida de todos, en esta desenfrenada carrera por el poder absoluto, por la implantación de una férrea dictadura en la que nada escape al control del dictador, es nuestro equipo de fútbol, el Celta de Vigo.
Por el contrario en Pontevedra, el alcalde de Vigo controla perfectamente los resortes del poder al sostener con el voto de su partido (que controla) al alcalde del BNG, mientras que la Diputación está absolutamente en sus manos a través de su sucursal-lapa, la omnipresente Carmela Silva.
Pero, en resumidas cuentas, ¿quien es el Celta de Vigo?.
El Celta fue fundado en 1923 como resultado de la fusión de dos club vigueses, concretamente el Vigo Sporting y el Real Fortuna, clubes resultantes de anteriores fusiones de equipos con orígenes ingleses, debido a la presencia en Vigo del famoso Cable inglés, todo ello en las mismas fechas en las que se fundaba el primer club de fútbol de España, el recreativo de Huelva, al tiempo que el Barcelona fundado por un suizo, o el Madrid fundado por un catalán, por lo que los inicios futbolísticos de la ciudad se remontan a los orígenes de este deporte en España.
Debutó el Celta en la primera división del fútbol español en 1939, habiendo militado desde entonces 51 temporadas en la división de honor, ocupando actualmente el 12º puesto en la clasificación histórica de la liga, siendo 3 veces subcampeón de la Copa. Curiosamente el equipo a batir para subir un puesto, resulta ser el deportivo de La Coruña, que aun con menos temporadas (45) suma 34 puntos más al cierre de la temporada anterior.
En el ámbito internacional, el Celta siempre ha hecho un digno papel, pues de las competiciones oficiales en las que ha disputado, ha ganado la Copa Intertoto de 2000, jugado 8 veces la Copa de la UEFA y 1 vez la Liga de Campeones, con un total de 77 participaciones, con 37 partidos ganados, 18 empatados y 22 perdidos, con un total de 124 goles a favor y 76 en contra, lo que supone un balance altamente positivo.
Actualmente no dispone de estadio propio, pero si de 22.500 abonados y un número de accionistas cercano a los 15.000, siendo su máximo accionista el vigués Carlos Mouriño, su presidente desde 2006, fecha en la que se hizo cargo del Club, con una deuda descomunal, al borde de la desaparición como club (llegó a poner 7 millones de euros de su bolsillo), con un descenso a 2ª división donde habría de militar durante 5 años hasta volver a la división de honor, para pasar a ser el 17º clasificado en el primer año del regreso, al 9º el siguiente año, el 8º después, y el 6º en la última liga, clasificándose de nuevo para la UEFA League, donde ya disputa los cuartos de final, y habiendo conseguido ser semifinalista en la Copa del Rey tras eliminar al Real Madrid, y todo ello habiéndose recuperado económicamente hasta convertirse en uno de los clubes más solventes del panorama nacional, con una labor de potenciación de la cantera, del fútbol base y del deporte en general, absolutamente espectacular. Tal es así que sus equipos inferiores ocupan la primera posición de las ligas que disputan con los siguientes equipos: Celta B (2ª divisónB), División de Honor juvenil, Juvenil B, Cadete A, Cadete B, Infantil A, Infantil B, Alevín A, Alevin B, Benjamín A y Benjamín B, siendo el equipo Infantil A el ganador del conocido Torneo de Móstoles, con 17 goles a favor y ninguno en contra, tras jugar en dos ocasiones, entre otros, con el Real Madrid, al que venció en ambas por 2-0.
Evidentemente, esta progresión ha hecho que la Junta Directiva se haya planteado dar el salto a otra dimensión como club de fútbol, al de las grandes escuelas de fútbol, al de los grandes clubes que “fabrican” futbolistas y crean escuela, al estilo del Barcelona, el Madrid, el Milán, el Ajax, etc., lo que implica un crecimiento que precisa de grandes instalaciones propias y de grandes inversiones, algo que su máximo accionista está dispuesto a emprender en el bien del Club, para lo que es preciso contar con activos suficientes como para poder disponer de importantes capacidades crediticias y poder llevar a cabo un ambicioso proyecto deportivo con garantías, un empeño que lleva ya años persiguiendo, un empeño entorpecido hasta la saciedad por quien de esto ni ha comprendido nada, ni nada sabe de fútbol, ni nada quiere saber, confundiendo el lavado de cara de un estadio, a mayor gloria propia, con un proyecto de amplio espectro del que sistemáticamente se convierte en su enemigo.
¿Quien es Carlos Mouriño Atanés, presidente del Real Club Celta de Vigo?.
Vigués de 1943, tras trabajar en distintas expresas en Vigo y Madrid, se traslada a Mexico en 1978. Siete años después, tras grandes éxitos empresariales, se hace dueño del Grupo Energético del Suroeste (GES), llegando a contar con un total de 35 gasolineras, actividad que complementaría con otras muchas empresas. En la actualidad participa con éxito como accionista en gran número de empresas, tanto españolas como mejicanas.
Siempre ha sido un hombre de una prudencia, educación y paciencia exquisita, pero todo tiene un límite y el pasado domingo de resurrección, desde las páginas de Faro de Vigo, en una larga y agresiva entrevista por parte del entrevistador, dispuesto a no seguir aguantando “más tomaduras de pelo”, narró toda la serie de negativas por parte del alcalde a cada una de las distintas propuestas que se le fueron haciendo en la consecución de la ansiada ciudad deportiva, todos los engaños, demoras, mentiras y negativas a cualquier iniciativa celtista, explicando que se les ha dejado fuera de la comisión de seguimiento de la reforma del estadio, que se les niega el conocer el proyecto, que lo ya ejecutado no responde para nada a los planteamientos deportivos del equipo, llegando a decir que “lo que quiere Caballero es ser el presidente del Celta, pues nadie puede moverse sin que él lo controle y el Celta siempre se le ha escapado a su control”. A todo ello, el alcalde da por respuesta, según su habitual alarde de demagogia, que no contestará a Mouriño, por celtismo y responsabilidad
Y, ¿que podemos decir de Abel Caballero Alvarez, alcalde de Vigo?.
Ponteareano de 1946, marino mercante y economista, es catedrático, en excedencia, de teoría económica, en la Universidad de Vigo, sin que se le conozca haber ejercido actividad laboral alguna, salvo la de iniciar en la teoría económica a los jóvenes recién salidos del bachillerato sin conocimiento alguno en la materia.
Salvo el breve intervalo de tiempo dedicado a la enseñanza, ha dedicado casi la totalidad de su tiempo a la política, iniciando su actividad en el Partido Comunista, para pasarse en 1980 al PSOE, aprovechando la mengua del PC y el ascenso fulgurante de los socialistas, siendo ministro de Transportes y Turismo con el gobierno de Felipe González desde 1985 a 1988 en que fue cesado y considerado por el periódico el Pais como el peor ministro de González. Diputado por La Coruña y posteriormente por Pontevedra, fue candidato a presidente de la Xunta por La Coruña, obteniendo el peor resultado de la historia del PSOE en tal pretensión. Designado Presidente de la Autoridad portuaria viguesa, no solo fue un desastre para el puerto, propiciando costosas ocurrencias sin resultado alguno y sembrando las bases de su actual decadencia, sino que posteriormente se dedicó a abortar toda iniciativa de crecimiento de sus sucesores. Actualmente y tras apoyar hace unos meses, junto a su sucursal-lapa, Carmela Silva, al Secretario de su partido (no es NO) finalmente se sumó al bando de los golpistas y ahora apoya abiertamente, en una trayectoria política ya conocida, a Susana Diaz
Llegó a la alcaldía de Vigo en 2007 gracias a una coalición de partidos perdedores, al igual que en 2011, puesto que actualmente ocupa desde 2015 al haber ganado las primeras elecciones de su vida, tras la práctica renuncia del PP a nombrar candidato a la alcaldía hasta el último momento, en la figura de una candidata procedente de Santiago y absolutamente desconocida en Vigo.
En su mandato, ha laminado al sector de la construcción (15% de la economía viguesa de entonces, hoy no llega ni al 5%) anulando un Plan General consensuado por todos los sectores de la ciudad, para en su lugar crear un engendro, basado en la promoción de la vivienda de protección, que habría de paralizar la ciudad, sin que ni siquiera llevase a cabo ni una sola de las 6.000 viviendas que prometió y sin que desde entonces en Vigo se construyese ni un solo edificio de vivienda colectiva, con un Plan ahora anulado por la Justicia y sin que en bastantes años se pueda contar con otro en condiciones que lo supla, ni recuperar por tanto al sector, ni disponer los vigueses de vivienda nueva, con el consiguiente incremento de la especulación, ni de suelo para la ubicación de cualquier nuevo proyecto para la ciudad.
En materia comercial impidió la implantación de todos los proyectos de las grandes marcas de establecerse en Vigo, al igual que con las industrias de nuevo cuño, que han de establecerse en municipios cercanos por falta de suelo industrial gestionado, una ciudad en la que no existe ya ni un solo sector productivo que pueda crecer o establecerse, con lo que ello implica en cuanto a pérdida de competitividad, de puestos de trabajo y de riqueza, actitud que incluso ha mantenido con las empresas ya instaladas, impidiendo la ampliación del Corte Inglés en Navia, la de la factoría PSA-Citroen, la creación de la proyectada ciudad del frio, etc.
En el capitulo de instituciones no ha parado hasta cargarse todas aquellas que tenían o pudieran tener cierto protagonismo, como la Federación de Asociaciones de Vecinos, la Fundación Provigo, ahora el Area metropolitana, en la que paralizó su formación hasta que consiguió que lo hicieran presidente, para desde ahí intentar boicotear cualquier acción, hasta el punto que otra vez la Justicia la ha anulado, etc. consiguiendo con ello echar por tierra las necesarias comunicaciones entre Vigo y su comarca, y todo ello desde un localismo provinciano absolutamente vergonzoso a estas alturas. Ha ninguneado y sigue haciéndolo, no solo a sindicatos, sino a todas las asociaciones empresariales u organismos consultivos.
Su lucha contra el nuevo hospital vigués, uno de los mayores y más modernos de Europa, resulta patética, y todo ello por ser obra de la Xunta, boicoteando sus accesos, acusándole de disponer de un parking excesivamente caro, cuando los hasta ahora hospitales principales de la ciudad (Meixoeiro y Plaza España) no disponen de aparcamiento alguno, ocupando el primero, con unos accesos tercermundistas, todo tipo de campos, caminos, huertas y lo que haga falta, cuando ahí todo depende de su actuación, ofreciendo un espectáculo bochornoso, sin haber ofrecido nunca solución en todos sus años al frente de la ciudad, lo que ocurre también como consecuencia de unas “humanizaciones” que para nada han contemplado el problema de estacionamiento que han creado en la ciudad, donde el principal parque de Vigo, El Castro, se ha convertido en una invasión de coches por todas partes ofreciendo un espectáculo lamentable, algo que parece ser que el ciudadano no percibe, ya que los usuarios del parque suelen ser una exigua parte de la ciudad. La lista, también en esa faceta, es interminable y siempre con una constante, la nula gestión, lo mal que nos quieren en todas partes, la culpa perpetua de los demás, y el autobombo como el salvador de las esencias viguesas, rodeado de los resentidos palmeros que le escoltan.
Personalmente, ni ha creado ni dirigido empresa alguna, ni ha propiciado nunca un solo puesto de trabajo, ni, que se sepa, ha expuesto su capital en empresa alguna, ni ejercido como economista en el mundo real.
Su labor como alcalde de Vigo se ha limitado a seguir la política de su antecesora en cuanto a las llamadas “humanizaciones” o cambio de pavimento de las aceras, a llevar a cabo las mayores horteradas en plazas, rotondas y jardines, y a la creación de “dinosetos”, unos setos en forma de dinosaurio, con lo que pretende que se identifique a la ciudad (evidentemente Vigo siempre ha sido conocido por sus dinosaurios, “preciooooosos”, algo que no tiene La Coruña, ni Santiago), mientras la ciudad pierde sistemáticamente todos los trenes del progreso, de la competitividad y del liderazgo económico, aunque eso si, habiéndose convertido en el máximo exponente de la mentira permanente, de todo tipo de inversiones fallidas, de las promesas sistemáticamente incumplidas y del enfrentamiento permanente de la ciudad con todo y con todos, habiendo enfrentado a los vigueses con la Xunta, con su presidente, con Santiago, con La Coruña, con Oporto, con…, en definitiva, con todo lo que no sean sus ocurrencias.
¿Que pasa finalmente con los vigueses?
Una cosa no se le puede negar a Abel Caballero: Se trata de un personaje inteligente, conocedor de lo más casposo, voluble y superficial de la sociedad viguesa, con una capacidad de manipulación infinita y una ambición de poder desmedida. En estos años se ha hecho fácilmente con los acomodaticios medios de comunicación vigueses, tanto de radio como de prensa escrita o de televisión. Ha ido anulando, una a una, las distintas instituciones y organizaciones ciudadanas, abortando cualquier atisbo de oposición en su propio partido, al tiempo que colocaba a los personajes más mediocres de su confianza en todos aquellos lugares desde donde controlar cualquier disidencia, ello unido a que el otrora fuerte Partido Popular de la ciudad, no es más que una triste caricatura de si mismo.
Ha sido capaz de mentir, manipular e incumplir promesas de forma sistemática (la mera relación, de exponerla, ocuparía más espacio que este artículo) sin que ello tenga repercusión ni seguimiento alguno en los medios, así como su condición de imputado por corrupción, algo que en Vigo no parece recordar ya nadie. Aparece diariamente en prensa comandando “logros” sin fin para la ciudad, consistentes en otorgar diplomas a todo tipo de escolares, deportistas, ciudadanos, ayudas de chicha y nabo a todo tipo de entidades deportivas y colectivos sin el menor peso para la ciudad, obras de mantenimiento de calles, promoción de todo tipo de festejos, saraos y cuchufletas, etc. todo ello en un proceso de protagonismo absoluto y permanente, de inaudito y triste atontamiento ciudadano.
En las condiciones expuestas, la posibilidad de adquirir información fidedigna por parte del vigués, sobre los verdaderos problemas de la ciudad, resulta poco menos que imposible, pues no solo se trata de un problema de falta de información, sino de la magnificación de cualquier protagonismo, al tiempo que de silenciar cualquier información que pueda perjudicarle. Así las cosas, aun hay un amplio colectivo de indocumentados que le sigue y que acaba haciendo oídos sordos a sus patrañas, aunque poco a poco, el ciudadano consciente de su deber político de informarse, o simplemente el que comprueba en sus propias carnes el desplome económico, comercial y empresarial de la ciudad, vaya comprendiendo que Vigo es, o debe ser, algo más que el cortijo de un vanidoso, capaz de hipotecar la ciudad en aras de su propio endiosamiento.
Hoy la ciudad de Vigo ha perdido el liderazgo en casi todos aquellos sectores en los que destacó y la hicieron grande. Sus empresarios, otrora fuertes incluso en el ámbito político, hoy languidecen entregados a sus propios intereses, conscientes de que a la política local se llega exclusivamente a partir de partidos “tomados” por mafias internas, donde resulta imposible crecer desde la valía, siendo la mediocridad al servicio del capo de turno la característica fundamental para formar parte de una candidatura. En esas condiciones, cualquiera que pueda destacar al frente de algún organismo querido por los ciudadanos, resulta un peligro para el dictador de turno, algo que le sucede a Carlos Mouriño, alguien hasta ahora enormemente respetado por el celtismo, por sus logros, su generosidad, su entrega y su celtismo.
Hace unos meses, el presidente del Celta “amenazó”, si se le seguía boicoteando su proyecto de hacer crecer al Celta, con vender sus acciones a un grupo chino, algo que alarmó al celtismo pero que no consiguió desviar la culpabilidad hacia el verdadero causante de los impedimentos, hábil demagogo que ya insinuó que lo único que pretendía el presidente celtista era hacer negocio con el club. Hoy, esa es la disculpa que más hace silencio entre los corderos que siempre viven de la desconfianza, de una desconfianza avivada por quien es capaz de abortar cualquier iniciativa para la ciudad, si de ello estima que puede menguar su estima en la manada.
Hoy el cachondeo con la deslocalización del Celta, ha hecho que prospere ya el supuesto cambio de nombre de la entidad, a la de Real Club “Cerca” de Vigo.
A mi entender, Carlos Mouriño seguirá haciendo lo posible para conseguir llevar a cabo su proyecto de llevar al Celta a lo más alto, sin salir de la ciudad. ¿Cuales son las posibilidades?. Esperar a que dentro de dos años Vigo tenga otro alcalde que anteponga los intereses de la ciudad a los suyos propios, algo que va a depender en gran manera de que el PP espabile y vaya preparando como candidato a alguien con verdadero tirón, esperando que Ciudadanos crezca y entre ambos puedan ocupar la alcaldía, algo que parece actualmente inalcanzable, pues ni el PP espabila, ni se le espera, ni Ciudadanos-Vigo, que sigue en lo más bajo, tras un nacimiento impresentable en el que se cargaron a lo mejor y con mejor preparación de que disponían, en beneficio de un impresentable grupo de oportunistas huidos de la UPyD, parecen estar por la labor.
Otra posibilidad, también de dudoso fin, es el que Caballero pudiera dar rienda suelta a superiores ambiciones, y de la mano de su nueva valedora, Susana Diaz, fuese designado candidato a la presidencia de la Xunta de Galicia una vez ascendido Feijoo a otros cometidos, todo en aras de aprobar la asignatura pendiente que otrora suspendió estrepitosamente contra Manuel Fraga, o ya en el supuesto de que el PSOE llegase al poder en España, volver a ejercer de ministro, esperando no ser cesado de nuevo. En definitiva, si Caballero asciende o desciende, pero nunca si permanece.
Si Vigo decide seguir en la senda del crecimiento folclórico y de no inmutarse ante su caída económica como hasta ahora, volviendo a colocar a este personaje en la alcaldía, solo quedará entonces la senda apuntada del traslado del Celta a cualquiera de los ayuntamientos limítrofes, algo que no se lleva a cabo en el corto plazo (Mouriño lo estima entre 6 y 7 años), ni lleva aparejadas demasiadas adhesiones por parte del celtismo, por lo que mi apuesta va en el sentido de que, una de dos, o Carlos Mouriño, agotadas todas las gestiones, acaba vendiendo sus acciones a un grupo chino, pero no porque esa sea su intención, sino por puro aburrimiento y por imposibilidad de darle a la ciudad el puesto para el Celta que este pudiera tener de haber conseguido materializar sus proyecto de crecimiento, momento en el que el personaje en cuestión, aprovechará, encantado, para ejercer de acertado profeta, librarse de un enemigo que podría haberle hecho sombra, y acabar controlando el único pilar que le queda en la ciudad, el Real Club Celta de Vigo, en el medio de la tabla y sin demasiadas aspiraciones, pero… misión cumplida.
Otra alternativa es que Mouriño aguanta el envite y decida seguir adelante con una inversión que anuncia de al menos 70 millones para hacer del Celta el equipo que cualquier celtista ni siquiera hubiera soñado, con una ciudad deportiva, un nuevo estadio, mejores comunicaciones, aparcamientos suficientes y mejores condiciones que las actuales, al fin y al cabo, cualquier ubicación del estadio en cualquiera de los ayuntamientos limítrofes no dejaría de estar en el Area Metropolitana de Vigo, algo similar a lo que ya han hecho el Español de Barcelona (en Cornellá), está a punto de hacer el Getafe y han hecho ya muchos otros en Europa.
De momento parece ser que quien tiene las mejores papeletas es el ayuntamiento de Mos, un curioso municipio, de grandes dimensiones, muy rural, sin casco urbano pero al que Vigo ha dotado de aeropuerto, universidad, polígonos industriales, una autopista, una autovía y en general todo aquello que Vigo impide sistemáticamente, mientras se entusiasma con sus dinosetos. Ahí, obviando absurdos y decimononos localismos, a 5 minutos de la plaza de España viguesa, sin duda el celtismo podrá disponer de su mejor proyecto de futuro, con un estadio, campos de entrenamiento, ciudad deportiva, aeropuerto a sus pies, la universidad al lado para poder desarrollar cualquier carrera relacionada con el deporte, los hoteles necesarios para acoger a los equipos que se desplacen semanalmente a Vigo para cualquier competición deportiva, un recinto extraordinario para albergar las pretemporadas de varios equipos internacionales, además de al propio Celta, y todo ello con aparcamientos suficientes, espacios de ocio y comerciales, en definitiva la ciudad del deporte que Caballero, en su prepotencia y con los más chungos argumentos, le niega permanentemente al Celta.
Los colectivos humanos han ido pasando a lo largo de la historia de súbditos a ciudadanos, en un lento proceso de desarrollo cultural, social, etc. aunque hoy, más que nunca y, debido al mal funcionamiento de dejadez en el ejercicio de la ciudadanía, el proceso se revierta en algunos lugares, que aun con estructura teórica de democracia son regidos por auténticos dictadores, como en los casos de Venezuela, Rusia o Turquía, dándose el caso de que en otros lugares, aun en ejercicio real de la democracia, el perfil de sus gobernantes no difiere demasiado de esa forma de entender el poder, algo muy propio de ciudades como Vigo, entre otras, en las que muchos prefieren el estatus de súbdito, antes que el comprometido de ciudadanos.
Si triunfan pues las tesis de Caballero, el Celta seguirá siendo un equipo mediocre, la reforma de Balaidos, ajena a las necesidades del Celta, pero muy mona, quizá con algún que otro dinoseto en sus alrededores, acabaremos pagándola todos los vigueses, al igual que todas sus reparaciones, en detrimento de otras inversiones que la ciudad necesita, ningún otro equipo de la ciudad se beneficiará de ello, el “celtista” chino de turno (rendido al divino líder) acabará pagando el “alquiler”, y el encantado “líder”, con todos los resortes de la ciudad ya a sus pies, seguirá convenciendo a su manada sobre la necesidad de hacer nuevos enemigos y de incrementar, si cabe, los sempiternos lamentos sobre las desgracias de la ciudad, que seguirán propiciando la Xunta, su presidente y todo aquel que se oponga a las ocurrencias del divino líder, mientras esta seguirá languideciendo.
Por esa senda, quizá algún día Balaidos llegue a convertirse en el monumento que los vigueses le deban a Caballero, el monumento a la solemne estupidez, al igual que esos aeropuertos sin aviones, esas autopistas sin coches, palacios de congresos sin actividad alguna y finalmente estadios de fútbol sin equipo.
¿Cada pueblo tiene lo que se merece? ¿O no?. Veremos…

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Miguel Font Rosell

Licenciado en derecho, arquitecto técnico, marino mercante, agente de la propiedad inmobiliaria.

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