Desde el Exilio

Miguel Font Rosell

Los partidos políticos: La madre de todas las corrupciones

 

Éticamente, ¿somos los españoles lo suficientemente sensibles en materia de corrupción?. Sinceramente, y en líneas generales, creo que muy poco en cuanto a nosotros mismos y moderadamente en cuanto a los demás.
En España se ha cultivado secularmente el individualismo muy por encima de los valores en comunidad, de la solidaridad, del respeto por lo común, del trabajo en equipo, etc. Se valora el éxito individual, el liderazgo, el oportunismo, lo privado, las diferencias, la suerte, las jefaturas, la notoriedad, todo ello muy por encima de lo que podamos conseguir generosamente, cediendo parte de nuestros intereses en beneficio de la consecución de mejores metas para la colectividad. Ello nos ha llevado, individualmente, a respetar con un mayor grado de intensidad y consideración todo lo privado sobre lo público. Si nos encontramos en el jardín de una casa particular, no tiramos un papel al suelo, pero sí lo hacemos en la vía pública. Hasta hemos llegado a disponer de una ministra de “cultura”, que se atrevió a decir, muy convencida ella, que lo público no era de nadie, cuando se trata precisamente de aquello que tiene más dueños, de lo que nos pertenece a todos y que por tanto todos debemos cuidar con mayor interés. Nunca lo hemos entendido, pues del “prohibido pisar el césped” franquista, hemos pasado a dejar en él todo tipo de desperdicios. Ni antes entendíamos que el césped es para pisarlo, para disfrutarlo, ni ahora entendemos que el disfrute tiene un límite en el bien de todos. Nos falta cultura de lo común.
Lo curioso del caso es que disculpamos habitualmente nuestras corruptelas con todo tipo de disculpas de lo más chungo, amparándonos en que nuestras actitudes censurables, son generalidad en la sociedad, aunque no tolerándolas demasiado bien cuando las observamos en otros, y criticándolas a degüello cuando quienes las practican son “los de arriba”, generalmente “triunfadores” en materia social, económica o política, actitud que aun sorprende en mayor medida cuando les otorgamos nuestra confianza, generalmente sin limites y sin medida, cuando se trata de hacerlos nuestros referentes, comprarle sus productos, o darles nuestros votos.
Sabiendo la dificultad que implica adentrarse en determinados terrenos ante el acoso sistemático de los apóstoles de lo políticamente correcto, de los fanáticos del más absoluto simplismo, que se agarran a cualquier coma, o a una mínima consideración sobre algo, de lo que han decidido previamente su maldad, sin mayores análisis que los propios de sus primitivos prejuicios, voy a adentrarme en ciertas comparaciones, no de distintos sistemas de ejercicio del poder, sino de actitudes populares y condiciones de vida de tiempos no tan lejanos.
Desde hace alrededor de cuatro décadas vivimos teóricamente “en democracia” (siempre he mantenido que, de verdad, ni siquiera la hemos catado todavía), lo que tras un análisis tan superficial como el que ahora se transmite a las nuevas generaciones, viene a significar que antes todo era malo y ahora es todo bueno, aunque, como todo en la vida, son los grises los que acaban aportando matices y dando objetividad a situaciones bastante más complejas.
Hoy no hay día sin noticias de corrupción política a todo lo ancho y largo del pais. Volviendo a los típicos análisis superficiales y aludiendo a las odiosas comparaciones, la respuesta políticamente correcta es siempre la misma: antes era peor, lo que pasa es que no lo sabíamos por la censura. Volviendo a los grises, la disculpa no es para nada correcta en su simpleza.
Si me refiero a la última década del franquismo, durante la llamada “dictablanda”, hay que convenir que no existía libertad de prensa, aun cuando había ciertos intentos que te permitían leer entre lineas ciertas cuestiones ajenas a los intereses del régimen, tanto en el orden político, como en el social y religioso. Hoy, en este sentido hemos ganado muchos enteros, aunque sigue habiendo censura, tanto en lo político, como en lo económico, social y religioso, sobre todo en provincias, y sé de lo que hablo, ya que el escribir “desde el exilio”, se debe a la censura de periódicos locales, tanto en materia política como religiosa (todavía), algo que aunque a los ingenuos pueda sorprender, está a la orden del día.
En aquel entonces no había ningún partido político (salvo !el movimiento!), Franco nombraba a sus más próximos colaboradores, a los que cesaba sin más cuando, a su entender, no respondían a su idea de las necesidades del pais, estos nombraban a sus lugartenientes, y así sucesivamente, en una organización puramente piramidal donde a lo largo de los años se había pasado de un negro evidente, a unos tonos de gris claramente identificables, y todo ello a través de unas instituciones y de unos cargos oficiales que no llegaban, ni de lejos, al 10% de los que hoy ocupan todo tipo de instituciones.
En cuanto a la composición del poder municipal, la Corporación local estaba formada por tres tercios, los llamados familiar, sindical y corporativo. El tercio familiar era elegido entre los vecinos por los cabezas de familia censados en el municipio, el sindical por las distintas secciones profesionales del sindicato único, aunque en la llamada “dictablanda”, buena parte del ilegal sindicato comunista se iba infiltrando con cierto poder en el sindicato oficial, y finalmente el tercio corporativo era elegido por entidades económicas, profesionales y culturales de la ciudad, a propuesta de una lista confeccionada por el gobernador civil, que finalmente era quien decidía la figura del alcalde de entre los elegidos. Es evidente que el resultado, solo respondía a la voluntad popular en pequeña medida pues, por un lado, ni para el tercio familiar ni el sindical se presentaban personas de conocida oposición al régimen, y por otro, para el tercio corporativo, los elegibles lo eran de una lista confeccionada por el gobernador civil, lo que dio en llamarse “democracia orgánica”, para finalmente nombrar como alcalde, el gobernador, a quien teóricamente podría conseguir mayores logros para su ciudad.
Hoy no existen esos tres tercios, pudiendo votar todos los ciudadanos la totalidad de la Corporación, pero !ojo!, de unas listas confeccionadas por los partidos políticos, auténticas mafias en las que no existe la democracia interna y donde el jefe local, provincial, o regional, acaba imponiendo la lista que más le conviene a sus intereses, y aun en el caso de que hubiera democracia interna, sería para la confección de unas listas cerradas sobre las que habría de pronunciarse toda la ciudadanía, y esa sería confeccionada (no se ha dado el caso todavía) por los militantes de cada partido, que en España son solo alrededor del 1% de los españoles, sin que el resto de los ciudadanos tengamos acceso a nombrar a nadie ajeno a todo ese tinglado, aunque nos pudieran parecer los mejores o los mas adecuados. Finalmente el alcalde es designado por los que han de formar la Corporación, y lo es no en función de ser el mejor o no, sino el que más interesa a los distintos partidos, aunque estos sean partidos perdedores y el alcalde el menos votado. Pues bien, a esto, en el argot políticamente correcto, se le llama democracia, y la mayoría de los analfabetos políticos españoles, los que dan poder, se lo creen.
En el caso de Vigo, que conozco sobradamente por haber vivido en la ciudad cuando era alcalde Tomás Pérez Lorente (el mejor alcalde de Vigo), posteriormente Rafael Portanet, y al haber entrado a trabajar como funcionario, siendo alcalde Antonio Ramilo Fernandez Areal, viviendo posteriormente la transición y pidiendo la excelencia voluntaria hace ahora algo más de veinte años, aburrido de tanta incompetencia y corrupción, he de manifestar que desde la Corporación de Pérez Lorente, compuesta en líneas generales, por lo más granado de la ciudad, en todos los aspectos, hasta hoy, donde abunda la más absoluta mediocridad y donde nadie pinta lo más mínimo ante el total y absoluto control por parte del peor alcalde que Vigo ha tenido en su reciente historia, el deterioro ha sido paulatino y constante en todos los aspectos.
En materia de corrupción, y conociendo algunos casos puntuales que se dieron siendo alcalde Rafael Portanet, he de asegurar también que hasta el advenimiento de la “democracia”, nada puedo destacar, pero que a partir de ahí, y ya con los partidos en danza, el grado de corrupción, más o menos sofisticada, no paró de ir en aumento, al menos en lo que yo pude conocer de forma directa, aunque de difícil denuncia ya que el grado de estupidez no llegaba a tanto como para ir dejando resquicios probatorios por el camino, siendo no obstante continuadas las peticiones de ayuda, tanto para los partidos como para los partidarios, y ahí no he conocido distingos entre partidos, habiéndose dado casos verdaderamente lamentables, lo que conocemos cantidad de funcionarios dentro de todas las administraciones, pues en la práctica totalidad de los casos, siempre es el político (o un mandado) el que pide, y no el ciudadano el que ofrece, aunque finalmente este “compre” a buen precio para sus intereses, pues si no lo hace él lo hará el siguiente en la lista, y siempre debiendo disponer de dinero “B”, ya que si no es así no tendrá nada que hacer.
Si damos unos pasos atrás en el contenido de lo que expongo, la disculpa a nuestras corrupciones, cuando abogamos por nuestro partido, nos hace creer que ello no es para nada censurable, ya que el partido actúa en bien de la sociedad, buscando lo mejor para todos, y qué mejor que hacer que los que van a sacar provecho de sus negocios colaboren, algo que además supone un trabajo para el recaudador, quien ha de estar bien pagado debido a la “dificultad” del trabajo, a la discreción que se le exige y a la fidelidad que se le supone, pues todo antes que comprometer al líder en el bien del partido y del modelo de sociedad que pretendemos, habiendo sido elegidos por el pueblo para tal fin. ¿Que hay de malo?…
Los partidos, al menos los dos principales, no solo se lo han creído, sino que en base a ello han ido creando unas mafias absolutamente incontroladas, que día a día han ido necesitando de mayores ingresos, para que sus mentiras transformadas en verdades de esperanza, para un pueblo que nunca ha hecho sus deberes, les den resultado, para lo que se han visto envueltos en una espiral de endeudamiento, de gasto y de dispendios de toda clase, ya sea con entidades bancarias, medios de comunicación o proveedores, que les han ido perdonando las deudas y que les ha llevado a ir contaminando a todo tipo de instituciones, ya sea oficiales o ciudadanas y todo ello con el estilo propio de cualquier mafia, donde el capo ordena y manda sin mancharse las manos, abandonando a su suerte a quienes le puedan comprometer y a quienes no han hecho de las reglas propias del recaudador su modus vivendi, léase cualquiera de los que día si, y día también, frecuentan nuestros juzgados.
Hoy, en España, los partidos políticos son los auténticos enemigos de la democracia, quienes frenan su implantación real en la sociedad española, quienes nos llevan a una ruina, tanto ética (corrupción), como social (institucional) y económica, con miles de paniaguados viviendo del cuento en cargos, carguitos y carguetes, absolutamente prescindibles, obscenamente bien pagados y férreamente asentados, desde bedeles de escuela, a jueces nombrados por los propios partidos, hoy mangoneando, con ello, todos los resortes de la convivencia.
No obstante, tras un fin de semana que habrá que analizar en detalle, tanto para Ciudadanos como para Podemos, la consolidación de sus líderes ha sido poco menos que un paseo militar, con ciertos problemas para Podemos, pero finalmente como se esperaba. Lo más grave es el que, en el caso de los partidos de siempre, los que tienen ya percebes en los cataplines de su permanente ejercicio mafioso, aun a pesar de todo el lastre de corrupción que pesa a diario sobre sus espaldas, el PP, como era de esperar, ha vuelto a colocar en la cumbre, sin oposición de ningún tipo, al máximo responsable de la cosa, y en el caso del PSOE, hemos asistido, vergonzosamente, al endiosamiento de otro desastre en la figura de Susana Diaz, la líder de donde con mayor profusión aflora la corrupción en España, aupada por lo más casposo y corrupto del partido, buscando ya todos situarse ante posibles futuros éxitos que les reporten nuevos y sustanciosas cargos.
Pues bien, lo más grave de todo, es que nuestro corrupto pueblo (en grado de colaboradores necesarios) siga dando el voto a toda esta camada de sinverguenzas, y todo ello aplaudiendo con las orejas.
Es como para largarse bien lejos y… el último que cierre la puerta.

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Miguel Font Rosell

Licenciado en derecho, arquitecto técnico, marino mercante, agente de la propiedad inmobiliaria.

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