Desde el Exilio

Miguel Font Rosell

El problema es la propia religión

 

Hace unos días recibía en el correo un video de un Imán español, en una mezquita española, en la que arengaba a la clientela sobre el trato que el Islam debería dar a la mujer, desde la única perspectiva de ser valorada como objeto de deseo. Para un occidental, que afortunadamente no practica religión alguna, escuchar tamañas sandeces, cargadas de un machismo insultante, resulta entre grotesco, indignante y a mi modo de ver, una clara apología del mal trato, de la discriminación de la mujer y un atentado a la dignidad humana, dignas de la inmediata actuación del ministerio fiscal, algo que por supuesto no ocurrirá, ya que ningún gobierno español, ni organización feminista al uso, ni partido político tienen, ni ha tenido, la suficiente decencia, ni valor, ni capacidad ética ni moral, como para actuar en consecuencia.
Casi al mismo tiempo, el obispo de Cordoba, Demetrio Fernandez, nos obsequiaba, una vez más, con nuevas perlas de su inagotable machismo, de entre las que cabe destacar, sin agotar su incesable producción, las siguientes: “la fecundación in vitro es un aquelarre químico de laboratorio”, “el abrazo amoroso de los esposos no puede sustituirse nunca por la pipeta de laboratorio”, “La Unesco tiene un plan para hacer que la mitad de la población mundial sea homosexual”, “la homosexualidad constituye una verdadera plaga”, “Si el marido o la mujer, dejando a su primer cónyuge, vive maritalmente con otro/a, comete adulterio, porque lo que Dios ha unido no lo separe el hombre”, “la ideología de genero destroza la familia, rompe todo lazo del hombre con Dios a través de su propia naturaleza”, sobre el anuncio papal referente a la nulidad de algunos matrimonios, afirma, “nadie puede deshacer – ni siquiera el Papa – lo que Dios ha unido por voluntad de los esposos en el sagrado matrimonio”, “Cuanto más varón sea el varón, mejor para todos”, “Cuanto más mujer y más femenina sea la mujer, mejor para todos en la casa”, “El hombre de la casa aporta la cobertura, la protección y la seguridad. Es el signo de la fortaleza y representa la autoridad que ayuda a crecer”, “El papel de la mujer es el de dar calor al hogar, acogida, ternura”…
También en este caso cabe indicar lo ya expuesto de que, escuchar tamañas sandeces, cargadas de un machismo insultante, resulta entre grotesco, indignante y a mi modo de ver, una clara apología del mal trato, de la discriminación y un atentado a la dignidad humana, dignas de la inmediata actuación del ministerio fiscal, algo que por supuesto no ocurrirá, ya que ningún gobierno español, ni organización feminista al uso, ni partido político, tienen ni ha tenido la suficiente decencia, ni valor, ni capacidad ética ni moral como para actuar en consecuencia.
Pero no nos engañemos, hoy el fundamentalismo islámico está pasando por sus mejores momentos, por altas horas altas de “brillantez”, algo que también ocurrió hace algunos siglos, no muy lejanos, con el cristianismo, o si nos desplazamos aun más en el tiempo con el judaísmo. Es el hombre quien se convierte en un energúmeno, pero es la religión quien le alienta, quien le proporciona las bases para el ejercicio de su intolerancia, y es siempre la misma, la religión abrahámica, de la que parten tanto el judaísmo, como el cristianismo o el Islam.
La sociedad civil evoluciona constantemente, con altibajos ciertamente, pero siempre hacia un mayor saber, hacia una mejor convivencia, tolerancia y respeto hacia los demás, hacia un mayor estado de libertad colectiva e individual, algo que casi siempre encuentra y ha encontrado su freno, en los fanatismos religiosos.
Cualquier texto científico, de carácter social, económico o político de hoy, nada tiene que ver con los escritos hace unas décadas, precisamente porque el mundo avanza corrigiendo sistemáticamente todos sus errores anteriores, rectificando, investigando, adoptando nuevos planteamientos, contrastando ideas, progresando en definitiva. La religión en general actúa de forma radicalmente distinta, anclada en textos de muchos siglos atrás, escritos cuando el conocimiento humano estaba en mantillas y todo parecía tener un origen misterioso, como misterioso era cualquier acontecer ajeno a la rutina más primitiva, lo cual al no disponer de avance científico alguno que lo justificase razonablemente, era asignado a supuestos designios divinos. Hoy, la mayor parte de los tratados que componen el llamado Antiguo Testamento, inspirados al parecer por la primera figura de esa trinidad de pintoresca justificación, el llamado Dios Padre, se han convertido ya en una novela de ciencia ficción en la que la acción bélica del pueblo elegido contra otros pueblos, alentada por un Dios cruel, vengativo y sanguinario, que no duda en llevar a cabo las mayores barbaridades, ajeno a cualquier manifestación de amor o misericordia, es una realidad incuestionable, salvo para quienes desde un fanatismo ciego arremeten con su intolerancia, contra todo lo que ponga en evidencia su empecinamiento más rancio, casposo e injustificable.
Pero no hay que olvidar que ese es el mismo Dios para judíos, cristianos y musulmanes, el mismo, aunque unos le llamen Yahvé, otros Dios Padre y otros Alá.
El machismo más extremo tiene su origen en la religión y en el sometimiento de sus seguidores a sus ancestrales, primitivos, y crueles textos, surgidos al amparo de una sociedad muy poco evolucionada en la que la fuerza era la única razón y donde, por tanto, la mujer tenía un protagonismo relegado exclusivamente al servicio del varón, de ahí el que sea consecuente la actitud de rabinos, obispos e imanes, con tales planteamientos, porque son los propios derivados de sus textos sagrados, inspirados, según ellos, por su Dios. Hoy sabemos que no existen los milagros, que tal consideración ha quedado relegada a todo aquello que a lo largo de la historia del ser humano, según el conocimiento de que disponía en cada momento, no le encontraba explicación, o bien se trataba de un fenómeno de supuesto acontecer, sin sometimiento alguno a prueba científica que lo corroborase, generalmente acaecidos a personas que creían ver u oír llamadas de un Dios, virgen, santo, o incluso de algún ángel o demonio que se comunicaba con ellos, claras evidencias de una situación de trastorno mental, hoy perfectamente conocido, e incluso tratado con éxito en neurobiología como fenómenos epilépticos (recordemos el mal de San Pablo, que le llaman en Irlanda) provocados por una pequeña irritación en el cerebro que induce a ciertas visiones y comportamientos consecuentes, algo conocido y estudiado por sus efectos oníricos sobre todo en Teresa de Jesús, Juana de Arco, Mahoma, Dostoievski, Santa Hildegarda y el propio Saulo de Tarso, quien pone la primera piedra para que sus discípulos culminen el nacimiento de una nueva religión: el cristianismo.
Lo que quizá más llame la atención y más ridículo resulte actualmente, es la estúpida coincidencia de las tres religiones en la condena del sexo en general, de considerar todo lo relacionado con el sexo como algo rechazable y consecuentemente causado por la mujer, quien ha de mantenerse en un estado de retraimiento, no vaya a ser que despierte los “naturales” anhelos del varón y le incite a pecar, algo al parecer muy propio de la mujer para los fieles a tales creencias, desde aquella actuación primera en la que aquellos personajes de fantasiosa creación montaron todo este circo del que todos somos supuestamente sucesores (lo del barro, la costilla, etc.).
En el mundo judío, para Yahvé, la mujer sigue siendo lo que era, aunque son relativamente pocos los judíos que profesan su fe de forma radical. Para los cristianos, depende de las múltiples confesiones que se han ido desgajando de la rama primigenia, a su vez desgajada del judaísmo, de tal manera que para Dios Padre en poco difiere de la concepción judía, para Dios hijo, las diferencias ya son algo notables pero no demasiado, mientras que para Dios Espíritu Santo, si hay alguien que lo sepa, que levante la mano. En el mundo islámico, pudiéramos decir que, en algunos aspectos, incluso han ido más allá del Dios judío en quien se inspiraron, situación que hoy el integrísimo actual lleva hasta las últimas consecuencias.
¿Porque este desprecio de las religiones abrahámicas hacia la mujer?. Lo cierto es que no se trata tanto de que la causa resida en un supuesto dominio mental, que también, como en una pérdida de poder del hombre por la amenaza sexual que representa en la mujer su aprovechamiento como arma desestabilizadora, lo que les ha hecho acuñar que el sexo solo tiene su aprobación en el seno del hogar y en sometimiento al dueño de la estirpe, de manera que fuera de ese contexto, el sexo se convierte en algo a combatir, en una amenaza para la estabilidad del hombre, en un arma de consecuencias imprevistas, lamentables y perturbadoras, de ahí que se considere como algo absolutamente impuro, lo que en un proceso de exaltación machista llegue a verse como algo sucio, convirtiendo consecuentemente a la bobada de la virginidad como signo incuestionable de virtud máxima en la mujer.
Hoy cualquier persona con un mínimo de sentido común comprende que en la virginidad no reside virtud alguna, ya que ningún efecto ético dimana de ella (todos somos hijos de la coyunda y nuestras madres unas santas, dentro o fuera del sagrado matrimonio) salvo para el alimento machista por excelencia, de querer ser el primero en romper el paquetito del regalo que la mujer le ofrece en prueba de sumisión, de copular, de ser penetrada por el maromo de turno, sin antes haber conocido varón, vamos, algo esencial para la convivencia, la paternidad y el avance de la sociedad en general, el acabose…
¿Que consideración tienen las religiones abrahámicas en sus organizaciones internas hacia la mujer?. ¿Alguna tiene la palabra en una sinagoga, en una iglesia, o en una mezquita?, ¿Se sabe de alguna que forme parte de las cúpulas de tales religiones?
La única dictadura teocrática existente en Europa, el Estado Vaticano, cuyo dictador ha sido designado por Dios a través del Espíritu Santo (mi reino no es de este mundo), con ejército propio y cárceles con presos en ellas (pon la otra mejilla y ama a tu enemigo), un banco plenipotente, principal receptor del dinero de la mafia, y poseedor del mayor patrimonio artístico que pueda atesorar Estado alguno (vende todo cuanto tienes y sígueme), sin ninguna mujer en sus órganos de dirección, sigue adjudicando a sus mujeres más cercanas el papel de rezadoras en conventos de clausura, o en labores puramente asistenciales de sumisión al hombre (enfermeras también las hay seglares), algo que de darse en la vida civil se convertiría en el mayor escándalo que imaginar se pueda, con la inmediata petición por parte de todos los políticamente correctos, de las más inimaginables condenas, y más cuando quien puede cambiar las cosas, arrepentirse y rectificar, no solo no está dispuesto a ello, sino que sigue nombrando para su corte a túzaros del calibre del tal Demetrio Fernandez y tantos otros que piensan y actúan como el susodicho pastor, sin que no solo nadie ponga “el grito en el cielo” por ello, sino que tales personajes son considerados en esta hipócrita sociedad, e incluso tenidos como sujetos dignos del mayor respeto.
Finalmente, lo que ya no resulta mínimamente defendible es el que, ante tamañas agresiones a la condición de la mujer, a su dignidad, a sus derechos y a su consideración como ser humano, aun sean estas quienes sostengan la presencia residual de alguien en las iglesias, aseguren la supervivencia del machismo islámico y judío, y se mantengan absolutamente pasivas en su militancia en organizaciones feministas que, sin embargo, estallan como hienas cuando un civil hace un mal chiste machista o, al contrario que con el obispo de Córdoba, quien sigue comportándose como un imbécil mitrado, a la manera del más puro energúmeno con mando en plaza.

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Miguel Font Rosell

Licenciado en derecho, arquitecto técnico, marino mercante, agente de la propiedad inmobiliaria.

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