Desde el Exilio

Miguel Font Rosell

Entre todos la mataron

 

Recientes estudios de la universidad neoyorquina de Columbia, han dejado meridianamente clara la relación entre el estado anímico y los fallos cardiacos.
Al parecer, en estados anímicos de irritación, enfado, profundas decepciones o tristeza, considerados estados anímicos negativos, nuestro organismo produce, por defecto, más adrenalina y con ello un aumento de la presión sanguínea lo que, de producirse de forma continuada o persistente, tiene muchas posibilidades de devenir en un infarto o en una degeneración cancerígena, riesgo que se acrecienta habitualmente a primeras horas, mayoritariamente alrededor de las 9 de la mañana, hora en la que estadísticamente se han dado la mayor parte de los casos, pues al poco que la luz del día corta la producción de melatonina, aumentando el cortisol, la hormona del estrés, aumenta a su vez la presión y el ritmo cardíaco, circunstancias que ante la posibilidad de seguir soportando situaciones anímicas negativas periódicas , acrecientan considerablemente el riesgo de infarto.
A las 0915 horas del miércoles 23 de noviembre, se daba la noticia del fallecimiento de Rita Barberá Nolla, víctima de un infarto, justo dos días después de haber declarado en el Supremo como investigada por un presunto delito de corrupción por blanqueo de capitales. El supuesto delito, consistiría en haber entregado la cantidad de 1.000 euros, de su bolsillo, al partido popular, a cambio de la entrega del partido a ella, de otros 1.000 euros en dos billetes de 500, y todo ello sin prueba alguna que soporte tamaño delito (ella negaba haber recibido nada), ni testigos que lo corroboren, ni evidencias contrastadas que demuestren que el supuesto blanqueo se haya producido debido a que los supuestos dos billetes (de curso legal), procedían de alguna actividad delictiva de la que la acusada fuera más o menos responsable. Vamos, un escándalo colosal de dimensiones estratosféricas en la puritana España, nunca destacada por tamaños desafueros.
La verdad es que si no fuera porque a veces la realidad supera la fantasía, el asunto no pasaría de una broma de mal gusto, cuya primera observación pasaría por considerar que en todo caso, habría que acusarla por colaboradora necesaria de un supuesto delito cometido por el Partido Popular, no por la propia Rita Barberá, pues el supuesto beneficiado del hipotético blanqueo es el partido, no quienes contribuyen en su ayuda simplemente cambiando un tipo de billetes por otros, algo que hasta hace poco tiempo se hacía sin problema alguno a través de cualquier banco, pues los billetes de 500 euros no dejan de ser billetes de curso legal y a nadie se le pide que cuando recibe alguno de esos billetes haya de investigar su procedencia, ni prejuzgar su ilegalidad, algo que, si es lo que se pretende, con retirarlos de la circulación, asunto arreglado, lo que me temo que no se producirá al menos hasta que los partidos políticos, sus recaudadores y los “salpicados”, hayan acabado de blanquear sus negadas cajas “B”.
Rita Barberá ya había sido denunciada en el llamado caso “Rita Leaks”, cuando sus adversarios políticos de Comprimís, sostenían que poco menos que estaba dilapidando, en lujos de todo tipo, el patrimonio municipal del ayuntamiento valenciano. El Supremo archivó entonces el caso, al no encontrar indicio alguno de delito.
Vivimos en un teórico y flamante “Estado de Derecho”, que implica el presuponer que nadie ha cometido delito alguno si no es condenado por ello por un tribunal, y que para ello le será aplicada la ley exclusivamente, ni supuestos indicios, ni presupuestos interesados, ni querencias populares más o menos canalizadas por intereses confesables o inconfesables. Para ello es preciso una denuncia previa que implique un incumplimiento de la ley, acompañada de las suficientes pruebas para que un juzgado no encuentre duda sobre la culpabilidad del acusado.
Por mi experiencia particular y tras haber sido funcionario municipal durante cerca de 20 años en un ayuntamiento en el que la corrupción era moneda de cambio habitual entre la clase política, principalmente en los dos partidos habituales (no me refiero, por tanto, a la época franquista) he sido conocedor, de primera mano, de prácticas habituales en más de algún alcalde y en varios concejales que, de ser públicas, escandalizarían a tanto incauto que aun cree en los peces de colores pero, todos ellos se han ido de rositas y hoy aun siguen siendo honorables ciudadanos, y ello por la sencilla razón de que ni han dejado huella, ni prueba, ni evidencia demostrable, ni además, y sobre todo debido a ello, nadie los ha denunciado, cuando el supuesto delito de la alcaldesa de Valencia, al lado de los suyos, es un infantil juego de niños.
Ello es así en un Estado de Derecho, aunque pueda parecer injusto, pero lo que no es de recibo es que los medios en general, y la babosearía ciudadana, ya tan extendida en este pais de canallas, sustituyan a los tribunales, condenando, de entrada y desde el primer momento, a quien el medio de que se trate señale en aras de encontrar con ello el vellocino de oro de sus deleznables prácticas periodísticas, algo desgraciadamente ya tan extendido que hace de quien pueda pedir cordura, un sospechoso de colaborador del supuesto reo de condena mediática. No olvidemos que las condenas mediáticas lo son urbi et orbe, para siempre, con una difusión muy superior a cualquier otro tipo de condenas y sin derecho a recurso alguno.
A Rita la mataron entre todos. Si, suena duro, pero siempre me ha asqueado la hipocresía de lo políticamente correcto. Desde la mayor parte de la prensa española, que ni recapacita, ni lo hará, pasando por sus adversarios políticos, a los buitres carroñeros de su partido, dispuestos ahora a echar balones fuera, a escandalizarse y a llorar en su entierro, al tiempo que la abandonaban a su suerte, tras haber sido su bandera durante lustros de vivir de los votos que arrastraba, a los canallas que aunque se jacten de que, unidos-pueden, son incapaces de prescindir de sus miserables anhelos y de su vocación de bailar sobre la tumba de sus pretendidos y corruptos enemigos, aunque ellos no se limiten a canjear billetes más o menos sospechosos, sino a financiarse a través de lo más deleznable de la política mundial, todos han contribuido al desenlace final.
Sus últimos meses, acusada de un supuesto delito de gilipollez notoria, en la que no dejó de poner más cretinez el Supremo, con su procesamiento, no fueron otra cosa que un linchamiento constante por parte de todos, con pintadas en su domicilio, anónimos insultantes y todo tipo de “democráticas” cobardías por parte de un pueblo que en materia política no pasa de ser un analfabeto funcional, pero que a la hora de linchar a alguien, acude presto a la menor llamada de cualquier medio, ávido de sacarle provecho para luego seguir, día a día, la crónica de un espectáculo de circo romano en el que descargar sus frustraciones. Incluso el famoso “bigotes”, ejemplo de conseguidor de quienes bien conoce, ha tachado de “mierdas” a los miembros del PP que la abandonaron “como a una perra”, algo que sí está en la mente de muchos, como el sentimiento de indignación que uno experimenta cuando, a pocos minutos de su muerte, el líder de su partido, responsable máximo de todo lo que allí ocurre, esbozaba un amago de lagrimeo por la pérdida de su indeseable apestada.
Rita era licenciada en Ciencias Políticas, Económicas y Empresariales y licenciada también en Ciencias de la Información, habiendo trabajado como periodista con anterioridad al ejercicio de su larga carrera política, en la que ocupó la alcaldía de Valencia durante 24 años, la presidencia de la Federación de Municipios y Provincias otros 8 y 32 como diputada, ocupando últimamente un sillón en el Senado. Contaba en su haber con la transformación radical de la ciudad de Valencia, no solo en su aspecto morfológico, sino en su protagonismo económico y empresarial, sin que se le conozca patrimonio personal alguno, aun cuando lleve cerca de 40 años de poder político a sus espaldas. Un caso insólito en España, sobre todo entre sus principales dirigentes, léase Felipe Gonzalez, José Mª Aznar, etc.
Seguro que en su larga trayectoria política habrá llevado a cabo grandes aciertos al tiempo que grandes errores, hechos impagables y otros para olvidar, pero lo que es innegable es que se trataba de un personaje único, entregado a una ciudad a la que dedicó su vida, a un partido que no la merecía y a un pueblo veleta que hoy adora a sus figuras y mañana las masacra sin mas motivo que responder a los aullidos de la manada.
Rita Barberá Nolla, rechazada por todos aquellos que más agradecimiento te debían, descansa en paz y recibe el cariño de tus familiares, quienes acertadamente han pedido que ningún político, ni representante de institución alguna, te acompañe en tu último transcurso.

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Miguel Font Rosell

Licenciado en derecho, arquitecto técnico, marino mercante, agente de la propiedad inmobiliaria.

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