Desde el Exilio

Miguel Font Rosell

¿Gallegos al poder?

Castellanos de Castilla, tratade ben os galegos, cando van, van como rosas; cando ven, ven como negros”, decía Rosalía de Castro a propósito de la emigración y del mal trato que se daba en Castilla a los gallegos, y aun continuaba con, “Permita Deus, casteláns, casteláns que aborrezo, que antes os gallegos morran que ir a pedirvos sustento”.
Hoy la prensa gallega, en general, echa en falta la presencia de ministros gallegos en el nuevo gobierno Rajoy, como si de ello dependiera un futuro más o menos brillante para nuestros intereses. Confieso que aunque tal razonamiento pudiera tener ciertos visos de lógica, tras una vida residiendo la mayor parte de ella en esta tierra, tal llanto, ingenuidad y ceguera, no dejan de sorprenderme.
Galicia ha sido siempre tierra de emigración. Desde Vigo, hace ahora algo menos de un siglo salían barcos enteros de emigrantes con destino principal en Sudamérica, donde desheredados de la tierra, víctimas de un minifundio secular y de un sistema hereditario que no hacía más que propiciar la ruina, la desmembración y el final de la agricultura y la ganadería, ponían sus esperanzas en el inicio de una nueva vida, que en su esperanza veían plagada de oportunidades, lejos de caciques seglares y eclesiásticos de costumbres ancestrales, y también en compañía de la tristeza que alimenta la nostalgia, la añoranza y el fracaso de una vida sin luminosos horizontes.
Pueblos enteros del profundo rural, tanto gallego como leonés, embarcaban hacia la aventura de sus vidas. Otros, en espera de pasaje, vieron en la ciudad viguesa una esperanza más cercana a sus anhelos y aquí se quedaron haciendo que la ciudad creciese al ritmo de su necesidad de mano de obra, ante la prosperidad que iniciaron inversores catalanes en la explotación de todo lo relacionado con el mar.
Pasados unos años, la mayoría se integró en aquellas sociedades que les acogieron, aunque algunos regresaron generalmente en busca del retiro que su morriña les dictaba, principalmente aquellos que se fueron haciendo con un mínimo capital que les permitiría ciertas inversiones con las que labrarse un retiro y volver a su lugar de origen como un triunfador o al menos dignamente.
Ya en los años 50, una nueva oleada de emigrantes volvió a abandonar sus lares, esta vez con destino a Centroeuropa, principalmente a Alemania, aunque no con la opción de quedarse, sino para volver con una hucha que les posibilitase montar un pequeño negocio en su tierra y vivir de ello hasta su retiro.
Hoy de nuevo, otra forma de emigración empieza a darse entre jóvenes bien formados que no ven futuro en su tierra y que al amparo de una globalización incipiente, ven posibilidades de desarrollar sus conocimientos de forma más apreciada en otros países. Por otra parte, resulta descorazonador el resultado de cierta encuesta que mayoritariamente arroja como resultado de aspiraciones de futuro en nuestros jovenes, el tener como horizonte laboral la consecución de un puesto de trabajo en la Administración, muy por encima de buscarse la vida en la creación de nuevas empresas, y puestos ya a escoger, prefieren incluso… la política.
Curiosamente, en esta última centuria no han escaseado para nada, sino todo lo contrario, la presencia de “emigrantes” gallegos que llegados a Castilla han hecho política para España y siempre desde primera linea, siendo con ello la región cuyos líderes más tiempo han gobernado el país, con el apoyo de nada menos que 28 ministros gallegos desde 1931. Políticos como Casares Quiroga (primer ministro cuando estalla la guerra civil), Calvo Sotelo (cuyo asesinato acabó desatando la revuelta), Francisco Franco, Camilo Alonso Vega (el de mayor permanencia en el gobierno), Pio Cabanillas, Manuel Fraga, Abel Caballero, Pepiño Blanco y ahora Mariano Rajoy, entre muchos otros, han copado la mayor parte de los resortes del país a lo largo del último siglo, circunstancia que inexplicablemente (o no tan inexplicablemente) en nada ha beneficiado a los gallegos ni a Galicia en general, pues estos, ni cuando fueron lo hicieron como rosas, ni cuando volvieron ejercieron como negros, pues o nada han querido saber de Galicia, o si han vuelto ha sido solo en plan folclórico o rechazados de aspiraciones más elevadas.
Franco llegó a decir que lo dejaba todo atado y bien atado, y lo cierto es que algo si ha dejado bien atado y es el concepto de ejercicio del poder que nos ha quedado a todos, desde el pueblo llano a los medios y sobre todo a los dirigentes, pues aun habiendo pasado ya más de 40 años desde su muerte, la esencia de la democracia no ha hecho más que aparecer teóricamente, sin que en la práctica hayamos tenido noticia alguna de ella. A tal punto hemos llegado que hoy nadie se plantea que un gobierno lo forma un equipo y que las decisiones las debe tomar, democráticamente, la mayoría de ese equipo aun a costa de la opinión del presidente si esta es minoritaria, sino de forma absoluta el presidente, y sobre todo si ese presidente se llama Mariano Rajoy, césar absoluto de su partido, donde nada se mueve sin que se trate de una decisión suya, donde nadie discrepa so pena de ser destituido, olvidado y condenado al ostracismo, lo que ya ocurría tanto con Franco como con Fraga, figuras todas ellas absolutamente representativas de un secular caciquismo, aunque eso si, de toda la galopante corrupción del partido no sabe absolutamente nada, pues él solo pasaba por allí, …eso es cosa de otros.
Decía Inigo Errejón (los podemitas suelen no acertar en los remedios, pero si en el diagnóstico) que si Rajoy pudiera clonarse, se hubiera nombrado, por partida múltiple, ministro de todo. En esas condiciones, ¿que necesidad tenemos los gallegos de más ministros de la tierra?.
Otra cosa es que Rajoy siga la sempiterna tradición de todos los políticos gallegos cuando llegan a Madrid, de ignorar todo lo que Galicia necesita o hacer lo contrario. ¿Que hicieron en la república Casares Quiroga o José Calvo Sotelo por Galicia?. ¿Que hizo Franco, o “Don Camulo”, o Fraga en la dictadura?, ¿Que han hecho por Galicia Fraga, Abel Caballero, Pepiño Blanco o Rajoy desde Madrid, en la democracia?.
Fraga nos dejó la constante ruina económica de Silleda, del Monte del Gozo y el enorme error del trazado del AVE en “Y”, cuando de haber sido en “L” con entrada por Orense-Vigo en lugar de Orense-Santiago, aparte de cubrir mucho mejor la demanda, nos hubiera regalado, ya especializada, la linea actual del Miño y el AVE atlántico terminado, algo incapaz de defender Vigo (ni sus políticos, ni sus empresarios, ni su pueblo) en su momento. Abel Caballero, en su corta etapa de ministro, antes de que Felipe Gonzalez prescindiera de él, habiendo sido el peor ministro de la democracia, según el propio periódico El Pais, nos dejó el trazado de la autovía entre Vigo y Porriño, desgraciadamente convertida en la que más accidentes mortales ha producido en España desde su creación, ahora con tramos de limitaciones a 60 km/h para evitar la constante sangría y aprovechamiento de la “desfeita” para sangrar a multas a sus usuarios, para mas “inri”. Pepiño Blanco, no quiso, no supo, o no pudo, al parecer para adelgazar el presupuesto, dotar a la entrada del AVE en Santiago de una seguridad que hoy todos lamentamos. Rajoy ha condenado recientemente a su “amada” Pontevedra, de forma vergonzante, a seguir padeciendo la ubicación de una celulosa que acabó en su día con la joya pontevedresa como lugar referencial en el sur de Galicia a orillas de su ria, a asentar la sangrante referencia de Pontevedra como ciudad pestilente. ¿Alguien cree que hasta el momento han sido nuestros políticos en Madrid nuestro primer apoyo, o nuestra permanente pesadilla?
Hoy tenemos al presidente del gobierno y a la presidenta del Congreso de los Diputados, un gobierno a las ordenes de su presidente, un presidente de la Comunidad en el mismo partido que el presidente del gobierno y en sintonía con este. En esas condiciones, ¿que necesidad tenemos de un ministro gallego?, ¿para qué?. Por otra parte, ¿somos los gallegos conscientes de cuales son nuestras necesidades y nuestras posibilidades, de cual es el futuro que queremos para Galicia?. Me temo que no, y ahí reside el principal problema.
La idea que desde Madrid se tiene de Galicia es la de una región apartada y atrasada, muy bonita y donde se come muy bien, pero poco más. Quienes profundizan algo más se asombran de la continua guerra que mantienen unos contra otros sin la menor unión a la hora de fijar objetivos comunes y de solidarizarse en la consecución de tales objetivos. El norte contra el sur y viceversa, el oeste despreciando y ninguneando al este, Vigo enfrentándose a todo, a todos, auto proclamándose el motor y la ciudad más importante de Galicia, pero llorando permanentemente sus miserias por las esquinas, sin aportar solución alguna a sus pretendidos males y culpando de ello a La Coruña en primer lugar, a Pontevedra por ser la capital de la provincia, a Santiago por serlo de Galicia, a Madrid por ignorarnos, a Orense por llenarla de orensanos y a Lugo… pero, ¿existe Lugo?.
Si no anteponemos Galicia al reino de taifas en lo que nos hemos convertido, nada conseguiremos, nada podremos pedir y ningún caso nos hará nadie por muy gallegos que sean los que ocupan el poder, quizá ya hartos de tanta incoherencia, de que todos le pidan únicamente lo que perjudica al vecino.
Somos la principal frontera con el Portugal más rico y competitivo, disponemos de los puertos más cercanos al continente americano, más abrigados y con mayores calados, estamos a medio camino marítimo entre Europa y el continente africano, disponemos de tres aeropuertos, idiomáticamente nos entendemos de forma fluida no solo con los portugueses, sino con un mercado de 200 millones de personas como es el mercado brasileño, etc., y de todo ello no aprovechamos absolutamente nada, ni nos lo planteamos, y por supuesto nada exigimos tendente a rentabilizar tales facultades. Sin embargo, nunca mejor que ahora para aprovecharnos de esas circunstancias en un momento de especial relevancia.
En muy poco tiempo, los grandes super contenedores (post panamax) que comercian en el Pacífico entre la costa americana y Asia, de mucho mayor tonelaje, eslora y calado que los que operan en el Atlántico, empezarán a pasar por el nuevo canal de Panamá, debiendo comunicarse con los principales puertos europeos por el norte de las islas británicas, con el peligro que ello representa, ya que sus calados, en gran medida, son incompatibles con los del canal de la Mancha, y ahí es donde Galicia, como ya apuntó en su día Juan Martínez, por falta de visión y anticipación, lleva años perdiendo el tren de la competitividad.
Si fuéramos capaces de pensar en Galicia en lugar de hacerlo aldea por aldea y ofrecer una entrada especializada en nuestros puertos, con dos únicas autoridades portuarias perfectamente coordinadas, la del norte con los puertos de Ferrol y La Coruña y la del sur con los de Vigo, Marin (Pontevedra) y Vilagarcía (Santiago), especializando cargas en cada uno, sin competencias internas, estableciendo parques logísticos bien dimensionales en sus entornos, con comunicación ferroviaria entre ellos que conectaran con la vía del Miño por el sur hacia Madrid, y por Asturias por el norte hacia Francia, nos convertiríamos en un polo de desarrollo que sin lugar a dudas atraería gran cantidad de inversiones, nuevas industrias, polígonos logísticos y la creación de un incremento enorme en puestos de trabajo. Para ello no son precisas grandes inversiones, pero si la firme decisión de prescindir de los pequeños enfrentamientos internos, de ser mas generosos y de pensar en Galicia en lugar de hacerlo en cada ciudad, o en cada barrio.
Ello exigiría especializar a cada uno de nuestros puertos, aeropuertos y regiones, evitando competencias y creando sinérgias. Hoy, en Galicia, no disponemos de transporte ferroviario con Francia y el de Madrid no llega al 1% del total existente entre ambas regiones, siendo Valencia, en lugar de Galicia, el puerto de Madrid, estando gran parte de Europa colapsada en sus carreteras debido al transporte de camiones a base de un contenedor por camión, una locura que se agravará cuando entren los primeros post panamax, cuando, sin duda, el futuro volverá a ser el ferrocarril a partir de largos convoyes que lleguen puntuales a sus destinos a través de lineas seguras, especializadas y a los principales nudos de comunicación para desde ahí repartir las cargas locales.
En materia aeroportuaria, un solo aeropuerto como el de Oporto tiene más movimiento que los tres de Galicia juntos, siendo gran parte de sus usuarios industriales gallegos, y ello debido sobre todo a que los tres gallegos se destrozan unos a otros en una feroz y subvencionada competencia sin sentido.
Hoy un convoy ferroviario, para ser competitivo, ha de ser de gran longitud y, más que veloz, ha de ser puntual en sus llegadas, lo que exige que si se trata de una línea compartida con trenes de pasaje, exista a lo largo de su trazado un número importante de vías muertas de gran longitud donde poder coordinar las esperas y asegurar con ello la llegada a su destino en las horas previstas. Así mismo, en materia aeroportuaria no se es competitivo si no se gestionan al tiempo los transportes en un sentido y los retornos de otro tipo de mercancías a los lugares de origen, siendo así que hoy el pescado que llega a Galicia desde Africa del Sur, lo hace vía Zaragoza debiendo luego desplazarse en multitud de camiones, en lugar de llegar a Galicia directamente, y ello por falta de retornos desde la propia Galicia.
Por otra parte, y como apunto Kenichi Omahe en su estudio sobre las posibilidades gallegas de llegar a ser referencia, es preciso que al amparo de Inditex en el norte y la factoría PSA-Citroen en el sur, especialicemos cada zona creando nuevas fabricas textiles en la influencia del puerto, aeropuerto y trazado ferroviario del norte y, sobre todo, con la ubicación de una o dos nuevas factorías automovilísticas en el sur, cediendo terrenos para ello, lo que impulsaría la ubicación de algo fundamental, como es el disponer de un gran número de industria auxiliar, verdadero tirón del sector y llave para ser referencia.
Si queremos ser una región rica, de referencia y competitiva, hemos de ser generosos, pensar en Galicia y en coordinarnos por encima de cualquier otra consideración. Para ser el puerto de Madrid hemos de especializar la linea férrea del Miño a los efectos de que el transporte portuario llegue a la capital al menos el 60% vía ferrocarril, para ello es preciso transformar la linea especializándola en transporte, con la dotación de nuevas vías muertas en lugares estratégicos, lo que habrá que hacer igual por la cornisa cantábrica a los efectos de comunicarnos directamente con Europa.
En materia aeroportuaria, si especializamos en carga especializada a Peinador (Vigo) y Alvedro (La Coruña) con las lineas mínimas necesarias de pasajeros a lugares estratégicos, y dejamos como principal aeropuerto de pasaje el de Lavacolla (Santiago), como único aeropuerto internacional, coordinando incluso con el de Oporto y comunicándolo con el resto de las capitales gallegas vía ferrocarril de alta velocidad desde la estación de Santiago, un pasajero que coge ese tren en Vigo destino Lavacolla, factura en el propio tren y desembarca directamente en la propia salida del avión de que se trate, en menos tiempo (aproximadamente una hora) que el que necesita desde su propio aeropuerto entre desplazamiento, espera y facturación, de forma mucho más cómoda, sin tener que desplazarse desde el centro de la ciudad hasta Peinador, aparcar y cargar con el coste correspondiente.
Es evidente que consiguiendo lo expuesto, Galicia se situaría en el mapa internacional como un lugar de referencia, sin demasiadas inversiones, pues lo tiene todo para triunfar en este sentido, cuestiones turísticas y gastronómicas aparte, pero para ello es preciso un radical cambio de mentalidad. No se trata de más ministros gallegos, sino de conocer nuestro posible destino, quererlo, ser generosos, y poner los mimbres para conseguirlo.
De momento, con una Xunta que nada se plantea como objetivo de Galicia en el mundo competitivo en el que habrán de defenderse nuestros hijos, alcaldes ocupados en sus guerras intestinas, en capitanear áreas metropolitanas que nadie sabe para que van a servir, pues lo único importante ha sido conocer el grado de poder que pueda ostentar su máximo cacique, con poblaciones como la viguesa, que se conforman con que un embaucador les contente con cuatro aceras, unas cuantas rotondas con sus correspondientes horteradas, les cuente todo tipo de mentiras y les alimente su victimismo, estamos en las antípodas de nuestras posibilidades, de reconocerlas y de exigirle a nuestros políticos gallegos en Madrid, incluso a los de aquí, algo coherente para Galicia, independientemente del número de ministros de la tierra con que contemos. Así las cosas, ¿gallegos al poder?, ¿para qué?

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Miguel Font Rosell

Licenciado en derecho, arquitecto técnico, marino mercante, agente de la propiedad inmobiliaria.

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