Desde el Exilio

Miguel Font Rosell

Cuanta envidia…

 

El mismo día en que en España, en aplicación de la ley 18/1987 de 7 de octubre, celebrábamos nuestra Fiesta Nacional a los efectos de conmemorar nuestra proyección lingüística y cultural más allá de nuestras fronteras, como reza la exposición de motivos de la propia ley, y lo hacíamos, como viene siendo habitual en nuestro carpetovetónico y casposo proceder, no a través de actos culturales y de exaltación de nuestro común idioma, sino a base de sotana y espadón, alabando en procesión a la virgen del Pilar y vitoreando en desfile a la cabra de la legión, en Estocolmo se decidía otorgar la máxima distinción literaria internacional a un cantante norteamericano de voz peculiar y absolutamente reconocible por cansina, aflautada y poco menos que insoportable, llamado Robert Allen Zimmerman, o si mejor se quiere, Bob Dylan.
Si nos quedáramos ahí, algo no encajaba…
Afortunadamente, como uno ya tiene una cierta edad, se ha equivocado gran cantidad de veces, pero tiene la virtud de que no le importa rectificar sus criterios ante otros más acertados, como casi siempre que algo no encaja, toca informarse.
Se trata de un premio de literatura, con lo cual aquí ni se está valorando la voz, ni la música que le sirve de soporte, sino sus letras.
España, al parecer, sigue siendo el pais de Europa en el que menos hablamos y ni siquiera comprendemos el inglés, de hecho ninguno de nuestros máximos representantes en Europa sabían, ni saben, papa de inglés, haciendo un ridículo espantoso al necesitar siempre a su lado a una carabina que vaya corrigiendo tal minusvalía, lo que no es más que un claro reflejo de nuestro pueblo soberano, entre los que me incluyo. En estas condiciones, entender las letras del cantante en cuestión y valorar sus mensajes, resulta poco menos que heróico para la inmensísima población hispana que escucha sus canciones, aunque nuestra sempiterna condición de rebaño (algo casi siempre presente al valorar cualquier manifestación artística) nos lleve eternamente a magnificar al fulano mucho más allá de lo que interiormente nuestro propio criterio aconseje (eso se llama dignidad), simplemente porque se trata de alguien mundialmente reconocido, actitud de la que afortunadamente conseguí librarme años ha.
En esas condiciones, no queda otro remedio que entrar en Internet a echar la caña con un cebo del orden de “letras en español de las canciones de Bob Dylan”. Sin gran esfuerzo, en unos segundos, ante nuestros ojos lectores de español, aparecen claras e inteligibles las letras de sus canciones, la causa del afamado premio, y ahí, señores, reconozco que no queda otra que descubrirse, y en una pirueta circense o de político en apuros, cambiar radicalmente de opinión. Sus letras, su personalidad, su acidez combativa, su sátira mordaz, su profundidad, transmitida además a través de un vehículo que llega a casi todos como es la música, en un idioma, salvo excepciones, prácticamente universal, hacen del poeta laureado, a mi entender, un digno merecedor del cotizado galardón de la fundación Novel.
Podríamos traer aquí multitud de estrofas de sus conocidas canciones y recrearnos en su contenido, pero no me quiero detener en algo que a partir de ahora va a pasar a ser políticamente correcto, como glosar la figura del cantautor americano, sino tirar del hilo de algo que un día le oí a Luis del Olmo, hablando de nuestro extraordinario humorista Tip. Sostenía Del Olmo que, aun sin menospreciar a Groucho Marx, si los americanos tuvieran a Tip le hubieran reconocido como el mejor humorista de la historia, cuando Groucho necesitaba preparar sus ocurrencias mientras en Tip eran algo espontáneo, natural, constante y de una creatividad fuera de serie, comparaciones que igual podríamos llevar a cabo entre el idolatrado Bob Hope y nuestro Faemino, o entre la mundialmente valorada Joan Baez y nuestro inigualable Serrat, o entre el recién galardonado Novel Bob Dylan y nuestro extraordinario poeta Joaquín Sabina, a mi entender, y aun habiendo descubierto muy positivamente a Dylan, muy por encima del admirado poeta de Duluth (Minnesota).
De todas formas, aquí todo eso poco nos importa, pues cuando hemos de conmemorar nuestra cultura o nuestro idioma, siempre sabemos como hacerlo, con procesiones y desfiles. !Que se habrán creído esos suecos con sus premios de literatura!. Ellos no tienen ni tendrán nunca ni la virgen del Pilar ni la cabra de la legión, que por cierto no es cabra sino un cabrón como Dios manda… con dos cojones.
!Hala, envidiosos, a rascarla…!

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Miguel Font Rosell

Licenciado en derecho, arquitecto técnico, marino mercante, agente de la propiedad inmobiliaria.

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