Desde el Exilio

Miguel Font Rosell

Demasiado importante para estar en manos de políticos

En España, en general, se confunde habitualmente el urbanismo con su vertiente puramente legal, adjudicándole su principal protagonismo en detrimento del concepto de fondo que la materia comporta.

La regulación urbanística, en épocas anteriores en manos del Estado y por tanto uniforme en las distintas regiones del país, hoy depende en su mayor parte de las consideraciones particulares que cada Autonomía le haya querido transmitir, siendo así que cada una regula el particular independientemente, lo cual, cuando en otras materias puede tener un sentido más o menos considerable, aquí lo pierde, ya que nada o muy poco impide su regulación desde planteamientos muy similares, con pequeñas excepciones perfectamente regulables a través de consideraciones particulares en la propia ley. Como el urbanismo forma parte del teatro demagógico de la importancia trascendental de la autonomía propia a la que cada Comunidad aspira y sus políticos manejan, hoy contamos con una regulación distinta, para deleite de autonomistas de pro, aunque en el fondo puramente formal, en cada Comunidad.

La aplicación de tal regulación tiene su principal protagonismo en las ciudades, en los principales núcleos urbanos de cada Comunidad.

Pero el urbanismo no es más que la ordenación de objetivos, de manera que sin objetivos el urbanismo carece de utilidad, mas allá de afianzar las ambiciones personales o de partido de cada grupo político, ajenas generalmente a las propias de la ciudad en la que se aplica.

Existe una secuencia fundamental que, de no entenderse, y en general ningún político la entiende ni la ha entendido, el resultado suele degenerar en un verdadero desastre que únicamente conduce a la proliferación de la especulación pura y dura y de la financiación encubierta de partidos y partidarios, lo que se ha convertido ya en el pan nuestro de cada día en toda nuestra geografía.

Toda persona suele intentar formarse para poder defenderse en la vida, especializándose en algún particular conocimiento para de ello hacer su sustento y la capacidad de avanzar en sus objetivos. A las ciudades les ocurre lo mismo, han llegado al lugar en que se encuentran porque de alguna manera han sido competitivas en algún campo, han sabido crecer a partir de objetivos claros que les han llevado a su prosperidad, pero esos objetivos ha habido necesidad de ir modificándolos en función de las distintas oportunidades históricas que le han afectado, para bien y para mal.

En nuestras proximidades existen claros ejemplos de ello, tanto en positivo como en negativo.

En el lado positivo tenemos el ejemplo de Santiago de Compostela, una ciudad que nace en una encrucijada de caminos, de este a oeste, por un lado, comunicando el interior con la costa, y de norte a sur por otro, lo que hace que en primer lugar sea el comercio el principal protagonista de sus primeros crecimientos. Posteriormente la Iglesia, en un momento crucial y comprometido de su existencia, se inventa la peregrina idea de la tumba del apóstol y su correspondiente peregrinación y la ciudad se reconvierte con ese nuevo objetivo, llegando a un crecimiento ya significativo, con repercusiones internacionales de cierto calado. Pasan los años y de nuevo da otro salto cualitativo con el nacimiento de la universidad, cubriendo con ello toda la demanda de Galicia e incluso de regiones limítrofes, por lo que a la etiqueta de ciudad comercial y religiosa une entonces la de cultural. Con el paso del tiempo y con la proliferación en España de universidades en cada rincón que las reivindique, perdido ese protagonismo, surge de nuevo un objetivo cual es el de convertirse en la capital de Galicia, lo que le otorga un estatus superior al de la provincia, con una dotación de infraestructuras de primer orden y un nuevo protagonismo nacional que la convierten en el primer referente de Galicia en España. Pasan los tiempos y un nuevo impulso resucita con fuerza en la figura del Camino de Santiago, añadiendo al camino tradicional toda una serie de nuevas propuestas que comunican cualquier rincón con la capital gallega, haciendo del turismo su principal modus vivendi, algo que Santiago ha ido consiguiendo a lo largo de su historia según se han ido definiendo objetivos y poniendo los medios necesarios para su consecución.

En el lado negativo tenemos el ejemplo del Vigo actual, pues hasta el advenimiento de la democracia, la trayectoria de la ciudad, con objetivos distintos a los de la capital, seguía en éxitos el camino ya descrito.

Vigo nace de su proximidad al mar y principalmente de la actividad pesquera, creciendo en mayor medida que sus ciudades circundantes en principio de mayor presencia, como lo fueron Pontevedra (capital administrativa), Tuy (capital eclesiástica) y Bayona (puerto principal). La conserva, la salazón y la construcción naval la van poniendo en órbita, al igual que el convertirse en principal puerto de salida de la emigración a sudamérica, una emigración que lleva a la ciudad a recoger a gran parte de quienes finalmente deciden no cruzar el charco y establecerse en una ciudad entonces enormemente pujante, tanto con origen en provincias interiores de la Comunidad, principalmente Orense, como en limítrofes, concretamente de la Comunidad leonesa. Un nuevo salto de proporciones importantes lo constituye el emplazamiento de la factoría de automóviles Citroen, al tiempo que se le otorga una de las pocas Zonas Francas de la península, lo que trae

consigo la implantación de nuevas industrias dependientes de las necesidades de la factoría y del tráfico internacional de mercancías, creciendo nuevamente y ofreciendo nuevos puestos de trabajo, actitud también debida a la implantación del congelado y su industria auxiliar. Vigo, se decía en la época del alcalde Pérez-Lorente “camina hacia el millón de habitantes”, una ciudad que Antonio Palacios quiso convertir en la Barcelona del atlántico, confeccionando un plan comarcal con claros y ambiciosos objetivos, finalmente tumbado por la vileza de ciertos caciques y de ciertas instituciones locales, celosas del protagonismo del insigne urbanista, quien finalmente llegaría a profetizar que nunca pasaría de ser una gran aldea.

Hoy, desde hace ya décadas, Vigo carece de objetivos, con un protagonismo pesquero en retroceso, una industria naval agonizando, la conserva casi desaparecida, mientras la industria automovilista se mantiene suplicando terrenos calificados para su hipotético crecimiento, cuando sus dirigentes, sin currículo empresarial, ni comercial, ni destacado alguno, apuntan únicamente por el cambio de aceras, la plantación de setos en forma de dinosaurio, el colocar barcos en las rotondas y el seguir lamentando la sempiterna desgracia de una ciudad a la que nadie quiere, a la que todos atacan y por la que llorar eternamente como única reacción, y todo ello con los vigueses haciendo la ola. Una auténtica desgracia.

Como exponía, todo pasa por una inicial determinación de objetivos en función de las propias posibilidades, objetivos que habrán de determinarse previo un completo estudio, llevado a cabo por expertos sobre el particular, de nuestra realidad potencial y de nuestras oportunidades en el ámbito de nuestras hipotéticas competencias, y ello es una decisión política que, tras los eludidos estudios, habrá de determinar los objetivos ciudadanos precisos, decisión política que habrá de ser consensuada con todos aquellos agentes que hayan de adquirir protagonismo en esas competencias en los que la ciudad habrá de ser protagonista. Hecho esto, las decisiones políticas deben tener su fin, para pasar a ser materializado por los profesionales idóneos para obtener los objetivos propuestos, actuando a través de tres etapas sucesivas: estrategia, determinación y gestión.

La estrategia consiste en la confección de un Plan Estratégico que determine las distintas acciones a considerar para hacer operativos los objetivos propuestos, proponiendo los campos de acción a llevar a cabo y coordinando actuaciones que lleven a asegurar los objetivos.

A partir de ahí es preciso elaborar un Plan General de Ordenación Municipal que ponga las bases y ordene gráficamente las actuaciones a llevar a cabo para la consecución de los objetivos.

Aprobado el Plan, desde el municipio y en colaboración con la iniciativa privada, habrá que llevar a cabo las gestiones urbanísticas precisas para

poner en marcha las actuaciones que lleven a la consecución de los objetivos buscados.

Esas son actuaciones precisas para el crecimiento sostenido de las ciudades que aspiren a progresar, a ser competitivas, a facilitar a sus ciudadanos una vida mejor y a hacer de las ciudades el marco de su crecimiento como personas libres y con perspectivas de progreso.

En el caso del Vigo actual, todo este proceso urbanístico se desconoce por completo, no solo por parte de sus dirigentes, entre los que no se encuentra ejemplar alguno con un mínimo de preparación al respecto, sino también entre una ciudadanía a la que le vale con simples actuaciones de parches superficiales, a cual mas hortera, que evidencian sobremanera la profecía llevada a cabo en su día por Antonio Palacios.

Hoy la prensa colaboradora de este estado de cosas se felicita de que “Un informe jurídico del Concello, acredita que es viable salvar el PXOM en meses y sin partir de cero”.

Recordemos que hace unos meses el Tribunal Supremo anuló el Plan General de Ordenación Municipal de Vigo por la falta de la evaluación ambiental estratégica, un defecto importante en el orden jurídico, pero menor en cuanto al urbanismo de fondo se refiere. Hoy un prestigioso jurista asegura que no es para tanto y que el Plan podría tener una salida cercana corrigiendo tal carencia, con lo que estoy absolutamente de acuerdo, pero que con ello nada se consigue para Vigo y su futuro.

En ausencia del Plan anulado, rige en la ciudad el Plan aprobado en 1993, un absoluto desastre, al igual que el anulado de 2008, planes ambos que nada aportan a la ciudad pues carecen de todo tipo de objetivos, limitándose a concretar edificabilidades, algo absolutamente secundario para un Plan General de una ciudad para la que su ordenamiento urbanístico nada persigue en bien de hacer competitiva la ciudad, planes que de su lectura resulta imposible entender hacia donde se dirige la ciudad, ni que pretende, ni cuales son sus objetivos.

La ocasión de la anulación del PXOM vigués podría ser una oportunidad excelente para empezar de nuevo haciendo las cosas correctamente para llevar a Vigo al lugar que hace décadas abandonó, pero desgraciadamente la incompetencia, la demagogia y la falta de voluntad de la corporación actual y de su todopoderoso cacique y adjunta musa al frente, hacen inviable cualquier esperanza de futuro para la ciudad, que seguirá sin remedio, aplaudiendo con las orejas, las horteras ocurrencias de su aclamado “benefactor”, llenando la ciudad de sorpresivas glorietas, prometiendo permanentemente todo lo que luego sistemáticamente incumple, haciendo culpable a todo y todos de las desgracias de la ciudad y en definitiva aprovechándose de la “ingenuidad” de la mayoría de los vigueses, ajenos a las verdaderas posibilidades de crecimiento de su ciudad,

una ciudad que en lugar de buscar la pelea permanente con sus vecinos, algo propio de aldea, necesita programarse junto a quienes deberían ser sus aliados en su objetivo de articular una zona de competencia internacional en el complicado mundo global en el que competir, de la mano de Santiago, de la Coruña, e incluso de Oporto, aunando objetivos globales, especializandose en tareas complementarias y buscando una coordinación que aportara a todos y cada uno las ventajas competitivas que la región precisa.

Aspirar a que en unos años volvamos a disponer del anulado, nefasto, irrealizable y sin objetivos PXOM de 2008, es algo no solamente surrealista, sino propio de una gran aldea condenada a no salir de tal consideración ni siquiera en un futuro lejano.

Una vida dedicada al urbanismo me ha llevado a no equivocarme nunca, desgraciadamente, con las previsiones que he ido haciendo en cuanto a la ciudad cada vez que daba nuevos pasos en su constante caminar hacia el ostracismo, incluso he publicado un libro sobre el particular (Planeamiento y gestión urbanística. Su necesaria transformación radical en objetivos y actitudes). No sirve de nada…

Hoy se nos dice que parece que empieza a levantarse de nuevo el mercado de la vivienda, algo secundario en el urbanismo, pero lo más considerado superficialmente y de gran importancia para especuladores y partidos corruptos al uso. Vigo no solo carece de oferta de nueva vivienda desde hace ya casi dos lustros, sino que todavía habrán de pasar muchos años para que realmente exista un mercado de vivienda nueva y asequible en el mercado, mientras tanto, la demagogia sigue recogiendo frutos, al tiempo que la ignorancia festeja éxitos de papel.

El URBANISMO, nada tiene que ver con lo que se nos vende, pero es demasiado serio como para ponerlo en manos de nuestros políticos, al menos de los que nos ha tocado sufrir.

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Miguel Font Rosell

Licenciado en derecho, arquitecto técnico, marino mercante, agente de la propiedad inmobiliaria.

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