Desde el Exilio

Miguel Font Rosell

Escuela de demagogia

 

 

La demagogia, con sentido etimológico de “guiar al pueblo”, la define la Real Academia con dos acepciones: práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular, y degeneración de la democracia consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, traten de conseguir o mantener el poder.

Datan de Aristóteles los primeros estudios sobre el particular, quien ya la consideraba como una forma corrupta o degenerada de la democracia. Añadía que cuando en los gobiernos populares la ley es subordinada al capricho de los muchos, definidos por él como los pobres, surgen los demagogos, que halagan a los ciudadanos dando máxima importancia a sus sentimientos y orientando la acción política en función de sus propios intereses. La práctica demagógica la consideraba el principal argumento para la eliminación de la opinión y el tránsito a la dictadura, arrogándose los demagogos el derecho a interpretar los intereses de las masas como interpretes de toda la nación, confiscando todo el poder y la representación del pueblo e instaurando una tiranía o dictadura personal.

Posteriormente, ha sido definida con multitud de matices, casi siempre a través de largas definiciones que procuran alcanzar la complejidad del concepto:

Empleo de halagos, falsas promesas que son populares pero difíciles de cumplir, y otros procedimientos similares para convencer al pueblo y convertirlo en instrumento de la propia ambición política.

Consiste en apelar a prejuicios, emociones, miedos y esperanzas del público para ganar apoyo popular, frecuentemente mediante el uso de la retórica y la propaganda política.

Oratoria que permite atraer hacia los intereses propios las decisiones de los demás, utilizando falacias o argumentos aparentemente válidos que, sin embargo, tras un análisis de las circunstancias, pueden resultar inválidos o simplistas.

Aprovechamiento de particulares situaciones histórico-políticas excepcionales, dirigiéndolas para fines propios, para ganar el apoyo de la población mediante mecanismos publicitarios, dramáticos o psicológicos.

Procurar el enfrentamiento del pueblo con todo aquello que se oponga a los intereses particulares del demagogo, ya sea a través de supuestos enemigos externos o internos, desacreditando a los primeros y desplazando de su lugar a los segundos, a quienes hay que acusar de traición a los intereses del pueblo, para empezar por ocupar su lugar, desmantelando posteriormente, si conviene, las propias instituciones o entidades intervenidas, o haciendo crecer aquellas que más puedan beneficiarle.

Instrumetalizar a las masas para propios intereses personales, moviendo sus sentimientos a base de algunos o de todos los siguientes procedimientos: falacias, manipulación de significados, omisiones, redefiniciones del lenguaje, tácticas de despiste, estadísticas fuera de contexto, demonización, falsos dilemas, mentiras, etc.

Lincoln, el presidente americano, la definía como la capacidad de vestir ideas menores con palabras mayores.

La demagogia se puede dar en gran cantidad de campos como el económico, social, religioso, cultural, pero en el que ha alcanzado mayores cotas de refinamiento es en el político, siendo abundante el catálogo de personajes destacados, como Hitler, Perón, Chávez, Maduro, o ya mas cercanos como Pujol, Jesús Gil, Baltar, o Abel Caballero, entre otros.

Como el demagogo no cesa nunca en su actitud, afrontándolo absolutamente todo desde su particular perspectiva, vamos a hacer un somero ejercicio de análisis de tres cuestiones que hoy están en el candelero en la ciudad de Vigo, regida, manipulada, controlada, o intervenida en la práctica extensión de todo lo determinante, por su actual alcalde, Abel Caballero (quien continúa imputado o investigado por corrupción, aunque silenciado sistemáticamente por todos los medios locales), y que abarcan lo tradicional, la salud (el nuevo hospital), el urbanismo (el Plan General) y el sentimiento de identidad (el Celta), todo ello jaleado por sus más fieles servidores, los serviciales medios locales de comunicación, nuevos y tradicionales, por tierra, mar y aire (evidentemente su más preciado logro), de ahí que algunos tengamos que escribir y dar a conocer estas cosas, “desde el exilio”.

Vigo disponía, y dispone de un importante hospital (Meixueiro) construido en un monte cercano a la ciudad hace cerca de 40 años, sin garaje alguno y con un pequeño aparcamiento de superficie, lo que ya desde un principio llevó a que los paisanos con parcelas circundantes habilitasen sus campos para ofrecer allí aparcamiento (pagando), convirtiendo a la zona y alrededores en una especie de tercer mundo del aparcamiento, donde caminos, calles, parcelas, cunetas, y todo tipo de espacio es ocupado en una lucha diaria para aproximarse lo más posible al hospital, procurando no pagar ni un euro. En todos estos años, y menos desde que al actual alcalde rige la ciudad, no se ha hecho absolutamente nada por dar solución al dantesco espectáculo, ni ordenando el tráfico, ni limitando el aparcamiento en las calles colindantes, ni ofreciendo aparcamientos, ni urbanizando la zona, ni ampliando viales, ni “humanizando”, ni gestionando posibles alternativas.

Ante la necesidad de una mayor atención sanitaria para toda el área que Vigo cubre, la Xunta decidió llevar a cabo la mayor inversión que se ha ejecutado en Galicia en materia sanitaria, y crear un nuevo y moderno hospital (uno de los mayores y más modernos de Europa) en cuyos sótanos se ha dispuesto de un amplio aparcamiento que cubriera las necesidades que la instalación requería. Como es lógico, el aparcamiento ha sido construido con presupuesto ajeno al de Sanidad, pues no sería de recibo gastarse en aparcamientos lo que está destinado a la atención sanitaria, sacrificando en aras del aparcamiento la inversión en servicios que el ciudadano requiera para su propia atención medica, de previsión, rehabilitación, etc., lo cual ha hecho que tal aparcamiento sea explotado por el concesionario, quien lógicamente habrá de rentabilizar su inversión.

Cumple decir que a lo largo de la construcción del hospital, las trabas, inconvenientes, amenazas y problemas planteados por el Alcalde a la Xunta para la construcción y puesta en funcionamiento, han sido constantes (el enemistar a los vigueses con la Xunta ha sido siempre una de sus metas) hasta que, llegada su inauguración, ante las primeras quejas de usuarios (acostumbrados al gratis total y en plan campestre) en cuanto al precio del aparcamiento, la actitud ha sido la de incitar al ciudadano a no utilizar el aparcamiento, prometiendo habilitar un campo cercano para tal fin, y permitiendo que todos los coches aparquen ya en las calles circundantes, sobre todo tipo de aceras, centros de calle, laterales, etc. indicando además que no serán multados por ello (¿prevaricación?), sin ofrecer, por supuesto, alternativa alguna, ni negociación con la concesionaria, ni más transporte público, ni más razón que culpar a la Xunta del problema que él ha generado.

En cuanto al Celta, el equipo de la ciudad, el que reúne las esencias patrias de los más arraigados sentimientos locales, mi equipo por otra parte, hay que decir que no tiene estadio propio, pues Balaidos pertenece al ayuntamiento. Debido a que desde el propio ayuntamiento no se ha llevado a cabo obra alguna de reparación, ni mantenimiento desde que él ocupa la alcaldía, ante los problemas de goteras y del mal estado de algunas instalaciones, llega a la conclusión de que hay que hacer una remodelación y ampliación del estadio (nunca se llena), pero poniendo el dinero otras instituciones como la Diputación, cuya presidenta (su eterna y constante compañera), colocada ahora por él en el cargo, ya ha adelantado 200.000 euros “para el fomento del celtismo entre la juventud” (¿), misión que para nada parece propia de la Diputación.

En cuanto a la Xunta, vuelve a ser objeto de las criticas más despiadadas, ya que, según manifiesta, evidenciando un claro rechazo al celtismo, no pone el grueso de la innecesaria ampliación programada, misión que tampoco parece propia de la Xunta, de manera que finalmente tendrá que hacerse cargo del presupuesto su propietario (lógico), con lo que mucho nos tememos que al igual que con todo lo demás, se quede en aguas de borrajas, pero eso si, con el “culpable” perfectamente señalado para la masa celtista.

Finalmente, lo mas grave, el Plan General de Ordenación Municipal (PGOM).

Cuando este personaje llega a la alcaldía de Vigo, el Plan General de la ciudad llevaba unos 8 años gestionándose, para alcanzar finalmente la práctica unanimidad de todos los organismos, instituciones y entidades en su aprobación. Incapaz de dar el visto bueno o admitir nada que no sea una de sus múltiples ocurrencias, aunque se trate de materias, como el urbanismo, de las que no sabe absolutamente nada, ordenó al equipo redactor volver atrás y masificar las previsiones de crecimiento de viviendas de protección oficial, con lo cual el Plan no solo quedó absolutamente desequilibrado en cuanto a cargas y derechos contenidos en el documento, sino que lo paralizó absolutamente en cuanto a su desarrollo, llevando con ello además a la ruina, a la práctica totalidad de las empresas promotoras que habían adquirido suelo a unos precios acordes con unas posibilidades que ahora se diezmaban, lo que les impedía desarrollar la ciudad, arrastrando con ello a todo el sector de la construcción y a la enorme cantidad de puestos de trabajo que cubría.

No contento con ello, y a efectos de que el Plan se aprobase cuanto antes para rentabilizar su apoyo a los más necesitados, con las miles de viviendas de VPO que arengaba que se iban a construir (él mismo prometió la construcción inmediata de 6.000, de las que nunca llegó ni siquiera a encargar el proyecto), obvió la obligación de dotar al Plan de los correspondientes informes de impacto ambiental, ya que con ello lo retrasaría al menos un año más, asegurando, eso si, a bombo y pandereta que su Plan era perfecto, que acababa con la especulación y que Vigo, con ello, iba a ser la ciudad que más y mejor crecimiento iba a experimentar en España entera y olé (“un mar de gruas”).

Uno que, desde siempre, se ha dedicado al urbanismo, ya dejó escrito que se había aprobado el peor Plan de urbanismo de la historia de la ciudad, que ello iba a tener consecuencias graves para su desarrollo y que con ese Plan era imposible que la ciudad construyese ni un solo edificio de vivienda colectiva en muchos años. Hoy, lo profetizado en su momento no solo se ha cumplido estrictamente, sino que, nada se ha construido y Vigo se encuentra con su Plan General rechazado judicialmente, exclusiva y únicamente por culpa de su alcalde y su desmesurada ambición política (lo que silencia la prensa), condenando a Vigo a llevar a cabo un nuevo Plan.

Como va en el personaje, inmediatamente echó toda la culpa a la Xunta, aunque la Conselleira de urbanismo que dio el visto bueno al Plan que en su día le envió, fuera curiosamente de su propio partido, y hoy sorprendentemente resulta ser, ni más ni menos, que la que se ocupa en el ayuntamiento como concejala de urbanismo, nombrada por él, de todo este asunto, en sustitución de su eterna compañera, hoy elevada a los altares de la Diputación y cómplice con él, en su momento, en la “desfeita” del Plan General anulado.

Para rematar el asunto, comunicó a todos los vigueses que iba a impulsar de nuevo, a toda velocidad, el Plan General, reproduciendo íntegramente su contenido (sostenella y no enmendalla), lo cual volvía a ser una solemne mentira en cuanto a lo de la rapidez (existen multitud de trámites que lo impiden) y una barbaridad lo de volver a pensar en un Plan que ya hace 8 años paralizaba la ciudad (iniciado en el 2000). Como viene siendo habitual en todo lo que manifiesta el personaje, a día de hoy ni siquiera ha sacado a concurso la redacción del Plan.

Pero el asunto no acaba ahí, ya que para Vigo existían importantes compromisos económicos, no solo por parte de grandes empresas que esperaban localizarse en la ciudad, sino incluso de las principales existentes para su ampliación o regularización (PSA-Citroen entre ellas). Pues bien, en estos momentos la Xunta aprueba una nueva Ley del Suelo con sus correspondientes reglamentos, que no solo contradicen el contenido del Plan, sino que incluso impiden gran parte de sus determinaciones, ahogando con ello de nuevo a Vigo, según su peculiar y pintoresca forma de entender las cosas, con lo que volver a demonizar a la Xunta continua siendo su deporte habitual, ante una ciudadanía que resulta ser un ejemplo de libro de todo pueblo en el que este tipo de demagogos hacen su agosto.

Hoy Vigo tiene ante si un futuro absolutamente cerrado y con bastantes años por delante sin posibilidad alguna de levantar cabeza, en cuanto a capitanear área alguna de progreso y competitividad, pues es preciso llevar a cabo de nuevo un Plan General, partiendo desde el inicio, con el hándicap de que quien teóricamente ha de hacerlo, su actual Corporación con Abel Caballero al frente, no solo no tiene la menor idea de urbanismo, ni de lo que Vigo necesita en esa materia, ni de cómo afrontarlo, sino que en su lugar pretende seguir por los mismos derroteros que nos han llevado hasta aquí, aunque poco le importa, ya que en general, a una preocupante mayoría de vigueses, con que les cambien las aceras, les magnifiquen la folclórica fiesta de la reconquista, les pongan unos jardincitos, le apoyen al Celta y les pueblen la ciudad de dinosaurios florales, y el personaje les siga prometiendo la luna, les llega y les sobra.

Si, la demagogia es muy sencilla de imponer y de asegurar su triunfo si se cuenta con un demagogo bien preparado y dispuesto a todo, con todos los medios de comunicación cómodamente secuestrados, con una clase empresarial a la que únicamente le mueve la defensa de lo suyo, con un pueblo crédulo, en la inopia, encantado con seguir siendo la víctima de todo y de todos, y con una oposición de pacotilla que ya en las últimas elecciones lo dio todo por perdido.

Vigo seguirá “humanizando” sus calles, horterizándose cada vez más y rindiéndole pleitesía a su caudillo, a quien los medios seguirán escondiendo sus miserias, al tiempo que la ciudad seguirá perdiendo todos los trenes del progreso, una ciudad que lo fue todo en el naval, en la pesca, en la conserva, en su puerto, actividades todas ellas en declive y a la que únicamente le queda como señal de identidad productiva la factoría PSA-Citroen y toda su industria auxiliar, una vez más en peligro por las ocurrencias del alcalde, un peligro que, de concretarse, dejaría a Vigo en la más absoluta miseria y sin capacidad de reacción como ciudad, que fue el motor de Galicia, situación que quizá los vigueses, una vez más, volverían a culpar de ello a todo y a todos, a lo mal que nos quieren, a Coruña, a Santiago, o a Pontevedra. El mundo contra Vigo y superman en su defensa.

El llanto eterno…, aunque eso si, el demagogo, de rositas.

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Miguel Font Rosell

Licenciado en derecho, arquitecto técnico, marino mercante, agente de la propiedad inmobiliaria.

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