Desde el Exilio

Miguel Font Rosell

Puntos de vista

 

 

El ser humano es un animal enormemente complejo, definido como racional, pero en realidad esa supuesta distinción ocupa solo una porción de su ser, ya que gran parte de su proceder es consecuencia únicamente de su parte emocional. Tan es así que no solo en un mismo individuo se dan las dos características expuestas, sino que el predominio de cada una varía considerablemente en función de la materia a la que aplicar racionalidad o emotividad, o de las circunstancias que aconsejan actuar de una u otra forma, dándose incluso el caso de emplear ambas facetas sobre una misma materia y en las mismas circunstancias, exclusivamente al objeto de potenciar y justificar sus propios deseos, sin evidenciar incluso coherencia con situaciones análogas precedentes, lo que generalmente nos lleva a la crítica de posiciones y situaciones ajenas, juzgando desde nuestros propios planteamientos, ajenos también a los que han motivado la actuación y el proceder juzgado.

Todo ello tiene una evidencia cotidiana en materias como la política, la economía, la religión, la cuestión social, el amor, el deporte, etc.

Tan es así que ante un mismo hecho, cada participante suele contarlo y recordarlo de forma más o menos parecida en general, e incluso muy distinta en un menor porcentaje, pero de manera que cada uno destaca, no precisamente aquello que es lo mas significativo objetivamente, pero si lo que más le haya impactado, ya sea por identificación, por rechazo, por temor, por alegría o por sentirse interesado, llegando incluso a magnificar determinados detalles que finalmente acaban recordándose de forma distinta a como realmente sucedieron. Se han hecho muchos estudios sobre el particular, aunque una muestra cotidiana es el contenido de los medios de comunicación ante un mismo hecho, algo que todos podemos contrastar, no solo cuando se valora el contenido de una noticia, sino ante la noticia misma.

En mi caso suelo leer a diario lo que más me interesa de los dos periódicos locales (Faro de Vigo y Atlántico Diario), en los que dejé de escribir por censura a buena parte de los contenidos de mis artículos, leo también el de mayor tirada de Galicia (La Voz de Galicia), ojeo en Internet algún periódico nacional de uno y otro signo, por supuesto Periodista Digital, e incluso las referencias que en TV hacen a la prensa nacional en general, y puedo asegurar que ante una misma noticia es prácticamente imposible, salvo que se trate de un articulo de agencia, que se destaquen los mismos hechos, ni con los mismos matices, ni por supuesto con los mismos pareceres, ni con las mismas condenas ni alabanzas, e incluso a veces con sentidos radicalmente opuestos, siendo al final lo prudente quedarse con aquello, mezcla un poco de todos, que mayores porcentajes de objetividad presentan, pues en general a la hora de publicar suele pesar mucho más el lado emotivo, debido a un sinfín de circunstancias, que la más pura y objetiva racionalidad.

Sin ir más lejos, ayer mismo, volvía yo de Mondariz a Tui, cuando pasado Ponteareas, en una larga recta, con limitación a 80 Km/h y en línea discontinua, tuve que echarme a la cuneta para no ser “salpicado” por un accidente entre dos coches que circulaban en dirección opuesta a la mía. Uno de ellos estaba parado, en el medio de su carril, con el intermitente a la izquierda a efectos de poder girar hacia un camino situado al otro lado de la carretera. El otro, tratando de pasarle por la derecha, ante el poco espacio que quedaba, acabó embistiéndole por detrás, lo que echó al coche parado hacia mi lado de la carretera.

Esos eran los hechos pero, ¿cuántas habrán sido las interpretaciones? ¿cuántas serán racionales y cuantas emocionales?.

Por el lado racional habrá que juzgar el asunto a la luz del reglamento de circulación por un lado y por la lógica de la situación por otro.

En cuanto al cumplimiento del reglamento, parece evidente que el coche que alcanza no guardaba la distancia reglamentaria con el coche alcanzado, ya que si así fuera le hubiera dado tiempo a frenar, pero siempre que el coche que alcanza no hubiera sobrepasado la velocidad máxima permitida, situación en la que la frenada no habría asegurado la no producción del accidente. Esto es de una simpleza extrema, pero para su correcta aplicación es preciso disponer de datos exactos de difícil determinación, como la velocidad a la que circulaba el coche que alcanza, las indicaciones previas que pudiera o no haber dado el coche que se disponía a frenar en medio de la recta y girar posteriormente, la situación en carretera de otros vehículos, etc.

En cuanto a la aplicación de la lógica, surge un nuevo protagonista en el asunto que es la DGT, por su posible culpabilidad indirecta. Es evidente que un coche que se para en medio de una larga recta con la intención de cruzar al otro lado para meterse por un camino, supone una clara situación de peligro, ya que obliga a ralentizar de golpe la marcha de todos los vehículos que circulan en esa dirección, impidiendo, comprometiendo y haciendo entrar en riesgo a posibles adelantamientos que pudieran estar produciéndose, tanto en un sentido como en otro, por lo que el permitir ese tipo de maniobras no solo no es un buen proceder de la DGT, sino que, por pasiva, está creando con ello una situación de riesgo que podía muy bien evitar con una señal a la altura del lugar, impidiendo el giro a la izquierda, de manera que el vehículo que quisiera girar debiera hacerlo llegando hasta la rotonda cercana y cogiendo la dirección opuesta para hacerlo ya sin riesgo, o bien colocando a la altura del giro un bucle a la derecha para, mediante un stop, cruzar cuando no pasase nadie, o bien introduciendo un carril más de espera, que posibilitara también, mediante un ceda el paso, el giro correspondiente. Ninguna de esas tres posibilidades ha arbitrado la DGT en ese lugar de evidente riesgo, posibilitando y permitiendo una maniobra que la evidencia del accidente ha certificado.

A partir de ahí los argumentos de cada uno de los que quedaban en la carretera evidenciando emocionalmente sus pareceres, sumados a los que se iban acoplando a dar su opinión con más o menos datos (más bien menos), las posibilidades de discrepancia daban como resultado un sin fin de versiones a cada cual mas pintoresca, aunque seguramente para la DGT acabará siendo, como siempre, el manido exceso de velocidad, ajenos ellos a otras consideraciones, ocupados mayormente en freir al personal a multas (argumento emocional), sin admitir culpabilidad alguna, por supuesto.

Situaciones de impensables contrastes entre el proceder racional y emocional se dan en todo tipo de personas y circunstancias, en los que llama la atención sobremanera cuando de personajes teóricamente sensatos, cultos, racionales, instruidos, etc. se trata, ya sea en materia política cuando se vota por tradición, aunque el partido en cuestión nos lleve a la ruina más absoluta, o en religión cuando se cree en las mas absurdas fantasías, o en el amor cuando los celos devienen en el maltrato, o en el deporte o en la conducción, cuando la pasión le lleva a más de uno al insulto o incluso a la violencia.

En el campo de la política (religión aparte) suele ser donde más se intensifican las subjetividades y el divorcio entre la racionalidad y lo emotivo, que suelen manifestarse justo tras unas elecciones en las que al final todos han ganado manejando para llegar a tal conclusión los argumentos mas discordantes que imaginar se pueda.

Hoy, tras las últimas elecciones en las que los resultados han castigado a los partidos tradicionales y puesto en escena a dos nuevos partidos, sin otorgar mayorías suficientes a partido, ni a coalición lógica o programática alguna, las lecturas interesadas, ajenas a toda racionalidad siguen perpetuando la situación. Ni la matemática de coaliciones entre actuales PP-Ciudadanos-PSOE, o PSOE-Podemos y demás partidillos, tienen sentido ni efectividad política alguna (esto no es Alemania), ni la tiene el seguir engañándose con un arco electoral en el que existen fuertes desencuentros internos en partidos como el PP (acallado), PSOE (potenciado), Podemos (evidente) y en el que el liderazgo de los partidos tradicionales está puesto en evidencia, en el PP por las bases y en el PSOE por sus barones.

En atención a todo lo apuntado, llaman la atención los planteamientos que desde el PP, su oligarquía dominante hace de la situación. El partido, la única oferta de derechas de todo el arco electoral, ha ganado las elecciones, pero ha perdido cantidad de escaños y con ello la mayoría absoluta, al tiempo que su líder, Mariano Rajoy, da en todas las encuestas la valoración más baja, con diferencia, entre todos los líderes a considerar, e incluso entre sus posibles sustitutos en su partido.

Cualquier análisis objetivo, partiría de donde se estaba, para ver a donde se ha llegado, admitiendo con ello que el gobierno no ha cumplido con las expectativas que le fueron otorgadas en su momento, manteniendo no obstante, los españoles, su confianza en el partido, por encima de cualquier otro, aunque valorando a su líder muy por debajo de todos los demás partidos: blanco y en botella. El PP es salvable, con modificaciones en su programa, pero sin Rajoy, es evidente.

¿Qué hace Rajoy? Se atrinchera en sus planteamientos, dice ser el ganador de unas elecciones que ganó su partido, amenaza a los suyos con seguir por encima de todo (¡yo no soy Más!), no consulta nada con las bases, no negocia nada con el resto de los partidos, no da explicaciones, no admite su falta de carisma electoral, no presenta propuestas, no trata de arreglar diferencias con el PSOE (irreconciliables con su líder), sigue menospreciando a Ciudadanos, cerrando caminos y llevándonos a unas nuevas elecciones, a costa de lo que sea.

¿Qué pasaría si Rajoy renunciase en beneficio de Soraya, o de Feijoo, o de cualquier otro que fuera bien visto por Ferraz y por Ciudadanos? ¿Habría gobierno en base a un programa común consensuado, con reformas importantes y con presidente del PP?. Sigo creyéndolo desde el primer día. ¿Ocurrirá? Mientras Rajoy siga empeñado en poner por delante su interés personal al de su país, en la seguridad de que nadie le rodea con mayores capacidades que él mismo, a pesar de que para toda España sea el político peor valorado, no ocurrirá.

Puntos de vista… ¿desde la razón o desde el sentimiento?

 

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Miguel Font Rosell

Licenciado en derecho, arquitecto técnico, marino mercante, agente de la propiedad inmobiliaria.

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