Desde el Exilio

Miguel Font Rosell

Versiones oficiales, ¿las grandes mentiras?

 

Hoy, los enormes avances en el mundo de la ciencia, tecnología, medicina, fotografía, arqueología, etc., están propiciando el dar pasos de gigante en el mundo de la investigación histórica, hasta el punto en que grandes “verdades” admitidas desde siglos atrás, están siendo revisadas y al menos en ámbitos científicos contrastados, las mencionadas “verdades”, no solo han perdido su pretendida solidez, sino que han sido claramente descartadas, aunque de cara al gran público muchas de ellas no hayan sido cuestionadas, a efectos de evitar consecuencias o revisiones no demasiado deseadas por el poder y por una sociedad más dada y criada en la fe, que en el conocimiento, la ciencia, o la investigación en libertad.

Verdades oficiales como la muerte de los Kennedy, la de Marilyn, las contenidas en la mayor parte de la Biblia, casi todo lo relacionado con Colón, gran cantidad de inventos mal adjudicados, la paternidad de Fernando VII (el rey felón), el 23-F, etc., hoy sabemos que son puras patrañas, historias hábilmente montadas en su momento en función de preservar intereses superiores que se han ido asentando como ciertas y que poco a poco se han ido desmontando, o se está en ello.

Hace unos días tuve la ocasión de visitar el Pazo de Santa Cruz de Rivadulla y sus jardines, donde se encuentra, aparte de una colección extraordinaria de árboles exóticos y olivos centenarios, la quizá mejor colección de camelias del mundo, el tesoro más preciado del fallecido general Alfonso Armada Comyn, quien junto al Capitán General Jaime Milans del Bosch y Ussía, pagaron el pato del fallido, o no tan fallido, golpe del 23-F, los culpables, según la versión oficial, del pretendido golpe de estado a la democracia que finalmente salvó el rey para todos los españoles, también según la versión oficial.

Hoy, cualquier investigador serio sabe que las cosas, tal y como nos fueron vendidas, nada tienen que ver con la verdadera historia de lo allí ocurrido (la literatura publicada sobre el particular ya es abundante). En ese sentido, son varios los investigadores que, salvo en pequeños detalles, coinciden en que los hechos del llamado 23-F podrían haber ocurrido de la siguiente forma:

Han pasado 5 años de la muerte del general Franco. La España del momento es poco menos que un caos. Las reformas llevadas a cabo en tan corto periodo de tiempo han propiciado una enorme crisis en el gobierno. Por un lado, ETA está en su máximo apogeo y el número de militares muertos está ya muy por encima del aguante del estamento militar, quienes en general están ampliamente descontentos con el gobierno Suárez. Por si ello fuera poco, la legalización del partido comunista y el fraccionamiento de la unidad de España en un estado de las autonomías, han elevado el descontento, no solo hacia los partidos de izquierdas, sino sobre todo hacia el gobierno y hacia la propia corona, a la que no perdonan lo que consideran la entrega de España a los “rojos”, cuando Franco le había entregado la corona a Juan Carlos (el estamento militar era todavía franquista en su mayor parte), por lo que el “ruido de sables” era una amenaza más que probable.

Desde los servicios de inteligencia, se le hace ver al rey la gravedad de la situación, la conveniencia de tramar una acción que consiga dar la vuelta a la dinámica de deterioro del momento y la necesidad cada vez mayor de asentar definitivamente la monarquía.

El rey tiene muy claro el final de su abuelo Alfonso XIII por entregarse a la dictadura de Primo de Rivera y no quiere acabar igual por lo que, pase lo que pase, habrá de quedar al margen de cualquier fracaso y siempre como el verdadero héroe de la salvación patria. Es preciso también el contar, por un lado, con los militares (monárquicos) de mayor prestigio, y por otro con los líderes de los principales partidos, excluyendo a Suárez y Gutiérrez Mellado, quienes habrán de dimitir.

La trama, en la que estaban el rey, Armada (recién nombrado por el rey, 2º en el Estado Mayor), Milans y los líderes de los principales partidos, consistía en lo siguiente: Se produciría un golpe de estado en el Congreso de los Diputados, propiciado por un militar de medio rango (Tejero). Otro militar de rango superior (Armada) entraría en el Congreso, convencería al golpista para que se entregase y propondría entonces un gobierno de salvación nacional formado por 19 personas de los distintos partidos, con algún militar y también algún independiente, lista que sería admitida por el Congreso y que supondría un “golpe de timón” (según propia acuñación de Tarradellas) perfectamente constitucional.

La lista publicada años después en el periódico El Mundo por la periodista Victoria Prego, de los apuntes tomados directamente por la doctora Carmen Echave de entre la conversación de Armada con Tejero, confirmada por el periodista Pablo Sebastián, a quien Fernando Alvarez de Toledo (UCD) y Alejandro Rojas Marcos le comunican que Felipe González había dado el visto bueno como “gobierno de concentración nacional”, sería la siguiente:

Presidente del Gobierno: Alfonso Armada Comyn (militar)

Vicepresidente para asuntos políticos: Felipe González Márquez (PSOE)

Vicepresidente para asuntos económicos: J. Mª López de Letona (Indep.)

Asuntos exteriores: José Mª de Areilza (Coalición Democrática)

Defensa: Manuel Fraga Iribarne (Alianza Popular)

Justicia: Gregorio Peces Barba (PSOE)

Hacienda: Pio Cabanillas Gallas (UCD)

Interior: General Manuel Saavedra Palmeiro (militar)

Obras Públicas: José Luis Alvarez (UCD)

Educación y Ciencia: Miguel Herrero de Miñón (UCD)

Trabajo: Jordi Solé Tura (PCE)

Industria: Agustín Rodríguez Sahagún (UCD)

Comercio: Carlos Ferrer Salat (independiente)

Cultura: Antonio Garrigues Walter (independiente)

Economía: Ramón Tamames (PCE)

Transportes y Comunicaciones: Javier Solana (PSOE)

Autonomías y Regiones: General J. Antonio Sáez de Santamaría (militar)

Sanidad: Enrique Múgica Herzog (PSOE)

Información: Luís María Ansón (independiente)

Serían así 4 de UCD, 4 del PSOE, 4 independientes, 3 militares, 2 del PCE, 1 de Coalición Democrática y otro de Alianza Popular, un gobierno de lujo para reconducir el país, formado por la alianza de los principales partidos que entonces componían el arco parlamentario.

Tras una reunión de Armada con los presidentes de los partidos presentes en el Congreso, estos aceptarían la situación una vez abortado el golpe de estado y lo comunicarían al rey, quien daría su visto bueno para salvar con ello a la democracia, pues se trataría de un gobierno provisional, aceptado por el Parlamento democrático que habría de preparar las futuras elecciones a celebrar en un par de años trás reconducir las riendas del país. La presidencia en manos de un militar de prestigio entre la vieja escuela, junto con un gobierno de amplio espectro con un socialista en vicepresidencia y un par de ministros comunistas, calmaría a la izquierda y todo se vendería como el resultado de haber abortado un golpe de estado, pues Milans actuaría con el ejercito en la calle, no como instrumento del golpe, sino como garantía que ofrecía la democracia frente a los golpistas.

¿Qué falló entonces? La “integridad” personal de Tejero, a quien consideraban un loco, un fanático, un extremista, un fascista redomado, pero al que no habían puesto en antecedentes de la operación y a quien hicieron creer que todos apoyaban su golpe, pero de quien no valoraron ni que cuando conoció los hechos no se dejara manipular, ni que aceptara la salida que se le daba, tanto para él como para sus cómplices con la huida al extranjero (había un helicóptero ya preparado) y una buena suma de dinero. El estamento militar, acorde con la propuesta, conocía desde hacia tiempo la pretensión de Tejero y decidieron aprovecharse para usarlo como el cebo de la liberación del Congreso por parte del militar que habría de ocupar posteriormente le presidencia, salvando con ello al país, a la democracia, al rey y a los partidos.

Tejero, quien esperaba y confiaba en Milans y no en Armada, el enviado del rey, no aceptó nunca de Armada, una vez comunicado por este la solución final, la orden de entregarse, ni de escapar, ni de aceptar dinero y menos la de admitir un gobierno con comunistas en sus filas “para eso no he venido yo aquí, antes prefiero la muerte”.

Abortado el “contragolpe”, Armada comunica que todo se ha venido abajo, momento en el que el rey da la espalda tanto a Armada como a Milans, quienes habrán de pasar como golpistas y finalmente, tras la espera del resultado, a los 10 minutos de la conversación con Armada, ¡7 horas después de iniciado el golpe! (a las 0124 del día siguiente) emite por televisión su discurso como salvador de la patria y artífice del aborto de un golpe que él mismo había montado. Fraga, Felipe, Carrillo, Múgica y algún otro de los asistentes a la preparación de la trama se mantendrían en silencio, Tejero a la cárcel, al igual que Armada (“fiel al rey, antes, durante y después”) y Milans, aunque estos salieran al poco tiempo por cuestiones de “edad y salud”, ya estando Felipe González en el gobierno.

¿Fracasó la trama?. Afirmativo para Tejero (golpe), Armada y Milans (contragolpe), pero un éxito extraordinario para el rey, quien como estaba previsto, pintaran bastos o espadas, habría de salir triunfador del envite, defender su reinado y consolidar la Corona.

¿Y el pueblo?. El pueblo, como siempre, se traga la versión oficial encantado, ya que suena bien, se van los militares a la cárcel, se sube a Suárez y a Gutiérrez Mellado a los altares del valor, salva otra vez a un impresentable Borbón (ya lo hiciera con Fernando VII), recupera la democracia, y ¡olé!, aunque perdiera, sobre el papel, la ocasión de disponer del mejor gobierno de nuestra historia.

En cuanto al juicio militar sobre la trama, las sentencias estaban cantadas, aun cuando en el mismo y a pesar de la inquebrantable fidelidad tanto de Armada como de Milans a la Corona, llegaron a decirse cosas de tal consideración y claridad:

El capitán general de Valencia, Jaime Miláns del Bosch explica el porqué de la orden de sacar los tanques a la calle de la capital levantina: “El Batallón de carros de combate que ocupó Valencia el 23-F salió prácticamente desarmado. No iba a combatir contra nadie. Ni el pueblo valenciano ni cualquier otro de España eran sus enemigos. Y llevaba órdenes rigurosas de respetar el entorno urbano para evitar accidentes entre la población civil. Aquello no era un golpe militar. Sólo se trataba de escenificar una situación política especial, limitada en el tiempo, en provecho de España y la Corona”.

El general Alfonso Armada Comyn, que había sido preceptor del Rey y secretario general de la Casa Real, manifestó: “Fue precisamente el Rey el que, tras conocer puntualmente los peligros que se cernían sobre España, la democracia y la Corona, me propuso ser presidente de un Gobierno de concentración o unidad nacional a formar con representantes de los principales partidos políticos. Y me encargó que yo personalmente hablara con sus principales dirigentes y buscara el consenso para llevar a buen término el proyecto”.

El Rey fracasado el contragolpe envía un fax a Jaime Miláns del Bosch: “Te hago saber con toda claridad lo siguiente: Afirmo mi rotunda decisión de mantener el orden constitucional dentro de la legalidad vigente. Después de este mensaje ya no puedo volver atrás”.

Ya en la cárcel, Milans le cuenta al coronel Martínez Inglés (libro secuestrado): “El rey quiso dar un golpe de timón institucional, enderezar el proceso que se le escapaba de las manos y, en esta ocasión, con el peligro que se cernía sobre su corona y con el temor de que todo saltara por los aires, me autorizó a actuar de acuerdo con las instrucciones que recibiera de Armada”.

Todo ello del conocimiento, aunque sin su aprobación, del entonces jefe de la Casa Real, el general Sabino Fernández Campo, mas tarde despedido por el rey porque no admitía las continuas tropelías del monarca, que le eran comunicadas puntualmente y se lo recriminaba cuando se producían.

Pero, ¿quién era Armada realmente?.

El general Alfonso Armada Comyn, IX marqués de Santa Cruz de Rivadulla, quien participó en la guerra española y en la división azul, era descendiente de una aristocrática familia con origen anterior al advenimiento de los Borbones, en la que se mezclaron buena parte de las distintas ramas nobiliarias españolas. Hombre culto, monárquico, profundamente católico, miembro del Opus Dei y prototipo de las virtudes castrenses, entre las que destacaba la fidelidad al mando, estuvo al servicio del rey desde que Franco se lo encomendó hasta entonces, e incluso posteriormente, contra viento y marea, llegando a ser oficialmente su cuidador, educador, preceptor, consejero, jefe de la casa real y finalmente segundo jefe del Estado Mayor. A pesar de la pantomima del juicio militar, nunca fue un golpista, ni contra el Estado ni menos contra la monarquía, sobre todo cuando ambos estaban representados por la figura a quien se debía, militar y personalmente.

¿Y Juan Carlos, quien era y sigue siendo Juan Carlos? Un rey designado por Franco proveniente, solo en teoría, de la dinastía Borbón, un apellido que aunque oficialmente mantuviese la saga varias generaciones, deja de transmitirse, o así parece, en Fernando VII, cuya madre parece haber tenido más hijos ilegítimos que alguno por via de legitimidad. A partir de ahí, este canalla traidor al pueblo español, pasa a transmitir ya a sus descendientes el poco interés por la cultura, las infidelidades matrimoniales, el apego al dinero, la falta de fidelidad a los suyos y tantas otras características que habrían de acompañar a su descendencia. Por si ello fuera poco, la hija de este cuestionado Borbón que fue el rey Fernando, la reina Isabel II, ha pasado a la historia como un putón verbenero plagada de hijos, ninguno legítimo, quien transmite la corona a su hijo Alfonso XII habido con uno de sus amantes, el oficial Puigmoltó, de ahí que buscar un auténtico Borbón (tampoco se pierde nada) en la figura de Juan Carlos, parece tarea imposible, al menos desde dos siglos atrás.

Con esos antecedentes a nadie deberían extrañar las andanzas y la calidad personal del monarca, quien parece disponer ya de una larga lista de personajes a los que ha ido dejando abandonados en su camino, a mayor gloria de una irresponsabilidad paralela, al parecer, a su sobrevenida fortuna, al menos a juicio de varias publicaciones internacionales de orden económico, y otras del colorín que aun hoy siguen con cierto recochineo su ininterrumpida carrera de banalidades varias.

Nada, absolutamente nada de lo hasta aquí manifestado es nuevo ni fruto de invento alguno por mi parte, sino sacado de las varias publicaciones que se han editado sobre el particular, publicaciones a la venta en muchas librerías, asequibles con suma facilidad en las redes y manifestadas en docenas de tertulias temáticas televisivas.

Historias falsas o verdaderas alrededor del 23-F, lo cierto es que vale la pena una visita al pazo de Santa Cruz de Rivadulla, donde observar y maravillarse con el trabajo de un hombre como fue el general Armada quien, aunque no coincido en ninguno de sus planteamientos vitales, supo dar a la camelia un protagonismo que su belleza merece en toda la enorme variedad de modalidades que allí se cultivan.

Como es de rigor la igualdad de trato, prometo que, aunque tampoco coincido con ninguno de sus planteamientos vitales, si algún día el rey Juan Carlos llegase a crear algo que exaltase la belleza de algo surgido de su dedicación y sensibilidad, trataré de glosar sus virtudes al igual que ahora lo hago con la obra botánica de Armada Comyn, aunque mucho me temo que el olmo, por mucho que se riegue, nunca conseguirá dar peras, pues su fruto, sin interés alguno, solo reúne como propiedad mas destacable la de ser antidiarréico.

Lo grave de estas “versiones oficiales” es que acaban siendo enseñadas irresponsablemente a nuestros hijos en esa edad en la que todo se asienta, aunque se trate de las “verdades” más peregrinas, aupadas por esa absurda “virtud” tan propia de nuestra tradición de creérselo todo, en detrimento de cualquier documentada investigación a la luz del conocimiento, nuestra principal asignatura pendiente.

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Miguel Font Rosell

Licenciado en derecho, arquitecto técnico, marino mercante, agente de la propiedad inmobiliaria.

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