Desde el Exilio

Miguel Font Rosell

La derecha

 

La distinción entre derecha e izquierda en política se inicia en la Asamblea Nacional Constituyente de la Revolución Francesa, concretamente en una votación habida el 11 de septiembre de 1789, una fecha, la del 11S, que ha hecho historia bien variada por múltiples causas y acontecimientos (Gandhi inicia su movimiento de no violencia, golpe de estado de Pinochet, la Diada, el atentado de las torres gemelas, etc.).

Se discutía un artículo de la Constitución en el que se proponía el establecimiento del veto absoluto del rey a las leyes aprobadas por la futura Asamblea Legislativa, lo que suponía el mantenimiento del poder absoluto del monarca. Los que votaran afirmativamente se sentarían a la derecha del presidente de la Asamblea, mientras que los que no estuvieran de acuerdo y proponían a la soberanía nacional por encima de la autoridad real, lo harían a la izquierda. Es así como el término izquierda quedó asociado a aquellos que propugnaban el cambio político y social (progresistas), mientras el término derecha quedó asociado a los que se oponían a dichos cambios, propugnando la continuidad (conservadores).

Al mismo tiempo, en materia económica, la derecha apostaba por el individualismo, por el protagonismo de la sociedad, por la libertad de empresa, mientras la izquierda lo hacía por la colectividad, el protagonismo del estado, el control y la regulación de la protección social.

Así las cosas, el devenir de los tiempos ha ido asignando a unos y a otros distintas características, en oposición de las derechas con las izquierdas: individualismo-colectivismo, propiedad privada-propiedad pública, protección inicial a la igualdad de oportunidades-protección final a la desigualdad de realidades, tradicionalismo-reformismo social, conservadurismo-progresismo, libre competitividad-intervencionismo, confesionalidad-laicismo, etc. En definitiva y poniendo un claro ejemplo, en materia económica, la derecha defiende la emancipación del ciudadano en libertad, en competencia y a su suerte, mientras que la izquierda prefiere el control, la intervención y la protección.

A partir de ahí siempre hay quien se identifica íntegramente con unas características u otras, llevándolas a sus extremos, quien lo hace en menor medida, o quien piensa que la virtud está en el medio y se identifica con un mix, o bien con ambas posturas matizando las circunstancias de aplicación, postura que podríamos situar en el centro.

Dentro de la derecha, no obstante, ha habido siempre distintas corrientes según apoyen su protagonismo en unas u otras de sus características definitorias, así el conservadurismo, tradicionalismo, liberalismo, capitalismo, imperialismo, etc.

Hoy en España, la derecha con presencia en las instituciones está representada por un único partido, un partido que ha aglutinado en su seno todas las tendencias descritas, de manera que su forma de entender la política difiere considerablemente de unas familias políticas a otras, en un arco que va desde quienes se sitúan en una clara, aunque matizada, extrema derecha, a quienes se decantan por una postura más cercana al centro, lo cual implica la soledad del partido en cuanto a posibles alianzas de programa, fruto quizá del ansia por tocar poder para familias políticas de la derecha, que han comprobado que fuera de la sombra del PP no hay nada.

A la izquierda le ha ocurrido casi siempre lo contrario, la fragmentación, así las posturas que puedan ir desde el centro-izquierda hasta la extrema izquierda, con representación parlamentaria, la ocupan hoy tres partidos, pues el ejército de pequeños grupos de izquierda sin representación está bien nutrido.

Por otra parte, hoy, tras largos años sin representación, contamos también con un partido puramente de centro, Ciudadanos.

Lo que si ya no es tan común a otros países es el contar también con partidos regionales, mas o menos independentistas en cuanto a sus principales planteamientos, pudiendo ser además bien de derechas o de izquierdas.

Desde el advenimiento de la democracia, si alguna constante se ha producido en las distintas elecciones, es que aquí no se ganan, se pierden, aunque se pierdan manteniendo una cierta inercia, debida a un pueblo que, en líneas generales aun entiende la política en clave de militancia, pase lo que pase, lo que no deja de ser un indicativo de primitivismo democrático preocupante, muy propio de un paisanaje que después de cuarenta años, aun está en los albores de la democracia.

Hoy en España no se vislumbra un próximo gobierno, y menos un gobierno estable, ni con pactos de última hora, ni remitiéndonos a nuevas elecciones y ello se debe principalmente a la agonía y lenta muerte del bipartidismo reinante hasta ahora, a un pueblo que no es capaz de matar sin antes propiciar una larga y vergonzosa agonía, pues aunque el PP haya ganado las elecciones y el PSOE le haya seguido en votos, están muertos, son ya incapaces de aportar ni una sola idea, que no sea la cansina y permanente lucha de descalificaciones, cada uno desde su característica negativa más acusada, el odio en la izquierda y el desprecio en la derecha. Ni unos ni otros merecen ya gobernar. El PSOE, tras el paso de Zapatero por el poder, quedó hecho unos zorros, con enormes divisiones internas, continuas luchas a navajazos, sin programa identificable y una credibilidad bajo mínimos. El PP, tras el gobierno de Rajoy, aun disimulando mejor su guerra interna, está todavía más tocado si cabe, con una corrupción absolutamente escandalosa y un resultado de gobierno, a pesar de todo tipo de maquillaje, francamente caótico que a mi entender, y aunque los éxitos y los fracasos suelen ser colegiados, en este caso se debe principalmente a Mariano Rajoy, el prototipo de una derecha cesarista, inmovilista y peripatética.

El bienestar de un país no esta en la macroeconomía y menos en la mentira de supuestos buenos resultados de tal empeño. Hemos pasado de un 60% de deuda externa a sobrepasar el 100% y seguimos con déficit presupuestario incapaz de afrontar dicha deuda. La economía sumergida ha seguido creciendo y los empleos de calidad han dejado paso a la más absoluta precariedad laboral. Los impuestos han subido de forma que la capacidad de consumo medio ha bajado considerablemente, lo que, a su vez ha supuesto un parón importante de la producción y por tanto en la contratación, en el flujo crediticio y en posible superávit presupuestario, al tiempo que las injusticias y desequilibrios fiscales cada vez se hacen más evidentes, mientras la corrupción, ya generalizada en la cúpula del PP, y la endémica en la Andalucía del PSOE, se han hecho cotidianas en una larga y diabólica competencia. Por otra parte Cataluña está a la puerta de plantear ya seriamente su independencia, mientras el País Vasco espera el relevo.

¿Qué ha hecho Rajoy ante este panorama?. La política del Tancredo en grado sumo, desde el desprecio al contrincante, la suficiencia en el ejercicio del poder, la nula comunicación y la mentira hacia el ciudadano, el menosprecio más absoluto a la prensa, el inmovilismo ante cualquier problema, la falta de reflejos, el apoyo a todos los corruptos de su partido, la negativa absoluta a negociar nada, endeudarnos a favor de la banca, mantener todo un aparato administrativo improcedente, cargar el peso de la deuda sobre los más débiles, sobre los funcionarios, los que disponen de una nómina, los autónomos, amnistiar a todo un ejercito de defraudadores mientras Hacienda masacraba cualquier error de un contribuyente, endeudarnos permanentemente, propiciar la salida del país de nuestros jóvenes profesionales y apagar la esperanza profesional de los que se quedan, etc., etc. Podríamos llenar páginas de engreída y nefasta gestión.

Para acabar de rematar la faena no solo sigue atado al poder, sino que ya anuncia que no se va, aunque sea imposible que vuelva a gobernar, con la gravedad además de que dentro del partido, debido incluso a su absoluta falta de democracia interna y a su cesarismo, nadie se atreve a decirle que el principal obstáculo actual es su persona, ya que de nuevo ha vuelto a aplicar su nefasta política tancrediana. Ni siquiera ha querido que el rey lo proponga, ni siquiera ha confeccionado un programa alternativo en busca de un consenso, ni siquiera ha sabido leer la situación, mas allá de esa necia filosofía de que el tiempo todo acaba poniéndolo en su sitio, sin saber que el tiempo solo es tu aliado cuando lo tienes en abundancia para perderlo, es la filosofía de Franco, con la salvedad de que Franco podía darse el lujo de dejar pasar todo el tiempo que quisiera, porque no había nadie detrás llamando a la puerta.

Hoy Pedro Sánchez, con una minoría vergonzosa, ha tomado el relevo en las negociaciones para formar gobierno y ha pasado finalmente de las personas a las ideas, a presentar a sus posibles aliados un programa de consenso sobre el que negociar.

A estas alturas, no sabemos si gobernará solo, si lo hará con Podemos, o si habrá nuevas elecciones, pero lo que si es evidente es que la táctica de Rajoy de comprometer al rey, de no hacer nada, de esperar a que todo fracase, a que vuelva a haber elecciones y el pueblo le aclame, es deleznable, cobarde, vacía y muy propia de un personaje nada generoso.

La solución para el PP, hoy aun posible, pasa inevitablemente por prescindir de Rajoy y acometer una oferta a la catalana, con un personaje que tampoco puede ser Soraya pues ha estado demasiado vinculada a Rajoy y al fracaso de su mandato, pero si alguien que en el resto de los partidos no produce el rechazo generalizado, ajeno a corrupción alguna, que ha navegado razonablemente bien en su mandato, que ha enderezado su economía y que ofrece confianza, como es Alberto Núñez Feijoo, quien posiblemente se lo haya planteado ya, pues a un paso de las elecciones gallegas, está disponible al no haber decidido todavía si se va a presentar o no (con la aparición de Mareas, la mayoría absoluta está mucho más cara), con lo que se abriría de nuevo un campo de negociaciones, incluso con el PSOE, quien resulta ridículo negándose a pactar con corruptos, una negociación que a efectos de mantener a distancia a Podemos, los barones la impondrían, y que coordinada por el único partido que está a la altura de las circunstancias, como es Ciudadanos, se podría aspirar a conseguir ese gobierno de mayoría que pudiese gobernar, al menos a lo largo de un par de años, con un programa de gobierno y una reforma constitucional consensuada para, pasado ese tiempo, convocar nuevas elecciones.

La maniobra, y a efectos de no dejar huecos en Galicia, se podría completar con la candidatura a la presidencia de la Xunta por parte de la mejor ministra de Rajoy, quizá la política más seria y eficiente de los últimos gobiernos, al margen de cualquier duda, y que no produce el más mínimo rechace, Ana Pastor Julián, cirujana, diputada por Pontevedra, con amplia experiencia política, enormemente eficiente y positiva en todos los cargos que ha ocupado hasta el momento.

¿Qué ha pasado pues para haber llegado hasta aquí?. Ni más ni menos que Rajoy es el prototipo de lo más negativo de la derecha española, de una derecha torpona, que va de sobrada, que considera que está por encima del bien y del mal, que desprecia cuanto ignora, que se asombra de que el pueblo ya no le rinda pleitesía, que mira por encima del hombro, que se cree que el pueblo es bobo de remate (ahí mucha razón no le falta) y que en definitiva está a años luz de una realidad que ni siquiera intuye.

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Miguel Font Rosell

Licenciado en derecho, arquitecto técnico, marino mercante, agente de la propiedad inmobiliaria.

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