Desde el Exilio

Miguel Font Rosell

Abre la muralla o… cierra la muralla

 

Terminada la noche electoral, los primeros datos me daban para escribir un primer artículo al que titulaba ¿Callejón sin salida?. Pasados ya dos días, y a la luz de las impresiones generales, tanto de las prudentes como de las disparatadas, o de las propias del fanatismo partidista de cada cual, no me resisto a describir la salida que yo le veo al callejón postelectoral.

A la luz de la línea continuista de la política española actual, su falta de generosidad, su estrechez de miras, las ambiciones sin límites de sus principales políticos, el navajeo interno y el hacer habitual de los partidos, al PP no le cabe salida natural alguna, mientras al PSOE le cabe una alianza con Podemos, IU, todo tipo de mareas y con los independentistas, una solución forzadísima que puede degenerar en un caos para el país, aunque a la hora de buscar una mayoría suficiente, y tal y como está el patio, parece ser la única alianza posible a corto plazo.

Pero ¿qué pasaría si nos adentramos en el mundo utópico de considerar que, al igual que ocurrió con la transición, a nuestros políticos y a los partidos que los amparan, hoy día de la lotería y del solsticio de invierno, el inicio natural del año, momento de buenos propósitos, se produce el milagro y les da por ser generosos, desprendidos, amplios de miras y, en un instante de locura, dispuestos a poner por delante los intereses de España sobre los propios y los de sus partidos, decidiendo llevar a cabo un amplio pacto nacional, al estilo de los pactos de la Moncloa, en bien de la futura gobernabilidad?

En esa utópica postura y entrando en la política ficción, podría producirse lo siguiente:

Pasadas las fiestas, el lunes 28, día de los inocentes (no podía ser otro), bajo la presidencia de un independiente de prestigio en el país, PP, PSOE y Ciudadanos, a través de tres representantes de cada partido (10 hombres buenos, o mujeres, no se vaya a rebotar nadie), se encierran en un hotel y, al igual que en conclave vaticana o con ocasión de la proposición de la Constitución, sin salir hasta llegar a un amplio acuerdo, deciden pactar sobre las diez principales cuestiones políticas del país, a saber: Modelo de Estado (federal o autonómico), Reforma constitucional, Ley electoral, Ley de partidos (democracia interna, corrupción, etc.), reforma del Senado, Hacienda, Educación, Justicia, Sanidad y Trabajo, dejando a un lado y para mejores ocasiones lo más enconado, conseguir llegar al más amplio acuerdo que permita llevar a cabo un gobierno de transición, que posibilite acometer las reformas propuestas, con las consecuentes reformas constitucionales correspondientes para, una vez aprobadas, convocar nuevas elecciones generales (alrededor de dos o tres años), coincidentes con autonómicas y municipales.

Ese gobierno de transición, y en función de los resultados obtenidos en estas elecciones, lo formaría el partido popular como ejecutivo, el PSOE ostentaría la presidencia del Congreso y del Senado, mientras Ciudadanos presidiría la Comisión de seguimiento, encargada de velar por el cumplimiento y coordinación en plazos de los acuerdos adoptados.

A efectos de no crear mas controversia con ciertas autonomías, se acordaría el llevar a cabo un referéndum nacional con las siguientes dos preguntas: ¿Desea que Cataluña siga siendo parte de España?. ¿Desea que Euskadi siga siendo parte de España?. Hecho así y para todo el territorio nacional (algo que debería haber hecho Rajoy hace tiempo), no sería preciso llegar a reforma alguna de la Constitución al respecto, se conocería el sentir de todo el pueblo español y al mismo tiempo se podrían conocer los resultados en esas dos autonomías. Ello permitiría llevar a cabo una amplia campaña informativa previa sobre los pros y los contras para todos de las posibles consecuencias de hipotéticas segregaciones, con el encargo de documentados estudios sobre el particular, dando con ello satisfacción a catalanes y vascos sobre la consecución de la consulta.

Una vez conocido el resultado, de unión con toda seguridad, se obraría en consecuencia, con las reformas constitucionales a que hubiera lugar en función de clarificar responsabilidades.

Pasados esos años de reformas, se aprobaría la nueva Constitución y, ya cada partido, con su bagaje correspondiente, el PP habiendo posibilitado la ejecución de las reformas, el PSOE comandando Congreso y Senado para la tramitación de las nuevas leyes, Ciudadanos habiendo coordinado todo el proceso, Podemos habiendo llevado la crítica y oposición a modos, maneras, e incluso contenidos, y los independentistas con su referéndum cumplido y sus ansias de ser cabeza de ratón atenuadas por sus propios rebaños, mas dados a seguir pastando en abundantes pastos y protegidos en conocidos rediles, que en hipotéticos paraísos prometidos de leche y miel en abundancia.

Se expondrían todos ellos, con sus nuevas alforjas, al juicio popular y, a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga.

¡Que bonito!, aunque… me temo que no haya huevos para tamaña tortilla.

 

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Miguel Font Rosell

Licenciado en derecho, arquitecto técnico, marino mercante, agente de la propiedad inmobiliaria.

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