De su libro, de sus palabras, se desprende la idea de que en los comportamientos humanos hay algo del mundo intimista del payaso. Julián Lago habla como sale todos los días a la pista donde tiene que hacer reír, manifestar su euforia, buscar el chiste fácil… Pero sobre todo ese payaso regresa al camerino y está sólo, con sus miserias. Sin embargo el circo, el gran circo continúa fuera.
De esta premisa parte el desgarrador y autoinculpatorio libro “Un hombre sólo. Casi unas memorias” en el que Julián Lago repasa su vida entre palacios, recepciones y rodeado de las personas más poderosas de España. Relata a su vez la fuga de todo ese mundo que el identifica como la farsa del payaso.
Para el periodista el hecho de tener un determinado poder hay que matar. “Matar es apretar un día un botón y que un tío fallezca.”
De ese mundo que tanto despreciaba él se tomaba su particular “venganza del payaso”: publicar en los medios de comunicación en los que trabajaba las miserias de los más poderosos.
Del periodismo de hoy reniega porque ya no podría llevar a cabo ese modo de elaborar la noticia. Julián lago confiesa que hizo de su profesión un sacerdocio en que hoy, toda la liturgia que subyace debajo, “es todo mentira”.
“Hoy se hacen periódicos con comunicados oficiales e Internet. Todas las portadas de los periódicos son iguales. Antes el periodista era dueño de la noticia. Ahora la noticia pertenece a las multinacionales o a un señor que vive en la Quinta Avenida”
Por eso se congratula que la literatura le haya venido a buscar a la vez que lamenta que el periodista se le haya abandonado.
“El periodismo que yo puedo hacer no hay ninguna empresa que lo aguante. No es que yo tenga la verdad pero, como decía Machado, tengo mi verdad”.
Esa lucha por la verdad, para Julián Lago ha encontrado un enemigo que es Internet. Sin tapujos afirma que Internet ha matado al periodismo.
“Lo ha colocado en la mayor de las impunidades. Se dicen las mayores barbaridades y nunca pasa nada”
