Florencio de Arboiro: «Los afiladores tenían valor de generales»

Florencio de Arboiro: "Los afiladores tenían valor de generales"

Periodista Digital-. Habiendo nacido en Arboiro, un pequeño pueblo de la provincia de Orense, desde donde un ejército de afiladores conquistó el mundo; lleva 30 años recuperando las historias de una gente que a la necesidad supieron sacarle ingenio.

Florencio Martínez, más conocido como Florencio de Arboiro habla de una cultura etnográfica y rural que se va apagando a la vez que las ruedas de afilar se olvidan tiradas en los alpendres de las viejas casas de los pueblos.

Las historias de la Historia que recopila Florencio está muy ligada a la emigración que esquilmó los pueblos gallegos particularmente.

Siempre se habla de aquellos que regresaron con fortuna. Pero muchos más no pudieron volver nunca. Tengo más de 20 historias de personas que no saben en qué lugar del mundo murieron algunos de sus familiares que un día se fueron empujando una rueda de afilar.

Este hombre de amante de su tierra que tiene en su haber cientos de ruedas de afilar (en todos sus modelos), subraya que el elemento más importante de su colección son las historias que acompañan a la herramienta.

De este oficio, este escultor y coleccionista gallego, explica como el afilador era sobre todo un gran negociador.

Ahora hay modernas escuelas de negocios, universidades… pero los aprendices de afiladores ya con 12 años empezaban a negociar. No sólo el precio de su trabaja, negociaban hasta la comida.

Además de toda la geografía española, los afiladores cruzaron en masa el océano. Allí donde llegaban tenían valor de generales.

Llegaban a Venezuela, tocaban su chiflo y ya se ponían a trabajar. Un afilador ganaba en una semana lo que un panadero en más de un mes.

Florencio que busca desde su tierra las historias de las que la tuvieron que abandonar reconoce que el es de los que tuvo suerte de quedarse en Galicia. Y como testigo y trasmisor de la cultura gallega centenaria opina que

La comunicación es importante la pena es que haya tanto idioma.

Los viejos afiladores, hoy preocupados por la dignidad en riesgo de su oficio, están alarmados porque

Ahora cualquiera coge una bicicleta y se pone a afilar. Ni saben negociar (llegan a cobrar más de los cuesta el cuchillo de afilan) y no tienen la técnica y estropean los instrumentos.

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