Hasta los ateos más tajantes creen que la destrucción de buena parte de la catedral de Notre Dame de París es una tragedia para la historia y la cultura europeas, porque es la adición paulatina de los mundos preclásico, clásico y cristiano, iniciados miles de años más antes de los ocho siglos del gran monumento gótico francés.
Una tragedia que ha despertado poderosas voces exigiendo que los fondos que se deben destinar a su restauración se consagren a reducir desigualdades en la sociedad francesa y a las tragedias humanas, como la de la pobreza en buena parte del mundo.
Oenegés y los “chalecos amarillos” que protestan violentamente “contra todo” los fines de semana en París, reclaman el dinero y afean que los multimillonarios iniciaran una cuestación para que Notre Dame recupere la belleza y la simbología perdidas.
Tras el incendio del pasado…
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