Hay pocas conductas más detestables que la de promocionar entre los niños la figura de un pederasta generoso creado para sustituir en Navidad a los fastuosos personajes mágicos que vuelan desde Laponia en un trineo tirado por renos, o que llegan en camellos camino de Belén con oro, incienso y mirra.
Hace sólo una década que los nacionalistas gallegos dijeron haber descubierto en las profundas montañas del interior la leyenda de un sucio y gordo carbonero que entraba secretamente en las habitaciones de los niños para tocarles la barriga en Nochebuena, Año Nuevo y Reyes, y “comprobar” que estaban bien alimentados.
Se convertía así al mugriento pederasta en un ser entrañable al que últimamente tratan de mejorar quitándole la roña que lo envuelve para parecerlo algo a los imponentes Papá Noel-Santa Claus y los Reyes Magos…
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