Con mínima cobertura informativa se cubrió en España el acto de este lunes en el que las autoridades británicas condecoraron post mortem a Ignacio Echevaría, el español que se enfrentó a los yihadistas que mataban a cuchilladas a viandantes en el centro de Londres, y que resultó uno de los ocho asesinados.
Noticia de pasada, porque en España los héroes se adoran un momento y poco después de olvidan, en lugar de mantenerse y ensalzarse perennemente como se hace en tantos otros países, como el Reino Unido, que de esta manera mantienen el orgullo de sí mismos.
Casi todos los españoles se emocionaran y recibieron una gran dosis de autoestima al conocer la gesta de Echeverría, de 38 años, que el pasado 3 de junio abandonó su bicicleta al lado del céntrico mercado de Borough, y con su monopatín acometió a los terroristas, que lo mataron mientras él le salvaba la vida a un policía y a varios viandantes.
Luego, el ejemplo de su familia, que llevó el dolor con dignidad y fortaleza, que sus padres…
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