En buena parte de Cataluña se vive una hostilidad oculta entre sus habitantes, con el boicot y la humillación de hijos de españolistas en las escuelas, desprecios a sus padres en los vecindarios, su asesinato en efigie o con ataques a los símbolos y a los partidos que defienden la españolidad de la región.
La “revolución de las sonrisas” que los independentistas han vendido eficazmente en el exterior está poniéndose bronca en las bases, mientras los líderes siguen radiantes como si no ocurriera nada, ni siquiera tras la huida de casi 3.000 empresas de Cataluña.
Los agredidos por esa violencia sorda y malintencionada, quizás tantos como quienes la practican, van acumulando una ira interior que podría estallar inesperadamente.
Una señal de la tirantez creciente es que medio centenar de extremistas catalanes…
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