Carles Puigdemont creía que libraría Cataluña de los opresores españoles; se veía como Braveheart, Corazón Valiente, el héroe de la I Guerra de la Independencia de Escocia, en el siglo XIII, ejecutado por Eduardo I de Inglaterra tras ser traicionado por uno de los suyos.
Si no William Wallace, por lo menos Lluis Companys, el presidente de la Generalidad que se levantó contra la República en 1934, que lo encarceló pero luego lo indultó, y que fue fusilado después por Franco, igual que el general catalán que detuvo su golpe de Estado.
Prometía estar dispuesto a morir por amor a Cataluña. “Aceptaré la cárcel, incluso la muerte”, decía en las entrevistas hasta que proclamó la República Catalana, el 27 de octubre.
El Estado respondió con la aplicación del artículo 155 de la Constitución que lo expulsó del poder, con todos los suyos…
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