Aunque finjan creerlo, todos, catalanes o no, saben que es imposible que las cargas policiales del 1 de octubre en Barcelona hubieran producido los cerca de mil heridos que denuncia la Generalidad.
Porque pese a las espectaculares imágenes de los cortos instantes de las actuaciones policiales sólo hubo tres personas hospitalizadas, una grave, y una infartada.
Al ver esas imágenes la gente de buena fe aceptó que era una masacre de ancianos –colocados como escudos humanos por los separatistas–, y así la presentaron los periodistas extranjeros asesorados por colegas separatistas catalanes.
Cientos de informadores extranjeros aterrizaron en Barcelona excitados por el levantamiento de un pueblo contra la dictadura de una de las democracias más libres y abiertas del mundo, muchos sin idea sobre el conflicto y sin hablar ningún idioma local…
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