El mayor peligro para la paz tras una hipotética independencia catalana es el del imperialismo nacionalista, que cree con el derecho colonialista a apoderarse o al menos dominar otras regiones con lenguas similares al autonómico sin tener en cuenta que parte de sus poblaciones se levantaría violentamente para evitarlo.
Tras el anuncio de los dos grandes bancos catalanes de marcharse, el Sabadell a Alicante, la Caixa a Valencia y sus empresas a Palma de Mallorca, Oriol Junqueras, uno de los motores del separatismo como líder de ERC y vicepresidente de la Generalidad, dijo ufano que “no importa, porque siguen en los Països Catalans”.
Con una independencia recién conquistada la autoestima nacionalista se descontrola, igual que la soberbia de sentirse raza superior –hemos derrotado a un viejo país como España–; solo le queda adueñarse del lebensraum, el espacio vital que le pertenece porque “en esos territorios hablan catalán con variantes locales”.
El nacionalismo tiene tan asumido que las islas Baleares, la Comunidad…
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