Lo liberamos de L’estaca, a él y a todos nosotros, y ahora Lluis Llach quiere descalabranos con ella.
En el tardofranquismo, últimos 1960, un cantautor reclamaba por toda España en catalán con su piano, hermosa voz y gran riqueza poética y musical la libertad que ansiaban los demócratas.
Lluís Llach era más dulce que el Raimon de “Al Vent”, más complejo que el Serrat de “Ara que tinc vint anys”, un trovador que más que agitar públicos los emocionaba con la belleza profunda de sus canciones.
Portaba un mensaje democrático inspirador, y tras unos exitosos recitales el régimen le prohibió seguir; él marchó a Paris hasta la muerte de Franco…
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