Aún había franquismo. Unos cincuenta estudiantes de Náutica en la Escuela de La Coruña se encerraron en un salón en protesta por algún olvidado motivo y el director no llamó a la policía sino a los estibadores del puerto.
Aparecieron unas veinte moles humanas “que vaya tormenta de palos nos dieron”, recordaban en una reunión de excompañeros algunos descalabrados.
Los hijos o nietos de aquellas fuerzas de choque del régimen, porque los trabajos de estiba se heredan, pueden provocarle un daño inmenso a la economía española. Y ya no necesitan ser moles, solo manejar telemandos de grúas.
Cobran un mínimo de 60.000 euros anuales, les es fácil superar los 100.000, y sus representantes imponen un numerus clausus para mantener los derechos del todavía superviviente sindicato vertical falangista…
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