Durante el tardofranquismo los estudiantes de izquierdas triunfaban cuando ligaban a chicas de derechas para adoctrinarlas, mientras las del partido propio eran incómodas vigilantes ideológicas que se enorgullecían de vestir como chinas y de no maquillarse ni usar desodorantes.
Ellos imitaban a Fidel, al Che, a Mao, y también eran más feos, bajitos y sudorosos que los chicos de derechas; lo que los salvaba de complejos era ese honor revolucionario de derrotar al enemigo de clase ligándose a sus chicas.
Para compensar, a los guapos de derechas le gustaban las inteligentes, desarrapadas y bravías misioneras rojas, que se dejaban ligar, decían, para hacer proselitismo.
En la revista Triunfo, portavoz progresista, el comunista Manuel Vázquez Montalbán justificaba la guapura de las derechas: su cuidada alimentación y el gimnasio –hoy dicen “fitness”– elaboraban esas “carnes de primera”.
Pasaron décadas y hoy las chicas de izquierdas…
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