Estamos obsesionados con la corrupción de numerosos políticos, olvidando que también toman decisiones de gran impacto en nuestra vida impulsadas por sus pasiones, deseos, virtudes, y quizás también por algo que altera sus conductas, como las drogas.
La última sesión, la semana pasada, fue especialmente perturbadora por la barahúnda que se montó, cercana a las asambleas de locos en los antiguos manicomios.
Fue algo anormal en un país medianamente civilizado, aunque en realidad no hubo ninguna sesión parlamentaria normal tras las últimas elecciones generales.
Lo mismo que se exige una declaración de bienes al acceder a un escaño, debemos exigir que los políticos se sometan regularmente a análisis de consumo de sustancias que alteran el cerebro.
Debemos imponerles análisis antidopaje, como a los deportistas, y que se hagan públicos los resultados….
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