Los yihadistas suicidas deberían saber que se humedecerán sus restos con grasa de cerdo, de manera que serán expulsados en ese momento del Paraíso para ingresar en el más horrible de los infiernos.
Medio milenio antes de que naciera el cristianismo, que es seis siglos más antiguo que el islam, en China se usaba la fuerza del enemigo para vencerlo: “Tu mejor energía es la del contendiente”, decía el general Sun Tzu, padre de las grandes estrategias militares.
La mayoría de los eruditos musulmanes creen un muerto con una sola gota de grasa de cerdo sufre la peor y más eterna de las condenas.
Aunque algunos sabios del islam, muftíes, imanes, jeques u otros nieguen el castigo, hay muchos más que plantean la irreversibilidad del daño a las almas profanadas.
En cualquier caso, y aunque algunos yihadistas crean que nadie les va a quitar sus huríes, la mayoría mantiene esa duda, que en occidente debe estimularse por todos los medios…
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