Los países islámicos no cambian y vuelven al despotismo político y/o religioso del pasado aunque hayan experimentado una revolución modernizadora y laicista.
Ocurre en la Turquía construida como país moderno sobre los escombros del imperio otomano desde 1923 hasta 2002, cuando Recep Tayyip Erdoğan fue elegido por primera vez primer ministro, cargo que mantuvo hasta 2014; entonces comenzó a competir por la presidencia que acaba de ganar tras un intento fallido este verano.
Los líderes occidentales lo presentan como un islamista moderado interesadamente, puesto que mantiene su país en la OTAN, de la que es miembro desde 1952, cuando gobernaban los herederos laicistas de Ataturk, el fundador de la República.
Erdoğan va cambiando lentamente Turquía, volviendo a los hábitos y a las numerosas prohibiciones del islam sunní otomano, más liberal que el de las escuelas salafistas, pero que sigue siendo nacionalislamista…
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