Al ver por televisión a las monjas de clausura Lucía Caram y Teresa Forcades alentar a los nacionalistas catalanes a que acosen a quienes no lo son, este cronista debe narrar el caso del cura que en lo más duro del franquismo también vejaba a la única familia de su pueblo que no era católica.
No era mala persona, sólo un ayatolá papista que trataba de salvar almas aprovechando el poder inquisitorial del nacionalcatolicismo, un fanático como esas monjas a las que ahora censura infructuosamente el Vaticano.
El cura hisopaba la casa de los herejes, la rodeaba con beatas rezando el rosario para expulsar a Satanás y paraba ante ella las procesiones dando fuertes golpes con los varales del palio para que el Santísimo despertara y ablandara aquellos duros corazones.
El ministro de Interior, el muy católico Jorge Fernández Díaz, denuncia que esas Monjas de las Llagas independentistas son ejemplo del nacionalcatolicismo…
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