Entre elecciones, luchas políticas, jueces contra la corrupción y terror islamista estamos olvidando que los chinos están colonizándonos aceleradamente como antes hicieron los estadounidenses, cuya influencia decrece en amplias zonas del mundo.
Sus empresas compran las europeas y americanas más señeras, como hicieron las estadounidenses el siglo pasado — el último ejemplo de esta semana es la italiana Pirelli– gracias a su superávit con las exportaciones de bienes baratos de gran consumo.
Pero Pekín quiere mucho más que exportar, comprar empresas por todos los países, o ser minorista en tiendas instaladas por los locales de negocios occidentales cerrados tantas veces por las leyes comerciales que ellos no respetan.
Se diría que quiere cumplir fielmente la profecía hecha por Napoleón en 1803: “Cuando China despierte, el mundo temblará”…