Qué horrible final. Quemado vivo. El piloto jordano de 26 años Moaz Kasasbeh sacrificado en una terrible agonía ordenada por el Estado Islámico que domina buena parte de Irak y Siria aplicando la interpretación más brutal de la Sharia.
Los adjetivos se quedan cortos: depravación, crueldad, inhumanidad, pero todas esas características que señalan lo terrible que puede ser la maldad humana sólo denuncian las consecuencias de algo mucho peor: el verdadero fuego de la fe.
Las creencias, religiosas, ideológicas o políticas, cuanto más se acerquen al fanatismo, más aceptan participar en las peores perversidades.
El fuego de la fe interior que recomendaba mantener Pablo el Apóstol y que quemaba a Teresa de Ávila tiene traslación exterior en la aplicación fundamentalista de cualquier dogma…
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