Vivimos en un país en el que uno de sus personajes más populares es el pícaro, al que se admira más que a Don Quijote.
Lo sabemos y decimos asustarnos de lo bribones que son muchos de nuestros políticos. En realidad sólo mantienen esa tradición española tan aceptada que nos hace creer que somos los más sinvergüenza del planeta.
Tampoco es así. Ser corruptible forma parte de la condición humana. En los países más virtuosos no hay menor putrefacción, que se controla con fórmulas legales inexistentes aquí.
En EE.UU. y la UE se reguló la existencia de los lobbies que cabildean…
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