Durante una década como presidenta de la Comunidad de Madrid y hasta su dimisión en septiembre de 2012 se calificaba a Esperanza Aguirre como la española más poderosa.
Pero el pasado 3 de abril unos anónimos agentes de movilidad madrileños la sometieron a una larga humillación pública, de la que ella huyó indignada, y por la que ahora afronta un posible delito de desobediencia que en caso extremo podría llevarla un año a la cárcel.
Esa tarde, cuando había poca circulación, aparcó su utilitario en un carril bus del centro de Madrid para retirar dinero de un cajero automático.
En casos así los agentes de movilidad fotografían el coche y el lugar de la infracción y ordenan al conductor mover el vehículo inmediatamente para denunciarlo donde no entorpezca la circulación…
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