Hace menos de seis meses Barack Obama quería derrocar al dictador sirio Bashar al-Asad para apoyar a los militares disidentes de su régimen que, tras la Primavera árabe iniciada a finales de 2010, creó el Ejército Libre de Siria (ELS).
Ahora está dispuesto a sostener a Al-Asad como le proponían Vladimir Putin y el gran enemigo Irán porque aquel ELS ha sido eclipsado por el Estado Islámico, movimiento de fanáticos que pasó de 2.000 combatientes hace dos años a unos 80.000 ahora.
El ESL es, a ojos occidentales, inhumano. Pero su brutalidad genocida es consecuencia natural de la visión más rigurosa y purista del islam sunita, la rama a la que pertenece el 85 por ciento de los musulmanes.
Aunque lo políticamente correcto sea separar a esos asesinos de la doctrina musulmana, se sabe que el estudio literal de numerosas aleyas del Corán y la aplicación de la sunna crea asesinos rituales fanáticos…
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