Que se maten entre ellos los fanáticos de las distintas sectas islamistas, que se asesinen degollándose, decapitándose y ametrallándose por diferencias interpretativas de una de las 6.236 aleyas del Corán o de un hadiz, no debería preocupar a quien no sea como ellos.
Pero que cometan genocidio con toda persona o grupo humano que no comparta exactamente sus creencias, que es lo que hacen estos monstruos, debe ser castigado definitiva, despiadadamente, con letal tecnología militar.
El problema de lo que está ocurriendo ahora con ese ejército de enloquecidos asesinos del Estado Islámico de Irak y Levante (EILL-ISIL), no es que están matando a otros salafistas próximos a su antes aliada Al-Qaeda, puesto que estos grupos son bandas de genocidas parecidas.
El problema es que aniquilan a musulmanes menos fanáticos, chiitas o sunitas, y, sobre todo, a cristianos y yazidíes…
Siga leyendo aquí y vea a Salas
…