Tras expulsar a los embajadores sirios de los países europeos y EE.UU. en protesta por las masacres diarias que se le atribuyen al régimen dc Bashar al-Assad, Occidente no sabe ahora cuál será su próximo paso, al contrario de lo que hizo con la Libia de Gadafi, a la que atacó para apoyar a unas fuerzas rebeldes surgidas de la nada.
Occidente presiona a Rusia y China para que condenen el régimen sirio en el Consejo de Seguridad de la ONU y abran la puerta a una posible acción militar de apoyo a los insurgentes.
Pero los occidentales no parecen realmente dispuestos a aprovechar esa opción: el ejército sirio es muy poderoso, nadie quiere exponerse a sufrir bajas, y la insurgencia no es de fiar.
Barack Obama, que afronta preocupado…
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