La fiesta de los toros está acabándose poco a poco sin necesidad de prohibirla, como en Cataluña: las plazas están medio vacías; se ve alguno de estos días en la principal feria del mundo, la de San Isidro, en Madrid.
Se organizan ya menos de la mitad de las corridas que hace una década porque el toreo se enfrenta a una sociedad a la que le repugna ver un animal desangrándose, aunque le repelan menos las masacres violentas entre humanos.
Se perderá así un arte que comienza hace al menos 13.000 años, como se intuye en Altamira, y que inspiró a Juvenal, Cervantes, Goya, Picasso, Manet, García Lorca, Hemingway o Vargas Llosa.
Para quienes no sienten el espectáculo como un drama simbólico de vida y muerte, la lenta desaparición…
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