Nada hay más falso que vivir y mostrarse como lo contrario de lo que se dice ser. Y el movimiento de los autoproclamados indignados, que vuelve un año después de su sonada aparición, ha renacido como lo que es: una gran mentira.
Porque, al margen de los inevitables antisistema, en lugar de estar formado por masas furiosas, rabiosas y descompuestas, es alegre, divertido y está bien alimentado, la antítesis de lo que genera la indignación.
Viéndolos así podemos saber que los verdaderos indignados, los coléricos de verdad, no han salido a la calle todavía; aunque también lo son los ciudadanos cuya libertad de circulación o de descanso desaparece por la fiesta de los falsos indignados.
Que ocupan las calles y plazas principales con tam-tams, bandas de bongos…
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