Alguien tendrá que pedirnos cuentas a los periodistas por los conflictos artificiales que creamos al convertir grupos minoritarios, verdaderamente marginales, en la esencia de la democracia.
El ocho por ciento de los ciudadanos no puede derrotar a quienes le han dado su voto a la suma del PSOE y el PP, el 92 por ciento del Parlamento. Aunque no nos guste.
Aparte de UPyD, cuya situación es diferente, le concedemos igualdad informativa que a los mayoritarios a IU y a los nacionalismos, desesperados porque por una vez perdieron su capacidad de chantaje, y temen que en adelante los grandes partidos prescindan nuevamente de ellos.
El caso de periodismo desequilibrado más patente es el que se da con los Indignados del 15M, movimiento asambleario sin bases ideológicas ni militancia homologable, al que se jalea como si tuviera la mayoría absoluta, cuando ahora son sólo unos cientos de inquietos inocentes y de frikis.
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