Que un niño musulmán consiga que la policía judicial le tome declaración a un profesor por explicar que el clima seco y frío de Trevélez, Granada, hace famoso el jamón que cura, demuestra que España ha creado un sistema legal capaz de tramitar las denuncias más maliciosas y de peor voluntad, destinadas a cambiar este país.

El niño advirtió que la alusión al jamón ofendía a sus sentimientos religiosos, y sus padres denunciaron al profesor por maltrato psicológico, xenofobia y racismo.

Para no parecerse a la dictadura franquista, la democracia se ha rearmado moralmente creando tantas garantías legales que hay delincuentes que envían a prisión a los policías que los detuvieron por torturas claramente falsas.

Y así, muchos juzgados están bloqueados con trámites iniciados con denuncias intimidatorias, como esta. Por corrección política ya casi no se estudia la Reconquista, casi ocho siglos fundamentales de la historia española, y terminará habiendo colegios que vetarán la Ilustración porque se enfrenta a los dogmas musulmanes.

Aunque la denuncia ya está rechazada, ahora debería imponérsele un castigo a quien tramitó la denuncia y una elevada multa a los padres y abogados por presentarla.

De otra manera esto acabará convirtiéndose para los musulmanes más fanáticos en una jihad contra las escuelas, la cultura y la sociedad mayoritaria española.

Y como ya empieza a ocurrir por unos pocos mahometanos en algunos colegios, todos los alumnos deberán comer halal con declaración de pureza expedida por un imán matarife, que además cobrará por declarar que la carne se ha desangrado mirando a La Meca.

Finalmente, y con apoyo de la Alianza de Civilizaciones, los jihadistas conseguirán prohibir la “fiesta genocida” de la Toma de Granada en 1492, como ya exigen, para sustituirla por la de la batalla del Guadalete, 711, inicio del “glorioso pasado islámico de Al-Andalus que deberá volver”.