Podría ser cierto que cualquiera de nosotros es eslabón en una cadena de personas engarzadas entre ellas, y que al sexto eslabón más allá se llega al Rey o al presidente de EE.UU.
Le ha ocurrido a este cronista con quien fue un niño abandonado en la Sierra Morena, que vivió doce años entre los lobos, entre 1953 y 1965, y sobre el que el director Gerardo Olivares estrenará este otoño la película “Entrelobos”.
Antes de saber algo sobre el filme el cronista había encontrado en Google a Marcos Rodríguez Pantoja, que ahora tiene 64 años, al documentarse sobre casos de niños ferales o salvajes, criados entre animales.
Así supo que, recuperado por la Guardia Civil, Marcos fue reeducado, pero también explotado por varios falsos protectores.
E inesperadamente el cronista encontró hace unos días un artículo sobre Marcos firmado por Francisca Castro, que publica entrañables reflexiones en el diaro “La Región” de Orense, en cuya provincia vive ahora el que fue aquél niño.
Francisca, que es su amiga, escribía: “Estar con él es una alegría continua, pues no para de reír, hasta canta muy bien y aúlla como los lobos. Dice que ahora es persona, que antes era animal, pero que los animales son mejores que las personas». Por fortuna, Marcos vive actualmente con buena gente, cuenta Francisca.
Esta es una historia formidable, reminiscencia de la España negra de Pascual Duarte, Los Santos Inocentes y Puerto Urraco: la de un padre que vende el niño a un cabrero, la de una madrastra malvada y de unos lobos, padres adoptivos, más humanos que los humanos.
Así que el cronista, con el solo eslabón de Francisca, amiga suya también, se siente personalmente cerca de alguien mitológico: los Rómulo y Remo contemporáneos, que son Marcos, una sola persona.