Casi todos le afean a Zapatero que hasta Barack Obama tuviera que llamarlo para exigirle que cambiara su política económica, porque además de arruinar España ponía en peligro todo el sistema financiero internacional.

Z. obedeció instantáneamente, pero con medidas antisocialistas: sin ahorrar gastos suntuarios y subvenciones para comprar votos, reduce las medicinas, aunque sigue pagando abortos, retira estímulos a los nacimientos, y reduce las pensiones.

Ha comenzando a desmantelar el Estado del Bienestar, algo que si lo hubiera hecho la derecha en lugar del “No a la guerra” se gritaría “Sí a la guerra (civil)”.

Para Obama la situación era tan grave como el hundimiento del acorazado Maine en La Habana, el 15 de febrero de 1898, motivo de la guerra hispano-estadounidense por la que España perdió sus últimas provincias ultramarinas.

Afortunadamente, no nos ha invadido. Sólo nos ha reconvenido como si fuéramos un protectorado, el Estado Libre Asociado de Puerto Rico.

Aceptemos que Z. estaba llevando España a la ruina, aunque él culpe solamente a los especuladores, que son los inversores que retiraron su dinero a la vista del desastre provocado desde Moncloa.

Zapatero también achaca la ruina a la crisis internacional, cuando Alemania o Francia tienen menos de la mitad de parados y superan sus problemas solamente con sentido común.

Según el Centro de Investigaciones Sociológicas, controlado por el Gobierno, a pesar de este desastre, los españoles no van a echar a Z., por lo que lo mejor para todos es aceptar el protectorado de Obama, no vaya a ser que con una de sus ocurrencias hunda no el Maine, sino la VI Flota.

Para prevenirlo estuvo en Madrid el vicepresidente Joe Biden, que arengó a las tropas españolas como un fervor de patriota español que nunca mostró Zapatero.

Ahora, hasta nuestros soldados aprenden cómo se crea el patriotismo americano.

Bien. Washington dirige nuestra economía y a nuestros militares. Pues seamos consecuentes y proclamemos al unísono: “¡Patrón Obama, Presidente!”