Que un bar de luces rojas anuncie la subasta de una noche con mujeres que viven de prostituírse es una inmoralidad, pero no un delito, pese a lo cual el Gobierno, empujado por la moralina feminista, mandó la Guardia Civil a cerrar el local, al que convirtió así en noticia de alcance internacional.
Ocurrió este fin de semana en Navas del Rey, 2.600 habitantes a 45 kilómetros de Madrid, gobernado por el PP, que quizás por puritanismo religioso envió también a la policía local a clausurar el bar “El Skándalo”.
Según el atestado, las señoritas aceptaban entregarle a los pujadores sus meumáticos saberes, y la subasta sólo era un truco comercial: como una bolsa de valores.
Además, esas mismas damas se promocionan en todos los periódicos madrileños menos en uno, Público, que le afea al resto que se preste a las sustanciosas inserciones.
Y aquí entramos en qué es moral, qué ético, que es decente, vergonzoso, miserable, y qué es legal o no.
Quedan pocas personas que defiendan públicamente la moral de raiz cristiana, muchas desacreditadas por haberse demostrado éticamente deleznables. Por lo que la mayoría ya no valora los códigos tradicionales: sólo lo legal o lo ilegal.
Según esta escala, la puja en “El Skándalo” era un acto legal cuyos actores eran mayores de edad. Para la visión tradicional-religiosa era inmoral e indecente.
Pero para justificar el cierre el Gobierno despreció la legalidad y, negando los valores morales tradicionales, aplicó su moralina feminista, que impone la decencia de género, a la que Franco llamaba para aplauso de beatas “recato de la condición femenina”.
Las beatas fémino-progresís que ahora arrullan a Z., la nueva Inquisición Laica, ordenan igualmente que se persiga a la pecadora y le echan la Guardia Civil al pecador.