Ya no queda sentido común. En España, por no ver positivamente el parecido de un Bin Laden canoso y sin barba con el exlíder de Izquierda Unida Gaspar Llamazares, y en EE.UU. por pedirle perdón al diputado comunista porque el FBI usó sus rasgos árabes para divulgar cómo sería el terrible jefe terrorista rapado y sin turbante.
Don Gaspar: es que usted se parece mucho a Bin Laden, es la genética, la herencia semita dejada por árabes y judíos en España. A Anguita, su antecesor, le llamaban El Califa porque parecía el omeya Abderramán III.
Busque usted a las tópicas bellezas españolas de Romero de Torres, incluso allá donde los secesionistas dicen ser de una raza superior, y le parecerá estar en Jerusalén o en Bagdad.
Mujeres con los “Spanish Eyes” de la canción, los ojos de las españolas a los que cantaron Al Martino, Engelbert Humperdinck, Elvis, Madonna, y últimamente los Backstreet Boys.
Podría escribirse una canción titulada “Llamazares’ Face”, y sería un homenaje a los rasgos yemeníes del político con pocos votantes, al que el FBI ha venido a popularizar para ayudarle a remontar las encuestas.
Don Gaspar: la imagen de Bin Laden lo hace famoso en todo el mundo. La prensa estadounidense, disgustada al comprobar la ineficacia de la CIA para detectar terroristas, se encuentra con que el FBI vuelve terrorista por error a un político desconocido, declinante, que no delincuente, de un minipartido español.
Dice usted que se siente en peligro al verse como Bin Laden. Pero si tendría que dar las gracias: ya quisieran otros postulantes políticos esa confusión.
Además, para qué negarlo: buena parte de los españoles se parecen a Bin Laden, qué le vamos a hacer como no sea acudir al cirujano valenciano que trasplanta caras.