Aquellos españoles del siglo XVI antisemitas y más papistas que el Papa todavía existen hoy, aunque ahora en lugar del defender ciegamente un catolicismo bravío apoyan a una banda terrorista, Hamás, secta guerrera de clérigos y fanáticos islamistas sostenidos por la teocracia iraní.

Cuando muchos españoles ven por televisión mujeres y los niños muertos por ataques de Israel en Gaza acusan de genocida al estado judío, como si pudieran compararse gasear a millones de seres en campos de exterminio como Auschwitz, y una guerra provocada por los fanáticos religiosos, que además han puesto a esas víctimas como escudos humanos.

Los neopapistas o hamasistas españoles son más radicales que muchos palestinos, como los de la OLP, y más coléricos que buena parte del mundo árabe.

Quizás sea porque sólo reciben noticias favorables a Hamás manipuladas por periodistas antisemitas que disimulan esa tendencia predicando el buenismo.

Sus informaciones, presentadas con apariencia de objetividad , sentimentalismo extremo y golpes de pecho, esconden toda información favorable a los israelíes para crear nazis.

Por eso ocultan que bajo la casa de tantos niños muertos había túneles plagados de explosivos cuya destrucción llegó cuando los israelíes atacaron las bases de cohetes de Hamás en otros pasadizos interconectados.

Eso casi nunca se explica en España. Y sin embargo lo hace un canal árabe por satélite, Al Jazeera, que no simpatiza con Israel, pero que informa frecuentemente sobre Gaza con mayor equilibrio que la mayoría de las emisoras españolas.

Y también es más ecuánime que el Gobierno de Z, cuyo partido ha participado en manifestaciones antijudías en las que se exhibieron una pistola y esvásticas.

Al Jazeera, al menos, entrevista a todas las partes en conflicto, de manera que descubre a su audiencia una realidad que se oculta en España.