Igual que definimos como machista al hombre que presume ostensible e innecesariamente de su testosterona, deberíamos crear el término de gaychista para el gay que exterioriza su condición sin motivo alguno y que le llama fascista y homófobo a quien no alaba su exhibicionismo.

Ahora sufre las iras de los gaychistas el nuevo partido Unión, Progreso y Democracia (UPyD) porque uno de sus militantes criticó una malísima película española cuya publicidad se basa en una escena en la que un guardia civil le hace una felación a un etarra.

UPD, que preside Rosa Díez, tiene numerosos militantes homosexuales. Algunos formaron sus listas electorales, como su número uno para el Senado por Madrid, el escritor y académico Álvaro Pombo.

Los gaychistas tienen como portavoz al activista y dirigente socialista Pedro Zerolo, al que consideran mariprogre sus rivales ideológicos liberales, de centro y derecha, los liberogay.

Zerolo es un influyente inspirador de la revista Zero, que se centra en el sexo homosexual y que, como Playboy o Interviú, a veces contiene buenos artículos.

Ante la crítica del militante de UPD, Zero se lanzó agresivamente contra ese partido calificándolo de ultraderechista, fascista y homófono.

El eco lo ha multiplicado este influyente lobby, temido en los medios informativos, y que vive del exhibicionismo gaychista inmerso en redes subvencionadas por organismos oficiales, especialmente del Gobierno. Pero también de la derecha, a la que chantajea acusándola de mayor o menor homofobia según lo que se le pague.

Porque el gaychismo mariprogre se ha vuelto una profesión. Múltiples activistas viven sin trabajar, aparentando que combaten la homofobia, pero hostigando sobre todo a otros homosexuales no afines, como los liberogay.

Un lobby y un líder del PSOE gaychistas dedicados a estigmatizar a un rival emergente como UPyD porque podrá resultar políticamente temible y al que hay que destruir aunque tenga como responsables a personas tan honorables y respetadas como el académico Pombo.