El Ejército israelí parte en dos la Franja de Gaza

El Ejército israelí parte en dos la Franja de Gaza

(PD).- El Tsahal avanza imparable. Tras una noche de intensos combates y tensión la Franja de Gaza, el Ejército israelí sigue su marcha. La operación es tan veloz y ajustada, que las tropas están ya a la entrada de la Ciudad de Gaza, donde se han atrincherado y disparan alocadamente miles de milicianos palestinos.

El diario Haaretz, cuya información militar suele ser incontestable, titula en su edición online con la noticia de que las tropas terrestes israelíes «han partido la Franja de Gaza en dos«.

Los corresponsales bélicos Amos Harel, Yoav Stern y Yanir Yagana anuncian que sus tropas han sufrido la primera baja mortal y que otros dos militares israelíes están heridos y en situación crítica.

El preciso ataque aéreo, en el fue herido gravemente Husam Hamdan, dirigente de Hamas responsable de la infraestructura de lanzamiento de cohetes Qassam, y su ayudante Mohammed Hilo, fue montado por agentes secretos del Shin Bet, infiltrados en Khan Yunis disfrazados de palestinos.

La recomendación que hacen los expertos en asuntos bélicos, que abundan en Jerusalén y Tel Aviv, es que el ataque sea muy intenso y muy corto, lo que hace presumir que todo irá muy rápido.


EL DERECHO A DEFENDERSE

Ninguna nación sobre la Tierra aceptaría ser bombardeada permanentemente desde un territorio vecino y permanecer impasible. La actuación de castigo israelí contra Hamás en Gaza no debería ser, pues, una sorpresa.

Lo verdaderamente sorprendente es que no hubiera sucedido mucho antes. Israel ha aguantado lo inaguantable: más de cuatro mil cohetes palestinos que si no han causado más muertes es en buena medida debido al inmenso esfuerzo realizado en la protección pasiva -en forma de bunkers- de las poblaciones del sur de Israel.

Como sostiene Rafael L. Bardají en ABC, exigir un alto en sus operaciones militares a Israel es una inmoralidad así como una gravísimo error estratégico.

El objetivo político de la UE y de la comunidad internacional no debe ser un alto el fuego sin más, sino un alto al terrorismo desde Gaza.

En un desesperado intento de animar a los suyos, Hamás asegura haber capturado a dos soldados israelíes, la cadena árabe Al Yazira informa del secuestro de uno, y haber matado a otros nueve en el transcurso de los enfrentamientos de las últimas horas.

Israel se ha apresurado a desmentir la captura de sus militares.

La manipulación mediática a la que nos tienen acostumbrados las facciones palestinas, terroristas o no, de nuevo está en marcha, ofreciendo por doquier las imágenes del sufrimiento de sus gentes, desgraciadamente inevitable en cualquier confrontación bélica.

Es tan hábil que hace olvidar el sufrimiento al que los terroristas palestinos tienen sometido a una buena parte de la población israelí. Hasta la retirada completa por parte de Israel de Gaza en 2005, Hamás justificaba los ataques suicidas y por otros medios como un instrumento necesario para luchar «contra la ocupación israelí».

Pues bien, desde que Sharon decidiera dejar Gaza a los palestinos, el único israelí en la Franja ha sido el desgraciado soldado Gilad Shalit, secuestrado hace dos años por milicianos de Gaza. Sin embargo, que Israel no fuera ya una «fuerza ocupante» no ha disminuido el ansia de violencia por parte de Hamás y de otros grupos palestinos en Gaza.

Por una razón muy sencilla: lo que Hamás quiere no es la solución de dos estados conviviendo pacíficamente uno junto al otro. A lo que aspira el islamismo palestino es a un único estado en la zona, palestino e islamista.

Por eso ni quiere ni puede renunciar a su objetivo de eliminar a Israel. Y por eso Israel se ve forzado a defenderse. Si no lo hiciera dejaría de existir simplemente.

Como en toda guerra no han faltado los corifeos clamando al cielo por la desproporción de la respuesta militar israelí. No sabemos qué propondrían como alternativa, pero lo que sí sabemos es que no sólo la actuación de las fuerzas armadas de Israel, la IDF, está siendo escrupulosa con el derecho de la guerra, sino que, además, está siendo altamente eficaz en la discriminación de sus blancos.

Cierto, en toda acción bélica está el riesgo de causar bajas civiles inocentes, pero a tenor de lo que cuentan los observadores sobre el terreno y la sacrosanta institución de las Naciones Unidas, tal vez menos del 10 por ciento de las víctimas podrían ser consideradas como víctimas inocentes.

El resto, el 90 por ciento, serían cuadros y milicianos de Hamás. Lo cual quiere decir, entre otra serie de cosas, que la ejecución de los ataques israelíes está mejor preparada que lo que la OTAN hace en Afganistán, por ejemplo, donde la proporción de muertes por error es bastante más alta.

En suma, a Israel le asiste el derecho para defenderse y lo está haciendo de la mejor forma posible, con justicia, legitimidad y proporción.


LA OPERACIÓN TERRESTRE

La operación terrestre comenzó ayer por la tarde después de ocho días de intensos bombardeos aéreos. Caía la noche y la embestida de las fuerzas armadas israelíes por tierra, mar y aire, atronó en la franja palestina.

Buques de la Marina, cazabombarderos y helicópteros castigaron también el territorio palestino para despejar a sangre y fuego el camino a una invasión que pasadas las ocho de la tarde se materializó en un violento asalto terrestre.

Los carros de combate israelíes atravesaron el muro de hormigón por el norte de Gaza. Comenzó así el cuerpo a cuerpo.

La operación parece que no acaba más que empezar. Anoche el ministro de Defensa israelí, Ehud Barak advirtió a Hamás que la operación «no será fácil ni breve»:

«No estamos hambrientos de guerra, pero no toleraremos una situación en la que nuestras ciudades son objetivo constante de Hamás».

«El precio de esta incursión va a ser muy caro», replicó un portavoz del grupo islámico que tiene el pder en Gaza, que prometió convertir la franja palestina «en un cementerio para el enemigo sionista».

Antes del comienzo de la operación, los bombardeos israelíes se habían concentrado el sábado por la mañana en las viviendas de dirigentes de rango medio de Hamás.

Por la tarde, una mezquita de Beit Lahia, en el norte de Gaza, también sucumbió al fuego israelí. Al menos 11 personas morían en el templo, veinte más en otros ataques.

A esa hora de la tarde, ya en la oscuridad, la carretera Saladino, que atraviesa Gaza a lo largo de sus 45 kilómetros, fue bombardeada antes de la entrada por tierra de los blindados en varios tramos para impedir la movilidad de los milicianos.

«El objetivo es destrozar la infraestructura terrorista de Hamás en el área de operaciones, y tomar varias zonas de lanzamiento para recudir la cantidad de cohetes disparados contra civiles israelíes», decía el escueto comunicado del Ejército.

Más de 450 muertos palestinos -frente a cuatro israelíes- han perdido la vida por la metralla o bajo los escombros de las decenas de edificios públicos, mezquitas o viviendas derribadas.

Una ofensiva sin fecha de finalización

Imposible a estas alturas determinar el tiempo que durará la invasión y su profundidad. Un portavoz del jefe del Ejército israelí ha asegurado que las operaciones «durarán numerosos días». Mientras, el Ejército israelí ha movilizado a miles de reservistas.

En junio y julio de 2006, tras la captura del cabo Gilad Shalit, los blindados entraron sólo unos pocos cientos de metros en la franja. Por activa y por pasiva aseguran los gobernantes israelíes que no pretenden regresar a la situación previa a septiembre de 2005, cuando 8.000 colonos y miles de militares fueron evacuados del territorio ocupado.

Israel domina el espacio aéreo y el marítimo de Gaza al cien por cien. Y su superioridad por tierra es apabullante. Se enfrentan la tecnología más sofisticada contra la determinación total de las milicias islamistas.

Aunque a ciencia cierta, nadie sabe el arsenal que ha podido acumular Hamás en año y medio de control absoluto de Gaza. Es la única incógnita que ha retraído de algún modo a militares y líderes políticos israelíes desde hace meses.

En un comunicado del Ejército israelí, recogido por la agencia EFE, se asegura que «los residentes de Gaza no son el objetivo de la operación. Aquellos que usan a los civiles, los ancianos, las mujeres y los niños como escudos humanos son responsables de todos los daños a la población civil».

Pero advierte de que «cualquiera que esconda armas o a un terrorista en su casa será considerado terrorista».

La operación ha desatado no poca polémica dentro de Israel. Los mandos castrenses, según informaba el diario Haaretz, estaban divididos sobre la conveniencia de dar luz verde al asalto de la infantería.

Y los dirigentes políticos no podían dejar de calcular los costes electorales de una hilera de ataúdes, sobre todo si, además, no se consigue frenar completamente el lanzamiento de cohetes.

Lo que ahora parece seguro es que no consideran suficiente el castigo propinado a Gaza en ocho días de destrucción para restaurar la capacidad de disuasión erosionada en los últimos años.

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