Cajón de Sastre

Rufino Soriano Tena

Las reválidas de la Ley Wert.

(o “A cualquier cosa llaman chocolate las patronas”).

Quizá sea una de las medidas, entre las que preconiza la LOMCE, a las que mi señoría le concede más importancia. Y mi señoría no sabrá de enseñanza, como no sabe de nada, pero el caso es que ha dedicado más de sesenta y cinco tacos (de almanaque) de su vida a la decencia de la docencia. Y, sin embargo o no obstante, lo de llamarle reválidas a las pruebas que se establecen en las distintas etapas de los clásicamente denominados estudios medios (niveles Infantil, Primaria, ESO y Bachillerato), parece una exageración.

Vamos a ver. Reválida por antonomasia era aquella que se hacía en mis tiempos de Maricastaña, en que nos endilgaban un bachillerato de siete cursos, siete, en los que, en todos y cada uno de ellos, teníamos latín, matemáticas, lengua española en sus distintas modalidades de gramática, literatura, etc., geografía bien de España o Universal, historia asimismo de España, Universal y de distintas edades”, Religión… También teníamos griego a partir de , es decir, tres años; e idiomas modernos, a elegir entre Italiano y Alemán o Francés e Inglés. Y , por supuesto, Formación del Espíritu Nacional. Además, Filosofía, etc. Y al acabar, la reválida. Un examen de conjunto… ;mejor dicho, dos: uno escrito y otro oral, en las respectivas Universidades a las que correspondieran los centros. El escrito para el latín, las matemáticas y la lengua era el primero y tenía carácter eliminatorio. Y una vez superado el escrito, había un oral, un examen oral en el que, un curioso tribunal de siete u ocho catedráticos de la Universidad que fuese, cada uno iba haciéndonos preguntas de materias correspondientes a las que ellos enseñaban en sus respectivas cátedras, materias que debíamos conocer por estar incluidas en los programas de alguno de los siete cursos que, como queda dicho, integraban aquel bachillerato. Pero todo esto ocurría siendo ministro de Educación don José Ibáñez Martín, en la época franquista (¡lagarto!, ¡lagarto!), en el que dizque todo era malo.

Por lo dicho, cuando uno oye llamar a esto que pretenden que se haga ahora, es decir, a esas pruebas que señalaba mi señoría al comienzo de esta parleta; cuando uno, repito, oye llamar a esto reválidas, no tiene por menos que pensar en aquello de que “a cualquier cosa llaman chocolate las patronas”. Pero a pesar de esa denominación con la que aparentemente se pasa uno varios pueblos, mi señoría reconoce que esas pruebas, si se hacen como es debido, pueden contribuir a mejorar la calidad de nuestra enseñanza media, que buena falta le hace. Qué duda cabe que, si se hacen con cierto rigor, estas reválidas van a constituir un buen estímulo para los estudiantes, para los profesores y para los centros. Hay que recuperar el valor del esfuerzo, de la aspiración a la excelencia Hay que acabar con la mediocridad en que estamos inmersos…

Otra de la ventajas que llevan consigo estas reválidas, siendo, como han de ser, realizadas por profesores externos, es el conocimiento de la situación del enfermo. Y perdónenme vuesarcedes porque, a juicio de mi señoría, es que el simil sanitario de toda la problemática educativa es evidente. ¿Cómo se podría establecer un diagnóstico de la enfermedad que aqueja a un paciente si no se le toma la temperatura, se le hacen unos determinados análisis, etc.? Y sin diagnóstico, ¿quién es capaz de curar a un enfermo? Hay que conocer la anamnesis (y absuélvanme vuesarcedes por el ´palabro´), es decir, conocer el conjunto de los datos clínicos relevantes y otros del historial de un paciente para lograr su adecuada terapia o curación.

Indudablemente estas reválidas que establecerá la LOMCE son molestas, porque hay que hacerlas y, así como para los pacientes es molesto andar con mediciones de temperatura, con pinchazos para la extracción de sangre, etc., así la realización de las pruebas o exámenes que se impondrán por mor de la LOMCE llevan consigo molestias que inciden en el alumno, que tiene que estudiar; los profesores, ya que, cuando falla el alumno, a juicio de un profesor extraño, puede ser porque el profesor propio no le haya enseñado una materia que debía haberle explicado. Y por fin, estimula a los centros docentes entre sí, porque cada uno de ellos tendrá un número determinado de alumnos que superen las pruebas e indudablemente, mediante esos resultados se podrá establecer una graduación de Colegios, Institutos, etc. De hecho, en los tiempos en que se realizaba la reválida de que les he hablado a vuesarcedes al principio de esta parla, los centros incluían en su publicidad en prensa, por ejemplo, frases del tenor de “este centro ha aprobado, por ejemplo, el 78 % de los alumnos presentados a reválida». Seguro que algunos de vuesarcedes recuerdan propaganda así, de Colegios, Institutos, Academias, etc. ¿O no?

18-05-2013.

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Autor

Rufino Soriano Tena

Licenciado en Ciencias Químicas por la Universidad de Granada y Licenciado en Administración y Dirección de Empresas por la Universidad Comillas (ICADE) de Madrid

Rufino Soriano Tena

Licenciado en Ciencias Químicas por la Universidad de Granada y Licenciado en Administración y Dirección de Empresas por la Universidad Comillas (ICADE) de Madrid

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