Joseph K se hace terrorista, por J.C.Deus

k0El protagonista de El Proceso, la célebre novela inacabada de Franz Kafka, se llama Joseph K y casi asume culpas inexistentes tras una pesadilla policial y judicial que termina con su ejecución sumaria. El remedo creado por Javier Ortiz en 2005 para una conferencia que dio lugar a este monólogo teatral, se llama José K, y en vez de resignarse opta por practicar la mayor violencia posible contra el aparato estatal. La pieza no es un alegato contra la tortura, presente sólo en forma de contexto irreal, sino una defensa del terrorismo como método de lucha contra las supuestas o reales injusticias del mundo actual. Un texto irregular, más literario que verosímil, una escenografía de impacto y un buen actor que no puede hacer creíble la escena, componen esta pieza de formato pequeño y pretensiones grandes que ha tenido notable éxito de público en su estreno y viajará pronto al País Vasco, donde sin duda tendrá más.

Desnudo, metido en una caja de plástico en la que apenas cabe sentado, esposado y de espaldas al público, José K desgrana un largo monólogo en el que relata las sevicias a las que está siendo sometido por la policía, las razones teóricas de una rebeldía que le ha llevado a practicar el terrorismo desde hace 30 años, la incompetencia y crueldad de sus enemigos, y la solidez y superioridad de sus argumentos.

k00Es más un discurso académico fuera de contexto que una sucesión de reflexiones imperfectas propias de la mente de una persona sometida a tal situación. Y eso produce un primer distanciamiento que ya no se disipará. Estamos ante una obra de tesis, ante el desarrollo más o menos meritorio de una idea preconcebida que se quiere demostrar. Y ello arruina el indudable interés del argumento, un interés universal, y un especial interés en nuestro aquí y ahora.

La práctica de la tortura, de los malos tratos psíquicos y fisicos al detenido, es tan universal como universal es su condena teórica, aunque el mundo avanza y es innegable que hoy día va siendo excepción lo que antes fue regla. Un tema difícil, abordado frecuentemente por artistas y creadores, en tanto en cuanto expresión de la Sombra individual y colectiva. Después de Liliana Cavani ya todos sabemos que verdugo y víctima podrían a menudo intercambiar sus papeles. Ortiz se retrotrae a un maniqueísmo de buenos y malos sin la menor fisura que impide toda profundidad al tratamiento.

La tortura que los malos infringen al bueno es el justificante de sus creencias, de sus acciones. El terrorismo está justificado por la violencia institucional. El terrorismo es respuesta justa a una opresión intolerable. El terrorismo tiene razón porque José K recita un compendio enciclopédico de las torturas que parece que sufre, ha sufrido o sufrirá, que empieza en la picana y termina en la rata que se come los intestinos del interrogado, que incluye la tortura de la madre del detenido hasta morir ante sus ojos, y la previsible ejecución final del protagonista. Ante tal sensacional horror qué no puede estar justificado.

k3k2No compartimos la tesis de Ortiz y abominamos de tal planteamiento. Ni la tortura policial ni el terrorismo subversivo son tratados con la profundidad dialéctica que merecen. Son una pareja de espantajos para mayor gloria del segundo sobre la primera. Es innoble y perverso dar a elegir entre un atentado terrorista que va a producir decenas de muertos, y los malos tratos a un detenido para que revele el dónde y cómo y así evitarlo. Maldita la importancia que el asunto tiene en un escenario si no fuera porque muchas cosas parecidas forman parte esencial de nuestra historia reciente.

El espacio escénico de Carlos Alfaro es un gran acierto, pero el director no puede ir más allá del texto. Pedro Casablanc realiza una gran actuación pero nunca consigue el realismo necesario para que creamos estar ante un terrorista torturado. El asesoramiento y padrinazgo recibido por parte del portavoz de la Coordinadora para la Prevención de la Tortura ha sido insuficiente por no decir que perjudicial. La obra es un alegato de parte, bienintencionado pero poco fidedigno. Estar contra la tortura, estar contra el hambre, estar contra la guerra, se da por supuesto. Las dificultades empiezan a partir de ese momento.

Sin embargo, hay que reconocer y subrayar que Javier Ortiz termina su obra con esta frase en boca de José K.: ‘¡No me arrepiento de nada!… Qué tontería me arrepiento de todo’. Quizás no dice tontería sino estupidez o algo semejante. Quizás Alfaro debió reflexionar más en el mensaje subliminal desde un escenario, y poner esta frase al principio del montaje. Todo hubiera cambiado.

Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 9
Texto, 6
Dirección, 7
Interpretación, 7
Escenografía, 8
Producción, 8

TEATRO ESPAÑOL
SALA PEQUEÑA
Del 14 de enero al 5 de febrero
JOSÉ K. TORURADO
de Javier Ortiz
Dirección: Carles Alfaro
Actor Pedro Casablanc
Espacio escénico e iluminación Carles Alfaro
Espacio sonoro José Antonio Gutiérrez
Ayudantes de dirección Montse Calles y Paula Mariscal
Asesoramiento y documentación Jorge del Cura
Una producción Studio Teatro – Sandra Toral

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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